Para ti, aunque navegues en mis astros.
Dicen que el universo se encuentra en los cabellos libres. No sé si sea cierto, pero te doy la libertad de de tocar los míos hasta que sepas qué tan cercanos están esos dos mundos: el de mis cabellos, el de tus manos.
Quiero, de mil modos, que podamos acercarnos al reflejo de un espejo, y que toquemos nuestros rostros para asegurarnos de que estamos y somos los mismos después de aquella noche de lluvia, donde nuestros cuerpos, erectos de frío, encontraron un refugio cálido y tenue entre sí.
Quiero enseñarte una colección de versos que nadie más que yo y mi soledad conocemos, te doy la orden de que los hagas tuyos y que puedas bañarlos de tu risa y de tu aliento.
Vamos, te invito a que nos sentemos en la orilla del mar, fiel confidente de mis aventuras y cuentos, para sentir los deseos y escuchar las historias de quienes, como yo, usamos su inmensidad como banco.
Quiero, entre tantas cosas, que me enseñes a mirar cuando sea necesario, y que con cada palabra tuya me hagas conocer el significado de las mías, que dan vueltas y vueltas en ese lugar abstracto pero bonito de mi imaginación.
No es necesario que puedas mantener la esperanza encima del estante de los libros por leer, dámela, yo la haré sentirse en casa y realizada en su destino, como esas flores que guardaron su esencia dentro del álbum de escasas imágenes que siguen brillando con cada roce de mi mirada, como la efímera estela del cometa fugaz, que llevó mi deseo al gran destino luminoso, haciéndolo partícipe de cada movimiento nocturno que decora el firmamento.
Deseo, por un momento, que puedas estar dentro de mí mientras te miro. Tal vez te asuste la idea, pues, ver reflejos que no existen, o que al menos, no para todos, sería una locura total. Si estuvieras en mí al mirarte, podrías ver un gran crepúsculo que ha de bañar tu aura y que se expande alrededor de lo que tocas, de lo que miras. Si estuvieras en mí, sentirías a plenitud la sonoridad de tu voz, el efecto que causa en mi cuerpo y en mis sentidos. Me haces tuyo sin mayor esfuerzo. Sé que notarías, tal vez, que tu rostro se encuentra en otra dimensión, adornado con todas las imágenes que mi cerebro produce al decir tu nombre, pronunciado per-fec-ta-men-te.
Vámonos de viaje, llevémonos un arsenal de sueños dentro del morral, una lista de lugares que nos llenen las manos de aventuras. Caminemos de noche en el silencio de las calles de los lugares remotos, y luego del paseo, reposemos nuestros cuerpos en la inmensidad, con la satisfacción de vernos gratificados por el cansancio de caminar juntos. Que los destinos de nuestros pies, sean siempre cargados de aromas, de historias; cada uno con su color, con su matiz. Que cuando sea necesario, nos arropemos sólo con la vieja manta que nos brinda la sabiduría, bordada de paciencia y de confianza.
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Esta es la primera parte de una carta de amor que resultó ser calificada como única finalista en un concurso realizado en 2017 a nivel nacional por parte de la organización del Teatro Luis Mariano Rivera.
@roqueluisc. Hermoso. Esperando la segunda parte. Saludos
La abstracción, la ambigüedad, el amor...
Es una carta que cualquier poeta quisiera escribir y cualquier lector recibir.
Gracias por tan buena primera mitad.