Cuando despiertas hecho humo por viajar y no sabes dónde ir..
Una mañana de octubre levantaba forzosamente mi cabeza de la almohada aún apegado por el sueño reciente sobre un paseo por las montañas andinas de mi querida Venezuela, vacilaba por mi mente el deseo por salir huyendo de mi rutina técnica de atención al cliente en asesorías de proyectos; era el momento que mi sub consciente clamaba aire fresco, una nueva vista y llenar mi vacío de emociones mensuales como cualquier persona.
Me colmó la ansiedad y ni los cigarrillos calmaban ese fuerte deseo con el que me había despertado aquella mañana, tomé el teléfono y llamé a los pocos amigos tan desenfrenados como lo soy para contarles ese llamado espontáneo que sonaba a una aventura.
Sólo uno de ellos, Víctor, demostró interés por mi repentina idea de hacer un viaje relámpago hacia la naturaleza, que simultáneamente congeniaba con una diligencia que él tenía pendiente realizar: visitar unos terrenos familiares alejado a unas 6 horas en carreteras montañosas.
“Esa era la oportunidad” pensaba desquiciadamente mientras le proponía embarcarnos a tal recorrido, que logré convencerlo de hacer pasado 30 minutos al teléfono. Con poco efectivo y una caja de cigarrillos nos dispusimos hacer el viaje al Páramo – La Culata que se ubica en el territorio del Estado Trujillo con Mérida, donde visitamos Pueblo Llano para suministrarnos luego de 5 horas buscando el camino.
Fue como lo imaginaba, un viaje pintoresco con vista de nubes cerca del cielo montañoso, una conversación relativa a cada hallazgo del camino así como de aventuras anteriores que habíamos tenido en el pasado impulsada por un arrebato de emociones sin sentido pero con mucha necesidad para el espíritu, o así lo llamo yo.
Ver aquellos paisajes, acercarme al ambiente silvestre de aquellas empinadas rocas, se podía apreciar las llanuras del fondo donde yacen los pueblos de cosechadores y revendedores de frutas y hortalizas.
Agradable era aquella experiencia, que mejoró de un minuto a otro mientras estábamos en escalada a pie cuando encontramos una familia de caballos totalmente libres y nacidos en ese territorio, genuinos del frío y alejados de la mano humana que los intenta domesticar, por quienes sentí tanto respeto que no me atrevía acercar a ninguno de sus potros sino apreciarlos como lo que son: libertad natural de un ecosistema puro.
Al llegar al campo de semillas nos acercamos al galpón principal que se encontraba prácticamente abandonado, mi amigo tenía meses sin pasar por allí y años que nadie trabajaba en los terrenos, tan sólo nos quedamos a pasar la tarde y recoger documentos que en una caja fuerte se encontraban, para proceder en activar una futura producción en tan enorme lugar, fértil en tierras y con frailejones por doquier.
El regreso fue casi inmediato, la noche nos acechaba y la aventura del camino había sido satisfecha, un aire nuevo se alojaba en mis pulmones, en mi cerebro oscilaban las imágenes de aquel hermoso lugar en la cercanía de las nubes y de caballos salvajes quienes recorrían las 200 hectáreas de pastos verdes, era como haber estado en mi sueño, una nube de humo que recorría los cielos y me traía de vuelta a casa por la noche para sentarme nuevamente frente al computador y no querer hacer más que recordar.
(Las fotos fueron tomadas desde un BlackBerry Curve y a duras penas logre darle una mejora con el programa Picasa)
Trabaje recogiendo zanahorias varios diciembres en pueblo llano con unas aventureras amigas, es muy bonito.
Es hermoso y el trabajo que hacen los cosechadores es muy ordenado, acá en mis fotos capturé un frailejón de las montañas de Sierra Nevada en mi camino, el clima y la vista son cautivadoras y se pasa muy buen día!