La Prehistoria de Alcocebre
Los primeros vestigios de vida en la zona de Alcossebre se sitúan en el Epipaleolítico Microlaminar o Paleolítico Superior (desde hace unos 12.500 años hasta unos 10.000, es decir, sobre el año 10.500 a.c., hasta el 8.000 a.C.), concretamente en el Epimagdaleniano o Epimagdaleniense, según los restos estudiados en la “Cova dels Diablets” (frente al fértil “Valle del Estopet”) y en el “Abric del Garrofero”, sitos ambos en la Sierra de Irta.
Nos encontramos al final de las glaciaciones, en una época aún muy fría y de bajas temperaturas, que hacían muy difícil la supervivencia de los primeros alcossebreros, a pesar de que las condiciones medioambientales iban mejorando y dando lugar a zonas húmedas más cálidas y secas, aumentando la flora y fauna. La línea de costa tampoco era como la que conocemos actualmente que se encuentra justo al pie de la Sierra. El mar estaba más retirado. Se calcula que a unos 8-10km de la actual línea de costa, siendo este trecho el que ha avanzado el mar en estos últimos 12.000 años como consecuencia del final de las glaciaciones. (Andando desde la Sierra de Irta hasta el mar se debía tardar algo más de dos horas!!)
Frente la Sierra de Irta había entonces una gran albufera de tierra y humedad (era una zona, por así llamarla, “encharcada”), en el que variaba constantemente el nivel freático. Es en ésta época cuando, con la subida del mar, se dan las condiciones necesarias para la creación de las famosas “fuentes” (unos 200 surtidores de agua dulce o “acuíferos”, corrientes de agua) que dan lugar a la denominación de Las Fuentes a la zona contigua a la Sierra de Irta.
Existiendo una diferencia de temperatura de 10º entre la parte septentrional y la meridional de la Sierra, la parte habitada era la más septentrional (a unos 470m de altura, donde actualmente está enclavado el Turbogán Acuático), por ser la zona más cálida, con una temperatura que oscila entre los 7º y los 9º. La parte meridional no era habitable debido a que con esas temperaturas era imposible sobrevivir, incluso la mitad del año estaban bajo 0°) => los pobladores sabían que si, por motivos de caza –o de cualquier otra índole- les sorprendía la noche en dicha zona ya no verían el siguiente amanecer.
Utilizaban pieles y grasas animales para resguardarse del frío y porque su olor les ayudaba a cazar; la idea de cazar, aparte de –lógicamente- alimentarse, era también para tener el estómago lleno y, de este modo, sentir menos frío.
Aparece también la formación de la Cubanita (hace unos 12.000 años), tratándose en ese momento de un barranco con la fuente de la parra, una “isla geológica” o unidad distintiva (“marjal”) que difiere de todo lo que tiene alrededor, convirtiéndose en otro de los primeros asentamientos (junto con los dos mencionados). Los pobladores de esta zona rompían la roca gorda y con ello hacían útiles (lanzas y hachas de piedra).
Los grupos humanos que vivían entonces no conocía aún ni la agricultura ni la domesticación de animales y sobrevivían gracias a la caza, la pesca y la recolección de alimentos silvestres, debiendo, eso sí, adaptarse progresivamente a las nuevas condiciones climáticas.
“Cova dels Diablets”
De esta época se han obtenido restos en la “Cova dels Diablets” de al menos 4 seres humanos, 3 adultos (1 hombre, 1 mujer y un 3º del que se desconoce el sexo) y 1 chica joven (adolescente, de entre 14 y 17 años). Los adultos tenían la dentadura muy castigada ya que comían prácticamente toda la carne que cazaban cruda, aparte de partículas de tierra y restos cerámicos (lo que significa que se lo comían todo “a lo bruto”), si bien es curioso que no tenían caries ni pérdidas de ninguna pieza dental. La chica estaba anémica desde su infancia, debido a la mala alimentación desde el final del periodo de lactancia. La mujer presenta signos de degeneración, especialmente en la columna vertebral, lo que indica que sufría de artrosis.
En cuanto a los restos de animales obtenidos de este periodo, nos indican que existían las siguientes 3 especies:
Cabra montesa o cabra hispánica
Ciervo
Conejo (pieza fundamental de su alimentación)
Si bien en el resto de la región se obtienen también restos de las siguientes:
Gato salvaje o lince de las cavernas
Toro
Pato
Corzo
Lobo
Oso
Para cazar se ponían a esperar a que pasasen los animales y, cuando los divisaban desde arriba, se abalanzaban sobre ellos en grupo. No era fácil, y resultaba bastante peligroso sin apenas armas. Las únicas armas de que disponían eran la azagaya (una especie de “arpón” o pincho alargado); en el caso de los conejos, a éstos los cazaban con trampas o atrapándolos en su propia madriguera. Por otra parte tenían que cargar a mano las piezas que se cobraban, lo que dificultaba aún más la operación de caza y regreso al refugio.
Aparte de la caza y la pesca, complementaban su dieta con caracoles blancos que les daban proteínas y les servían de gran ayuda cuando no conseguían nada más, y anémonas.
Vivían en pequeños grupos, formados por 6 o 9 individuos. Cuando el grupo aumentaba, tenía que separarse porque era imposible alimentar a todos sus miembros, si bien seguían interactuando entre ellos.
Cabe mencionar aquí que la Sierra de Irta es a fecha de hoy una de las zonas costeras más intactas, lo que ha favorecido la preservación de unos importantes valores medioambientales, paisajísticos y de conservación que le han valido la concesión de la categoría de Paraje Natural. Tiene unos 20 km de longitud y una altitud máxima de 572m (pico de “Campanillas”) y se constituyó con rocas calcáreas y dolomíticas durante el Jurásico y el Cretácico (entre hace unos 200 y unos 72 millones de años), y la vegetación es la típica mediterránea, constituida básicamente por matojos, palmitos, lentiscos y coscojas (chaparros), así como por pinos blancos.