Por fin los enamorados lograron reunirse una tibia tarde de primavera, él viajó algo más de 12 horas por avión, para hacer realidad un sueño de varios meses. Ella algo impaciente lo vio entrar al viejo café de su pueblo, los pobladores del lugar de inmediato adivinan quién no es de allí. Un largo abrazo acompañado por lágrimas no les dejó hablar; -no hizo falta, dijeron los curiosos del bar-
Luego el éxtasis del encuentro tan esperado, al sabor de un café, se contaron algunos apartes de su historia personal, hasta cuando ella recordó un pensamiento de Osho y dijo: “Sabes no quiero tener muchos conocimientos de tus aventuras pasadas, seamos inocentes; lo que en verdad sea importante lo iremos descubriendo en el andar” él le contestó: -de acuerdo, caminemos libre de equipaje-