Ha llegado el día... ese en que los hombres enseñan sus heridas y adiestran a sus hijos para despiezar hombres desarmados y otros niños peor adiestrados. El día en que todos miran y callan, el de la sangre escondida bajo la negra almohada.
Amanece un día al final de su saga, el que no tendrá noche, ni luna, ni hadas...
Un día amanece entre las nubes altas y torcidas del dinero; sin descanso ni sueño; sin retorno y borracho de odios inyectados.
Amanece el último día de la serpiente del tiempo...
Mas el alba parece mansa,
parece calma, parece alta...
El alba canturrea colores que roba a las flores
que cómplices y felices se los regalan.
Se alza hacia el orto un sol aún manchado de luna no abrasa.
Los pájaros vuelan y los niños alzan sobre sus madres las tiernas miradas.
El viento hace arrullo en las mejillas de las torres altas
y caricias hace en los sillares de los bajos muros.
Se despereza virgen la esperanza,
y ya limpios los ojos hasta hace poco dormidos,
acarician sorprendidos los cambiantes horizontes almidonados...
Se precipita una lágrima anónima y emocionada...
Pero no hay tiempo, ha llegado el día... ese en que los hombres enseñan sus heridas y adiestran a sus hijos para despiezar hombres desarmados y otros niños peor adiestrados. El día en que todos miran y callan, ha llegado el fantasma de la guerra negra que devora los blancos nidos.
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