Esta mañana saltaba la noticia. Lorena Roldán, candidata de Ciudadanos a la Presidencia de la Generalitat durante meses, será la número dos de Alejandro Fernández en las listas del PP para el 14F. Apenas dos horas después, conocíamos otra bomba: Salvador Illa encabezará la lista del PSC. Escribo estas líneas para dar mi punto de vista sobre ambos golpes de efecto.
Vamos con el primero; Roldán ganó las primarias de Ciudadanos a la Presidencia de la Generalitat y era la candidata de Rivera, quien llegó incluso a nombrarla portavoz nacional del partido en una operación idéntica a la que protagonizó Arrimadas en su momento. Desde el Senado se ganó los aplausos en sus debates parlamentarios con miembros del Gobierno. Tras la marcha de Rivera, Arrimadas la mantuvo como Portavoz en su ejecutiva, en el Parlament y en el Senado.
Todo cambió cuando de la noche a la mañana se anunciaba el relevo. Carrizosa sería el candidato de Cs a unas todavía hipotéticas elecciones y Roldán era fulminada como candidata, haciendo caso omiso a lo dictado por los afiliados en sus primarias. Hoy, como golpe de efecto ante los inminentes comicios, esta anuncia su fichaje por el PPC.
Las reacciones no han pasado desapercibidas. Como ocurre en este politiqueo al que ya nos tienen acostumbrados desde hace tiempo, quien alababa a Roldán la semana pasada por sus magníficas intervenciones, hoy la consideraba una política floja, sin determinación ni tirón electoral. Quienes recibieron con brazos abiertos a Ángel Garrido en un movimiento calcado, critican los bandazos ideológicos de Roldán, su falta de valores y no dudan en llamarla vendida. En el otro lado de la balanza, tenemos a los fans del Partido Popular, que hace meses no querían ni oír hablar de Lorena como candidata en una coalición PP+Cs y hoy twittean: fichajazo.
Escribe en su comunicado la exportavoz naranja, que desde hace meses no compartía las decisiones de la ejecutiva de Ciudadanos; una ejecutiva, todo hay que decirlo, de la que formaba parte. Lo digno, en lugar de callar y disimular hasta tener cerrado el escaño por otro partido, hubiera sido dejar el cargo y volver a ese “trabajo fuera de la política” que todos tienen y que solo en contadas ocasiones lo vemos llevado a la práctica.
En definitiva, en días como hoy conocemos lo verdaderamente bochornoso de la política española. Gente que la entiende como una competición de sectas o una liga deportiva en la que hay que meter todos los goles posibles a quien sea. Se echan de menos políticos de las ideas, de la defensa de valores y que no se presten a este tipo de movimientos.
Luego nos encontramos con lo de Illa. Ante una campaña de vacunación masiva recién empezada y la tercera ola de la pandemia del siglo avanzando sin parar, el Ministro nada menos que de Sanidad abandonará el cargo para ver si, con un poco de suerte, suma con Esquerra y Podemos un tripartito post indultos para terminar de dinamitar la decencia del Partido Socialista.
Y es que solo en España, el mayor responsable de una de las peores gestiones de la pandemia, tendrá premio y la consideración de buen candidato, ¡moderado he llegado a leer!, de algunos de sus futuros votantes. No tienen remedio.
Pocas esperanzas hay en estas elecciones para quienes apostamos por el sentido común, la defensa sin complejos del constitucionalismo y observamos con bochorno las guerras entre partidos parecidos que se pierden en peleas con el adversario mientras el verdadero rival le pasa por encima y resquebraja el Estado de Derecho, la democracia liberal y los valores fundacionales de la Constitución. Politiqueo ante todo.
31/12/20
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