Este es un poema que escribí con hambre, sentado en el pasillo del departamento en mi Universidad. Hacía frío, y aún me faltaban cosas por hacer: clases que ver, personas con quienes hablar, y un largo camino a casa en autobús sin desayuno ni almuerzo.
HAMBRE
Mira, ahí va la brisa
soplando,
sobre nuestros restos,
nuestras cenizas.
Sobre recuerdos de azules días,
y danzas, y cuentos,
y dulces poesías,
de tiempos lejanos, ya muertos.
Resecos, enterrados en visiones
de un oscuro futuro.
Y ahora, sin héroes ni dios
la vemos ir, de nuevo;
adiós brisa, adiós a tu resplandor
puro.
A tu calma y gentil roce,
envuelto en susurros
suaves y delicados,
pues baila igual el mundo, entre incertezas;
entre cantos de guerra
y dolores solitarios,
en tu ausencia.
Tras matices de grotescos de fe,
odio y hambruna, violencia y traición.
¿Cuál salvación nos espera, brisa?
Te pregunto en silencio.
Bajo las ruinas de algo
que una vez se llamó
esperanza,
Bajo las nubes de un cielo
que una vez asomó rayos
de luz,
sobre una tierra que ha visto
llegar y partir las sonrisas
de un niño
y de un pobre diablo,
perdido
entre insensatas corrientes
de viento,
ahogado
en los desteñidos colores del paisaje,
y hambriento;
en espera de tu regreso,
brisa.
-SA