Como buenos integrantes de la llamada generación del milenio, estamos acostumbrados a seguir alternativas. Alternativas que más temprano que tarde se vuelven necesarias, pues pareciera que los medios que nos provee el sistema para hacer política parecen decepcionar siempre o, al menos, la mayoría de los casos.
Pero quedémonos por un momento en la pura idea de lo alternativo, muchas veces sinónimo de la idea de independiente. Lo de ahora es leer comics independientes, jugar videojuegos independientes, ver cine independiente, ir al negocio de hamburguesas o pizzas a la leña o alitas de estilo alternativo que acaba de abrir tu amigo hipster, escuchar música alternativa, o como se le llegó a llamar a ese montón de bandas guitarreras de la primera década del 2000, Indie.
Independientes ¿de qué? La mayoría de esas bandas tenían firma con alguna disquera de las grandes. Las alternativas ¿son realmente eso, alternativas?
La modernidad que nos tocó vivir tiene la forma de comportamientos sociales atómicos. Los grandes movimientos multitudinarios han muerto (aparentemente) junto a los grandes metarrelatos que les servían de guía. La ambigüedad, la poca definición que arrastra todo lo alternativo y lo independiente, es también la ambigüedad política e ideológica que arrastra su manifestación en lo político. ¿Kumamoto es de izquierda? ¿Derecha? ¿Liberal? Pero… ¿quién quiere etiquetas? ¿No es algo ya demasiado anticuado? ¿Por qué seguir una ideología?
Una cosa es describir a la sociedad actual como el cementerio de los grandes relatos y que eso sirva para entenderla adecuadamente, otra muy diferente, es proponer que el fin de los grandes relatos es el culmen del progreso, el paraíso recuperado. El fin de la historia, ese utópico futuro post-ideológico, en donde la ideología política ya no es necesaria, sólo se requeriría moldear y perfeccionar al libre mercado global, ese paraíso individualista y ligero es también ideología, es también un metarrelato.
La ideología actual es pues ideología del mercado. Lo alternativo y lo independiente es también una etiqueta, una marca y un discurso que vender. Si sirvió en el comercio, ¿por qué no usarlo también en la política?
Comprar lo indpendiente en política, es lo mismo a comprar la idea de “dile a la partidocracia que estás hasta la chingada de ella”. ¿Se compra algo más que eso? A lo mejor, pero las mayorías de las veces, no. No hay una claridad política tras estos movimientos de reacción ante la crisis de la política misma, es decir, comparten esa crisis de ambigüedad con los políticos partidistas más corruptos.
Y el modelo publicitario ha sido un gran éxito. Los monstruos del mercado político lo han adoptado. Se salen de los partidos políticos y ahora se dicen independientes. Consumir algo independiente es consumir la idea de que al adquirir ese producto se está siendo diferente, que realmente estás optando por una alternativa. Pero se niega ver que sigues en la lógica del mercado. De la misma forma en que se niega ver que el ciudadano de a pie sigue sin tener posibilidad de tomar un puesto público. Los independientes son maquinarias políticas de universidades privadas, de grupos empresariales, de políticos ex-partidistas con aliados poderosos.
Los candidatos independientes son, en pocas palabras, el perfeccionamiento publicitario de la política para que la democracia nunca sea efectiva o directa, la última actualización de la mediocre democracia representativa. En donde sigue siendo una clase y los intereses de ciertos grupos quienes tienen el monopolio político. Es el nuevo mecanismo para no entrar en la polémica y temida discusión de clase.
¿Quiénes son los nuevos votantes? Es decir, ¿quiénes son los nuevos consumidores de discursos políticos? Los jóvenes, esos jóvenes que crecieron con la idea de consumir lo independiente y ahora tienen ese criterio de consumo bien arraigado.
Ante el sistema viejo y anticuado de los partidos políticos, se impone el discurso de lo novedoso, lo innovador, la figura del líder emprendedor, joven universitario, o el señor ranchero que en sus modos parece tan similar a nosotros, o el empresario. Todos ellos modos populistas de un líder. Pero el populismo no se suele asociar a ellos, más bien a un líder de izquierda o de derecha. El liberalismo parece siempre imaginarse a sí mismo en un punto neutro, centrista, ambiguo o simplemente anti-ideológico. Como si todo eso fuera sinónimo de una objetividad técnica fría. Los candidatos independientes tampoco contradicen a la tecnocracia. Al contrario, son su afirmación. Pues el empresario o técnico preparado en la esfera privada da la ilusión de adecuarse más a la toma de decisiones que alguien que viene de una carrera política de favores, demagogia y compadrazgo. Pero el precio que se paga por eso es un conflicto de interés de distintas elites aun mayor o al menos expuesto de forma cínica.
La publicidad tiene aquí el papel de separar en blanco y negro la política. Los independientes son la opción indiscutible y no se puede dudar de ello, los partidos políticos deben ser superados a como dé lugar.
La propuesta Sin voto no hay dinero, no contempló más allá que el impulso casi emotivo de quitarles, como sea, el dinero a los partidos. No contempló, por ejemplo, que es precisamente el PRI quien sigue siendo uno de los más votados y que cuenta con su famoso “voto duro”, por lo cual ellos no perderán mucho. Lo mismo se puede decir del PAN. No por nada el PRI y el PAN no pusieron resistencia a la propuesta de Kumamoto.
Realmente la propuesta es más significativa para impedir que nuevos partidos lleguen a la política. Pues ahora los partidos pequeños tienen menos posibilidades para crecer. Esto puede parecer excelente si pensamos en el Verde o en Nueva Alianza, pero se priva de cualquier beneficio de la duda a partidos próximos. Pero la mayoría de la ciudadanía ve esto con buenos ojos, pues el prejuicio de moda es que todos los partidos políticos son iguales. Afirmación que tiene la misma relevancia que cualquier eructo, una generalización basada en repetir un prejuicio más que ser el producto de un reflexión meditada y racional.
Incluso si admitiéramos que todos los partidos son malos, difícilmente alguien se negaría dogmáticamente a reconocer que no todos son igual de malos. La manera más efectiva de combatir a maquinarias como el PRI o el PAN no es quitándole posibilidades que ellos ya tienen a sus adversarios. Es equilibrando el tablero. Es sorprendente que no exista mayor preocupación por quitarle trabas a los mismos independientes que la que hay por ponérselas a los partidos. Hacer más accesible las candidaturas independientes, para que no sólo lleguen empresarios y expartidistas o, por otra parte, dar un mínimo de presupuesto a partidos de pequeña representación y aplicar el condicionamiento de un presupuesto un poco mayor a los partidos con mayor representación dentro de un porcentaje de toda la población de votantes.
Algo parecido pasaba con la campaña que muchos años emprendió Pedro Ferriz (que por cierto es otro independiente) con el asunto de los plurinominales. Que sin matizar en lo absoluto entre tamaños de partidos, no podía prever que el hecho de quitar plurinominales no impedía que la mayoría del congreso se concentrara en uno o dos partidos, al contrario, favorecía a dicho panorama.
Como sea, no trato de satanizar a los independientes o a propuestas como estas, pues son mejor que nada. Ambas, sin duda alguna, representan una solución (algo mala) para reducir el gasto público y los recursos en puestos y destinos inútiles. Pero toda propuesta debe pensarse a fondo. Y uno como ciudadano que apoya a esas propuestas, no puede acatarlas ciegamente.
Pero si alguien cuestiona de esta manera a Kumamoto es, seguramente, según sus simpatizantes, un priísta o algo peor.
No podemos ser tan ingenuos. Los ciudadanos de a pie, comunes y corrientes, seguimos sin tener un papel relevante o significativo en la política mexicana. Y los independientes no son un cambio a esta situación. Sólo hace falta ver cuáles son sus orígenes. Se debe tener cuidado con no caer en la propaganda anti-ideológica, o mejor dicho, de ideología liberal e individualista donde el movimiento gira en torno a una persona-líder y no en un movimiento de ideales y compromiso político claro y coherente. A veces es bueno ser pragmático y solucionar las cosas sin atender mucho a los principios, pero si se exagera en el imperativo de actuar sin pensar, sin atender a lo ideológico y teórico, caemos en el sistema miserable que tenemos ahora.
Haciendo un juego de palabras con Marx:
Hasta ahora, los jóvenes emprendedores han intentado cambiar el mundo demasiado rápido y sin pensar, de lo que se trata es de pensarlo mucho mejor primero.