El ser humano promedio detesta, rehúye la confrontación… ¿No será un mecanismo de defensa que nos hace tolerar hasta niveles que luego nos parecerán inaceptables conductas, comportamientos de otros que nos resultan ofensivos, incluso, injuriantes?
Pero ocurre bastante que ese temor a decir basta viene dado no solo por nuestra creencia de que el poner en evidencia al transgresor no servirá de nada y puede que hasta “deje en evidencia” a la víctima, sino que también este comportamiento ofensivo estará más o menos amparado en el seno de sociedades machistas. Hay un país de Latinoamérica en donde existe incluso vagones de Metro exclusivos para damas, debido a la enorme cantidad de toques, avances y abusos por parte de hombres hacia mujeres en horas pico.
Ese tipo de comportamiento no solo se apoya en algo que va mal en la cabeza del transgresor. También en algo profundamente enraizado e insidioso en nuestras sociedades.