Donde cada respiro dolía y mi mente no se sentía capaz de entender como todo lo que entraba a mi habitación de recuerdos era gris, en blancos y sin negros definidos: grises recuerdos que solían ser de vivos colores adornaban los lienzos tambaleantes que me rodeaban.
Dos, tres y hasta cinco pasos hicieron falta para tocar el pómulo de la puerta
Una que solo se abría de adentro hacia afuera.
Porque desde fuera para adentro nada más debían pasar, parsinomiales, paso a paso las respiraciones que dejaban de causar sollozos.
Mi mente destilaba emoción y excitación
Paso por paso llegue…
Cálida estaba la perilla de aquella puerta, la única iluminada con el calor del color,
la giré, retiré mis manos y empujé lentamente.
Y así como todo comenzó, todo terminó
¡Con una puerta abierta y miles de razones para no cerrarla!