Se trata de mirarse, cualquiera sea la razón de mirarse frente a ese desplazamiento figurativo que nos da nuestra propia imagen. El elemento y el exceso.
Un código que sólo entiende quien está frente a él.
Algunos elementos, algunos vidrios, ciertos rayos de sol, producidos por la diaria tarea de hacer un nuevo reino.
Esa compleja empatía entre el cristal y nosotros, lo que volvemos a repetir: figura tras figura, pose tras pose Una especie de orfebrería dinámica del diario acontecer.
Asumimos frente al espejo ese brillo no existente, una energía desprovista de toda verdad, de toda virtud.
El cuerpo se hincha y encoge, nos mantenemos largo rato. A riesgo de que en algún momento el objeto estalle irremediablemente.
Esta condición de ser, del doble que somos, nos permite entender por qué el escritor da tantas vueltas.
Muy probablemente sea esto, el punto de partida de la estética, la búsqueda y la conexión, el conjunto. Esa ilusión de perfección, cierta figuración del hecho o para testimoniar lo escrito de forma perfecta. Que a no dudarlo es audacia escritural.
Escribir es un acto de mirar, fotografiar. Una radiografía interior que supone el oscuro del yo, probablemente no convincente, pero tangible una vez que se ha hecho verdad sobre el papel.
Escribir sustenta la casa, la iglesia y el pasado, pero por sobre todo da esa condición de movilidad sobre lo que elegimos. Es un sueño vivido: lo deseado, esa cosa común y simple que nos delata y cuyas complicaciones sobre el papel se convierten en detalles a pie de letra.
Escribir es hacer que la mano vaya en sentido contrario a lo que el cerebro automáticamente nos señala, no debe escribirse sin esa condición ordenada del desorden, debe partirse del caos.
Materializar las ideas, en el contexto de las torpezas. Escribir, si es posible, con las manos atadas y frente a un espejo hecho trizas, desconectado de toda realidad virtual, de todo parentesco posmodemo. Porque detrás de lo que viene, sólo existen duermevelas.
Mañana somos escritores del siglo pasado. O sea, si vienes es porque yo estoy, si soy es porque existimos.
Una mayéutica socrática de ser y no ser al mismo tiempo.
Escribir es desnudar una parte de nosotros, Fue muy grato leerte.
muchas gracias