Cuando de repente y sin saber cómo caí en la cuenta de que mis más altas esperanzas no pasaban de ver alcanzar la felicidad a los hijos, acarrear algún dinero para a duras penas sustentar la casa, dibujar algunos rostros a lápiz y rotulador negro que acababan en una carpeta bajo las sábanas de invierno, y envejecer junto a mi esposo dulcemente y sin aspavientos, un escalofrío surcó esta dolorida espina dorsal y este alma repleta de esquinas insondables...
Había que ser y parecer, había que cumplir con lo pactado, con lo que se debe antes de con lo que se quiere...había que entregar la vida y así lo hice, escondiendo mis escandalosas mentiras y desmanes bajo la alfombra de la eterna callada, la mentira y hasta el vergonzoso olvido. Pero esta vida pronto ya no me pertenecerá más y habré de entregarla de nuevo, del mismo modo que me fue obsequiada, y aún siento haber manchado con mi impronta tan impoluto don.
¿Acaso no la merezco por haber sido como soy, sierva de las esperanzas de los otros y de sus expectativas?
¿Acaso no la merezco por no haber sido lo que quise ser, lo que ya no recuerdo?
Y pienso que:
"Cerrar podrá la vida la sombra del oscuro ave y su vuelo,
graznar las mazmorras llenas de ortigas y los refugiados frente a las armas;
morir podrán los infantes sin pecado ni conciencia de la vida,
y podrán escanciarse los baúles de las esperanzas escondidas...
pero no podrán golpear al sol los puños de los injustos ni sus gorilas,
porque cada mañana, cada mañana iluminará por igual
al grande y al enano y al honrado y al infausto asesino de alma impía,
porque el cielo es uno y grande y techa por igual
sueños de reyes y don nadies, justos e infames;
estrujando en estrecho abrazo tales rencillas".
Merecedora pues he sido de mi vida, haga o deshaga lo que guste hacer o deshacer, al ritmo de cualquier placer o dios o amor; que no todo se ha de tener y no todo se es posible ser en este hermoso circo de la vida.