EL ARISTOI COMO IDEAL HUMANO EN EL SIGLO XXI

in #spanish7 years ago (edited)

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Albert Schweitzer, dio un discurso en el centenario de la muerte del gran Goethe, en 1932. De esas palabras, extraigo esto:

"Qué está tomando lugar en nuestra terrible época sino la gigantesca repetición del drama de Fausto sobre el escenario del mundo? (...) En hechos de violencia y asesinatos, una humanidad de miles, una brutalizada humanidad juega su juego cruel. (...) De mil maneras distintas, la humanidad ha sido persuadida de abandonar sus relaciones naturales con la realidad, para buscar su bienestar en una fórmula mágica de alguna clase brujería económica o social, con lo que se elimina, cada vez más, la posibilidad de liberarse a sí misma de la miseria económica y social.
Goethe, antes que nosotros, vivió esta labor y esta ansiedad de su tiempo. (... ) Debemos ser más poderosos que las circunstancias si vamos a ser, en medio de ellas, hombres que entienden nuestro tiempo, hombres que son una parte integral de él."

Somos, o debemos ser, como la reiteración de Aquiles, de Fausto, de Leónidas, luchando contra fuerzas superiores, mediocrizantes. Fuerzas que nos empujan a vivir a medias. A vivir por vivir, sin realizarnos como verdaderos hombres de valor. Nos presionan y nos muestran como único viable un solo camino: ser sedentarios consumidores de artículos desechables, encadenado a actividades embrutecedoras (que poco a poco nos llevan a la tumba) sin verdaderamente mejorar nuestras capacidades de pensamiento, como autómatas enganchados a una cadena de producción. Abrazando ideologías, que no son más que unos “plantillas intelectuales” que pretenden relevarnos de la tediosa carga de pensar y actuar por nosotros mismos.

En la Grecia arcaica nació un concepto: el de areté. No hay una traducción exacta de este concepto, que ha sido traducido como virtud, excelencia, perfección. Los hombres que han manifestado, expresado tal concepto eran los aristoi, los fuertes, los excelentes, los superiores.

Sí, de aristoi viene el vocablo aristocracia, el gobierno de los mejores, de los virtuosos. Con los siglos, el concepto se tergiversó. Hoy día, llamamos aristócratas a algún miembro de ese grupo restringido de personas que ostentan un título nobiliario, así no tenga más atributo que eso.

El mismo concepto de areté ha sido entendido de diversos modos a través de la Historia, dependiendo del Zeitgeist, del espíritu de los tiempos de cada período histórico, porque el conjunto de virtudes que debía poseer el hombre de virtud iba cambiando con el tiempo y la civilización o mejor dicho, iba siendo entendido de diferente modo: de la habilidades guerreras de la Grecia Homérica a las virtudes intelectuales del período clásico de esa misma civilización, a las virtudes morales cristianas, al ideal de caballero medieval, del samurái japonés, etcétera.

Lo que no se ha alterado es el hecho de que estos aristoi eran modelos para sus contemporáneos. Este es el verdadero sentido. No se trata de que estos hombres que se hacen llamar superiores arbitrariamente para justificar la opresión de otros. Para el momento en que Albert Schweitzer en Alemania dijo las palabras que inauguran este artículo, el ascenso de los nazis al poder era inminente.

Pero hay que tener cuidado con eso del hombre superior. No me refiero al hombre que arbitrariamente se autoproclama “superior” a sus semejantes, enmascarando un sentimiento de inferioridad cuyo mecanismo de defensa es oponer un sentimiento contrario, aunque igualmente nefasto. La historia se ha encargado de demostrar que este tipo de visión distorsionada sólo engendra monstruos.

Aquí hablo de lograr la mejor versión posible de nosotros mismos. Ese magnífico hombre que no es adepto a ideologías, porque piensa por sí mismo. Que nunca actúa por inercia. Que comprende que es un ser multidimensional, no la caricatura a la que lo quiere reducir la sociedad y que el constante mejoramiento de cada aspecto de esa multitud de facetas es su línea de defensa contra la mediocridad que lo rodea. Un hombre que sin proponérselo es un líder y modelo para sus semejantes.

Lo que propongo es un ejercicio para alcanzar este areté adaptado a los tiempos modernos. Es decir, ser verdaderos aristoi para este siglo XXI. Para eso, deberemos precisar qué aspectos de nosotros deberemos trabajar.

En artículos posteriores, profundizaré estas reflexiones.