¿De dónde vengo?, pues de donde viene todo el mundo, del vientre de una mujer cuyo nombre es Karelis Silva. Me trajo a la fiesta una madrugada del 24 de abril de 1984 —me cuenta Katy, como cariñosamente llamamos a mi madre—. Abrí los ojos por primera vez en Maracaibo, a las 8 de la mañana y mientras mi padre, Marlon Núñez, alardeaba con sus amigos del tamaño y composición física de su primer hijo, yo iniciaba el camino que me trajo hasta estos treinta y tres años de recorrido.
Foto: Mariela Nava
Desde niño —me cuenta mi madre— pasaba largas horas mirando películas frente al televisor, me cuenta que muchas veces me obligaba a salir del cuarto a tomar un poco de sol o jugar a la pelota con algún vecinito. El cine ocupo buena parte de mi niñez y también mi adultez al igual que los deportes que conforman otro pasatiempo importante en mi vida. Como dice Mariela Nava, mi compañera, «todo lo que tenga un árbitro y una pelota a vos te gusta», sin duda es así.
Estos años me descubren sentado en un rincón de la sala leyendo alguna historia; me hice fanático del cuento. Gracias a un amigo que me presto Bestiario de Julio Cortázar quede prendado a la lectura. Garabateo en pedazos de papel, algún cuento logré escribir, algún poema intente leer luego de tanto ensayo y error.
Descubrí el periodismo por azar y logre ejercer mi profesión en medio del azar. Me convertí en camarógrafo mientras intentaba hacer otra labor, digamos, por suerte o simplemente por azar: tengo el privilegio de recorrer las calles de Maracaibo registrando la realidad o sencillamente una esquina de ella.
Foto: Mariela Nava
Mi deseo, al final, es aprender a contar. Intentar plasmar en un papel las historias que capturo con mi cámara, contar las realidades que pare Maracaibo y que deambulan por sus calles sin que nadie les pare bolas.
Gracias por la bienvenida.
Bienvenido hermano. Nos leemos.
Gracias chamo. Así será
bienvenido hermanazo