Una Pesca Inolvidable… NARRATIVAS DE UN PESCADOR

 Autor: Capitán Alexis Peña

Corrían los años 70, específicamente el invierno del 73, época de muchos cambios.

Los A ’s, la novena de Dick Williams se proclamó monarca de la liga americana  donde este mismo año había comenzado a utilizarse el controvertido bate designado. Recuerdo que en aquel invierno solo tenía 10 años, era estudiante de primaria y todas las mañanas junto con mis amigos Rodolfo, Rogelio, Daniel y mis tres hermanos; Carlos, Giovanni y Cellin, cantábamos aquellas canciones de la radio que eran las número uno mientras caminábamos hacia la escuela, éramos los chicos más valientes, unidos y también fanáticos los Atléticos de Oakland. En esos años también muchos jóvenes mayores que nosotros regresaban de la guerra de Vietnam, desgraciadamente también algunos conocidos no volvieron y otros partieron hacia los Estados Unidos de Norte América a seguir su vida en aquel país. Mis amigos, mis hermanos y yo, nos reuníamos todos los viernes frente  al patio de una casa donde una vez hubo un viejo y gran árbol de Nance, que fue derribado  por la cola del huracán Fifi que entro en nuestro país por aquellos años. Ya reunidos allí con unas varas de bambú, con un cordel de nailon y con un pequeño anzuelo amarrado al final, partíamos hacia un río que pasaba por debajo del puente de la Carretera Transítimica, la cual conecta la Ciudad de Panamá con la de Colón. Era maravilloso caminar por toda la orilla, hacíamos chistes de aquel lindo paisaje,  a lo lejos el ruido de algún camión que pasaba por aquel puente, los árboles con y sin frutas eran nuestros refugios de sombra y una brisa fabulosa. De carnada cada quien sacaba un pedazo de bistec que pudo rescatar del almuerzo, lo hacíamos bolitas, se los poníamos a los afilados anzuelos y los lanzábamos al agua a esperar que algo picara. Recuerdo que mi hermano mayor, Cellin, siempre cogía el primero y Rodolfo lo secundaba con una sardina, eso era lo que pescábamos y algunos peces de colores, conocidos como chogorros.

En una ocasión, mi hermano Cellin no logró pescar nada, pero venia caminando sonriente y le pregunte, Porque te ríes si no lograste sacar ese gran pez que te reventó la cuerda?  Y me contestó,  vistes cuando por casi lo saco? Y le contesté que sí y el me respondió “yo  disfruté solo con que me jalara la cuerda de esa manera…”, Cellin estaba contento inclusive sin haberlo sacado, calló y siguió caminando, los otros amigos venían cansados y con las zapatillas mojadas igual que yo  y con un hambre terrible, comprendí en aquellas palabras que la pesca es para disfrutarla en todo momento.

Cuando llegó el verano del próximo año pescábamos cuatro días a la semana, ya unos desertaron de aquellas expediciones que solíamos hacer siempre, algunos se marcharon hacia el interior, otros se mudaban de casa junto a sus padres y un hermano mío se retiró de la pesca, me  dijo un día que a él le parecía aburrido eso de jalar pescados y que eso no era lo suyo. Pero Cellin seguía allí junto con mi otro hermano y yo, que aun encontrábamos divertido el ir a pescar. Un buen día Rodolfo, Cellin y yo fuimos de pesca equipados con una pailita, un poquito de aceite y sal, ese día contábamos con más tiempo que nunca, ya que llegábamos al río a las 6:30 a.m. A eso de las 10:00 a.m. mi vara dio un ángulo tan perfecto que podía ver en ella una media luna, todos  recogieron sus cuerdas velozmente y quede yo solo con un gran pez en mi anzuelo, que jalaba y luchaba por su vida, fue una lucha tan feroz y tan llena de templones que temía que se rompiera mi cuerda, de repente Cellin me miró y dijo, cógelo con calma disfruta este momento. Aquellas palabras me llenaron de valentía y de alegría, me hablaba mi héroe, mi mentor, mi hermano que tanto me quería. Y por fin el pez se rindió y puede sacarlo, era tremendo bagre de una libra aproximadamente, era la mejor pesca lograda en ese río, el cual pensábamos que solo ofrecía sardinas y chogorros de cuatro o seis onzas. Ese día de lo feliz que estábamos dejamos de pescar y decidimos cocinar aquel raro pez con bigotes. Nadie quiso comer, ofrecía a cada instante y nadie quiso un solo bocado, no sé si era por feo o era que se quedó sin piel al momento de freírlo. De camino a casa volvíamos todos juntos y se vino tremendo aguacero, empapados todos en agua de lluvia y ellos con hambre me decían que apurara el paso, pero yo en vez de venir feliz de mi pesca venía lento y con frío, pero tuve que acelerar el paso de llegada a casa, cuando al fin llegue corrí hacia el baño y pude entender por qué nadie quiso un bocado de mi jugoso pez, afuera reían y se mofaban, nadie celebro mi bagre, solo se reían de la diarrea que pesqué ese día por haberme comido aquel bagre que sabrá Dios que tan contaminado estaba. Y recordé que al pescarlo de la emoción no lo limpie, estaba tan emocionado ese día que ni se me paso por la mente. Dos años mas tarde en ese río ya no se podían pescar, eran aguas contaminadas por las múltiples construcciones y fábricas que vertían ahí sus desechos, se fue secando y hoy en día es un enorme charco lleno de basura; los hermosos árboles no son más que viejos recuerdos con nombres grabados en sus cortezas y para mí, un gran recuerdo de mi primera pesca, UNA PESCA INOLVIDABLE. Hoy en día, 40 años después pertenezco a ese privilegiado grupo de personas en el mundo que podemos vivir de lo que nos apasiona, me dedico a la pesca deportiva, me apasiona este bello deporte y la conservación de los mares. A diario llevo a todo tipo de personas a pescar, pero más que enseñarles a sacar pescados, les enseño a disfrutar la pesca, de lo bello que es el mar, la naturaleza  y lo más importante su conservación, y cada vez que zarpo en mi lancha junto con mis clientes  me encomiendo a Dios para que regresemos sanos y salvos.

Dedicado a la memoria de mi hermano, Cellin René Peña Davis (QEPD), quien a los 49 años de edad falleció víctima de cáncer, pero cuyas enseñanzas quedarán grabadas en la mente de todos los que conocimos y compartimos junto a él en esos días de pesca y aventuras.