Siempre he pensado en lo bonita que es la vida. La vida nos permite nacer, crecer desarrollarnos y terminar ese ciclo de la manera más confortable posible. De esta manera podemos darnos cuenta de la gran importancia que tienen las cosas sencillas, el simple hecho de estar vivos ¡ya es un gran logro! Lamentablemente, hay quienes no piensan y no quieren pensar así. Aquellos que afirman que la vida es un absurdo y que no tiene sentido, son los mismos quienes no pueden apreciar la grandiosidad que puede estar presente en lo más común, como por ejemplo: un árbol.
Un árbol, es un ser vivo que en algún momento fue una pequeña semilla. Tuvo que pasar un largo rato absorbiendo los nutrientes necesarios para poder sustentar su crecimiento, comía lo que podía sin protestar. A una edad muy temprana muchos niños rechazan la comida que se les sirve y se quejan diciendo: ¡Guácala, vegetales! ¡Es que sabe muy feo! Que no me gusta esto, que no me gusta lo otro y otros berrinches más.
Un árbol joven, es una referencia de perseverancia. Se aferra a la vida sin importar los percances. En una tormenta donde el viento arrecia, se tambalea muchas veces pero permanece en su lugar. Cuando algún imprudente arranca sus ramas, le duele y se lamenta pero rápidamente se repone. Cuando inevitablemente otro imprudente arranca sus frutos violentamente, no deja de brindar esos preciosos obsequios. Una persona joven, en cambio, es un manojo de pesimismo: ¡Hay demasiado calor! ¡Hay demasiado Frío! ¿Cuándo caerá una lluviecita por lo menos, para refrescar? ¿Hasta cuándo esta llovedera? Personas que tienen todos sus miembros completos y sanos, se limitan a hacer lo que se les ordena y otros quienes nacen con otra condición se atreven a romper la norma y van más allá. Como el señor que nació sin brazos y toca la guitarra con los pies, o como el clavadista que no tiene piernas ni brazos. Además, muy pocas personas se mantienen firmes a sus ideales. La mayoría, al primer tropiezo, deja de perseguir sus sueños.
Luego, en un árbol adulto, se nota el amor y la entrega. Demuestra una gran plenitud en su tronco, es grande, fuerte y dispone de su sombra y abrigo como muestra de gratitud por la dicha de una oportunidad en este mundo. Por no ser víctima de la tala, de la quema y de otros muchos horrores que otros árboles si pasaron. Los Humanos por otro lado, no son agradecidos en la adultez y viven compitiendo, causándose daño los unos a los otros. Satisfacer sus caprichos es lo que importa y la ganancia material se impone ante la familia.
Por último, un árbol anciano refleja mucha sabiduría. Todo ese tiempo de existencia es muestra de ser testigo de muchos cambios, de muchas generaciones, de muchos amaneceres y muchos ocasos. Son valorados por eso. Pero los abuelitos, son llevados a casas hogares. Cuando relatan sus vivencias muy pocos los escuchan y se atreven a decir que son una carga y que están estorbando. No obtienen el respeto que merecen.
Por esto siempre me pongo a pensar lo bonita que es la vida, pero más bonita fuese, si la humanidad se quejara menos y prestase atención a todas las enseñanzas que puede dar un árbol.
Muy bonito post hermano!
Gracias.
Excelente post. Te felicito.
Gracias. Me alegra que le haya agradado. :)
Al árbol debemos solicito amor...
Buen post Emilio. Muy buena analogía del arbol con la vida