Dolores Salamanca sonrío en el funeral de su último amante. Le cogió un romántico y estúpido aprecio al formol, porque según ella era un aroma recatado, que combinaba con el atuendo del difunto y se mezclaba muy bien con el olor a rosas podridas y café. <<Hacen maravillas hoy en día con éstos cadáveres>>, le decía a ese cuerpo pálido y frío, perfectamente vestido y con sus manos acomodadas en el pecho. Tenía la voz como arena y un cúmulo de polillas atoradas en su garganta; sentía alas de cucarachas sobre sus tejidos nerviosos, tocando una sonata, y esto sin embargo, le proporcionaba cierto cosquilleo y una sutil sonrisa: como de maníaca empedernida.
By:@Agustinagato!
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