Me encerraste en tu ternura, solo déjame disfrutarlo. Solo déjame saborear la maldad pura de tus labios, el encierro de tu lengua seduciéndome a pecar. Las caricias de tus dedos en mi rostro hace que se me ponga la piel de gallina y acérele mi corazón, con tu cálida respiración sobre mi cachete haces despertar mi deseo de seguir.

Me envolviste en tu pecho, como un papel de regalo envuelve el regalo más deseado. Tu sonrisa de felicidad estremece todo mi cuerpo mientras mis manos palpan cada parte de ti, sintiendo cada perfección e imperfección de tus caderas. Eres el ángel prohibido y más deseado que siempre quise tener, me llevaste al cielo y después de un golpe bajamos hacia el infierno tan solo con rosar tu cuerpo con el mío.

La magia de tus ojos me atrapo, tan solo al mirarlos quede hipnotizado. Quede hechizado como un niño al ver su serie favorita, sin quitarle la mirada de encima. La perfección de tus ojos marrones son con como ver una galaxia, tan llena de secretos, secretos que poco a poco me vas demostrando con tus acciones.

Me absorbiste con tal poder que me encuentro como un perro sumiso a su dueño, tu belleza me tiene extremadamente anonadado. Tu exorbitante hermosura me hace querer ser la persona que te desvista cada momento que tú lo desees, así como lo hago en mi mente. Con cada suavidad con que mis labios pasan por tu cuello y cada caricia apasionada es aplicada por tus clavículas, me haces entrar en un mental, donde mis neuronas llegan al clímax.

Me encuentro en un cuarto aprisionado con cada línea de tu piel, donde mis esposas son tus labios y mi vestimenta es tu piel alrededor de la mía. Quiero la libertad… Pero la libertad de hacerte lo que se me plazca, de hacerte mi rehén así como yo soy el tuyo. De perderme entras las sabanas y tu cuerpo, donde solo se escuche el ruido de nuestros gemidos. No me dejes ir.