Al principio, no era que todos los poemas me saliesen con el tema: La terrible pérdida de tiempo y de humanidad que era “El Servicio Militar Obligatorio”, sino, que me hubiese sentido mal de haber vivido una experiencia tan agotadora (en todos los sentidos) y no haberle dedicado, al menos, un par de versos rencorosos.
Por cierto, déjenme aclararles una cosa. Yo casi no pasé el servicio, y digo “casi” porque los pocos días que estuve allí dentro me parecieron años. Al final, este fue mi recorrido: Tres días y medio en la previa, una semana en mi casa, luego una hora en la previa otra vez, de ahí a la parte psiquiátrica del naval (donde hay historias para morirse de la risa) durante alrededor de quince días, otros tres días y medio de vuelta a la previa (donde ya los reclutas no se trataban como hermanos y hasta del agua eran recelosos), me fui sin jurar bandera y después de veinte días de vacaciones empecé en el verdadero servicio, del que me botaron a las dos semanas, no sin antes llevarnos a mí y a tres más a un lugar lleno de militares de alto rango e intentar asustarnos. Hubo como dos intentos más de meterme a la fuerza en el servicio, pero había tanto caos en esas oficinas que al final cortaron por lo sano y me mandaron a mi casa hasta que deliberasen. Las deliberaciones ocuparon el espacio de un año, para ese entonces la mayoría había explotado por corrupción. Y yo terminé (sirva de precedente) estudiando medicina y trabajando socialmente al mismo tiempo.
Como último dato curioso quisiera contarles que “Me libré”, al principio iba a llamarse “Al capitán Millián” que era si no el más hijo de puta, uno de los militares más sádicos de la previa. Nunca he visto un tipo con un carácter tan dispar e incongruente con su apariencia. Era un oriental tan negro y diminuto como un totí. Parecía que siempre se estaba riendo o a punto de soltar una carcajada. Era el vivo retrato de un humorista y no dudo que, de no enlistarse en la milicia, hoy estuviese haciendo chistes en la televisión cubana.
Me libré
De la bota por encima del zambrán.
Del borrego plenipotenciario.
Del demonio del esquema, Aldebarán.
Del achante que tenía por sicario.
.
Del gameto sexual de la ignorancia,
De cualquier proctocolo militar,
De eunucos que vociferen con jactancia.
Y también de la simbiosis postnatal.
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De oír “firmes” o “en su lugar” oír “descansen”.
De preferir el frío a la tibieza.
De saludar batallones cuando avancen.
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De condenar la insurrección y la fiereza.
De prosternarme cuando las piernas se cansen.
Y de habituarme a bajar la cabeza.
Man, que bueno está. Me has recordado la vida del s1ng40 que pasa uno en el servicio. No es fácil...
Genial man.