Sí. Hay gente dañada,
Como un leve reloj,
Sus manecillas apuntan,
Donde aguarda el corazón.
El reloj miró hacía el norte,
En campo del edén,
En donde éramos amantes,
Donde todo era desdén.
Revoloteaban las aves,
Nuestra patria era los pies,
Corríamos como niños,
Felicidad por doquier.
Pero…
Vino la desgracia,
Con su fina alta gracia,
Y le dijo a mi María
El cortejo cortesía.
Mi labor era amar,
Labrar de par en par,
Dar de nuestro amor ruido,
Y llenar el mundo de sentido.
Pasaron las nueve horas,
Ella no venía,
Pasaron las doce horas,
Y ella no acontecía.
Apareció ante mí
Un agudo cascarón
Era el Dios abraxas
Fuente de reencarnación.
Salí corriendo a verte,
Pero no te pude ver,
Eras de la serpiente
Y mudaste esa piel.
Traté tomarte el látigo
Del castigo en que caeré,
Pero debemos estar juntos
Hasta Dios quite el por qué.
Me entregaste la manzana,
Y el reloj también,
Ahora somos leyenda,
Y el lector también.