CARICIA
¿Quién diera corazón a aquel susurro,
iniciado en el ástil, que temblaba
la primera emoción de la caricia,
suave como el ventalle del aliento
del ángel de la cuna!
Me juró su secreto
la mesa de la escuela, agradecida
por el blanco mantel de su mirada,
extendida sobre ella. Los dos libros
percibieron la sed del abandono
sólo por un momento.
Por las trémulas yemas de mis dedos,
como la piel del agua, susurró
la seda angelical de su rodilla.