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Hoy tengo un ticket de viajero frecuente. Soy la nada, soy nada más que un suspiro en un equipaje sin destino. Soy aire, soy brisa, soy la expectativa de un beso flotando. Y en segundos, me extingo de existencia, pensando en la nada airosa de cuando no estaba llena de expectativas. En esa piscina de deseos, de zambullida hacia el fondo de todo lo que se siente ser credula.
Pero caigo. Y no comprendo a donde viajo. Vuelvo a sentir que me alzo y vuelvo a caer. Quiero ser nada, quiero ser todo, quiero respirar y no estar acá, pero recuerdo que teletransportarme sale caro. Si tan solo tuviera un poco más de capital, irme de este plano a uno donde como aquella canción, los sentimientos no existan, sería un viaje sin retorno. Pero debo vivir esta ola, y aprender que estar siempre en el mismo punto se considera pecado, y que avanzar es mi deber sagrado.
La música me arropa, las nubes vuelan a mi alrededor, pasando como caricias fantasmas por una piel fría desde adentro. ¿Y qué soy? Un suspiro de siempre, volando hacia un destino incierto. Unas lágrimas mal lloradas, la misma razón con un nombre distinto cada vez, la misma pendejada dictada por mi propio mando. Si, porque un humano pisa la misma piedra y cae, pero yo la busco y la pongo frente a mi para poder justificar el miedo de sentir.
Justificar el correr en dirección opuesta, hasta la satisfacción del desconocer. Del descubrir que si, siempre ha sido cierto y falso todo. Que las almas no son dobles, que el deseo es una pintura al óleo enfrentada con thinner. Que las lágrimas no son bálsamo de nada, y que las paredes de mi alma son de drywall, y se escucha todo desde adentro. Martillos rompen, y se reconstruyen más rápido de lo que puedo parpadear. ¿Y para qué? Para pasarle por encima con el caballo de Troya en el que viaja mi sanidad.
Una nada, una selectiva melancolía que bate sus alas alrededor de mi existencia al paso de ese galope desgraciado. Porque yo la dejo, porque yo le digo que siga y no me apeo. Porque yo le insisto en la necia superioridad del que se siente inclinado a no creer en el paso final. Pero es mentira. Yo lo se, tú lo sabes, el reflejo de mi rostro en las lágrimas del pasado lo sabe bien. Que me gusta mentirme para justificar un viaje innecesario hasta lo profundo de la nada.
Pero sinceridad, siempre por delante rompiendo las cadenas que amarran al caballo desbocado. Y si, qué te digo, creo en los suspiros que me llevan a otro lado. Las nubes que no mienten, la lluvia que ilumina. Creo en el renacer, en la melancolía como pluma fuente de tantos cuentos. Pienso en ella, y el el ticket de salida que me da hacia la nada. Y le sonrío, que bueno es viajar alimentado por los designios crueles de la melancolía.
Palabras van, palabras vienen
Hay viajes sin retorno, hay viajes a los que vamos con los ojos cerrados, seguros de nuestra victoria sin esperar lo peor. Este viaje... es un ticket rápido a donde quizá no quieres, pero necesitas ir.
-A.