Es muy cierto que el pasar tiempo fuera y sola a veces parece ser un poco aterrador. Estamos, o por lo menos yo estoy, siempre dudosa en si ir o no ir a ciertos lugares cuando carezco de compañía. En casa es muy fácil, amo pasar tiempo sola, pero cuando de lugares en el exterior se trata puede llegar a ser un poco difícil el tomar la decisión de aventurarme por mi misma.
Si han leído mis posts anteriores ya sabrán para ahora que estoy viviendo en Madrid, y como nueva en la ciudad la cantidad de lugares que deseo visitar es abrumadora. Estar aquí por tan solo un semestre es suficiente presión para lograr conocer lo más que pueda en lo poco que tengo, y más seguido de lo que me gustaría no cuento con la correcta compañía.
Este fué el caso con el Real Jardín Botánico. Llevaba tiempo rogandole a mis amigas que me acompañar a visitarlo, pero ninguna parecía verdaderamente interesada en ir y no fue hasta este domingo que por fin me arme de valor en visitarlo por mi misma. No miento cuando digo que ha sido una de las visitas que más he disfrutado.
Los jardines son mucho más bonitos de lo que me imaginaba, la cantidad de cuidado que demuestran tener es hermosa, pero lo que en verdad me robó el corazón fue el invernadero. A lo lejos, al final de los jardines, tienen este modesto y grande invernadero que, una vez que entras puedes apreciar lo poco ordinario que es ese lugar. Las plantas, desde desérticas hasta exóticas, están sumamente bien cuidadas y hermosas, cada una de ellas en diferente y especial manera.
Para disfrutar mi pase elegí una buena lista de música, camine sin fin por los jardines, y disfruté de la mejor compañía que podría tener. La mía.
Lo que aprendí de este muy sencillo y fácil ejercicio fué que 1) nunca debería de detenerme de hacer algo que en verdad quiero solo porque nadie quiere unirse a mis planes, 2) nunca debería de estar dudosa y mucho menos miedosa de pasar tiempo conmigo misma, soy la persona que mejor me conoce y debería de estar lo suficientemente segura de nunca sentirme solitaria cuando estoy sola y 3) pedirle a extraños que tomen mi foto a veces es inclusive mejor que pedirle a mis amigos, las dos chicas a las que les confié mi foto se esforzaron en de verdad darme la mejor foto posible.
No tengan miedo de aventurarse solos, el sentimiento de satisfacción y logro que tendrán vale muchísimo la pena.
Mucho amor,
CRIS.