Claudia, limpita como era, estaba escandalizada, su dildo tenía un suave pero evidente olor a ojete. Y no era al hermoso y bien roto de ella. Fue así que cuando al fin se pudo encontrar a solas con su marido en la habitación ocurrió la siguiente discusión:
— ¿Qué hiciste con esto, Ricardo? — dijo una inquisitiva Claudia mientras sacudía la enorme verga plástica frente a su marido.
— ¿Eh? ¿Qué te pasa estúpida..?
— Esto tiene olor a culo y yo lo dejé limpito, ¿Te volviste a traer otra puta a la casa, hijo de puta..?
— Callate, culitoroto, me llevaste vos a mi trabajo porque la camioneta está rota, y mi gripe está cada vez peor, hace días, estúpida, ¿Cómo voy a..?
— Pero...
Marido y mujer se quedaron callados un momento al darse cuenta al mismo tiempo de quién había estado toda esa mañana y las previas en la casa, y quién era la principal sospechosa.
Belencita tomaba la leche en el comedor mientras tanto, completamente ajena a la discusión de sus papis, pero su colita evidenciaba su travesura de adolescente anal.
— Sos una estúpida — diría Ricardo a su señora, pasando al baño con una leve sonrisa, mientras, preocupado, imaginaba aquello tan impensado: que su nena ya estuviera creciendo y jugueteándose el ojete; en cómo tremendo juguete anal le pudiera haber entrado.
Claudia tragó saliva. Sonrió y se dio cuenta que ese olor a ojete no era otro que el de su nena, su nena adolescente ya hecha mujer, a tan temprana edad — al menos por el ojete, y con un juguete de puta.
Ricardo se pajearía perversamente imaginando la dilatación anal de su princesa.
La joven putita Belencita tomaría toda su leche en el comedor mientras su papi en el baño la imaginaba a su hija bombeándose la colita. Carla anhelaría volver a jugar con su ojete hambriento la mañana siguiente, en compañía de sus amiguitas, alguna anhelada vergota principesca. O incluso antes…
Belencita jugando con sus amiguitas durante las mañanas...
La situación era aún más escandalizante que la que los inocentes padres creían:
La nena se hacía empalar el ojete por sus amiguitas y luego ella a las otras putitas, de igual modo, entre ellas se saboreaban bien el ojete, para alegría inocente de todas, descubriendo sus cuerpos calentitos y hambrientos de verga y leche,
Mientras tanto, Ricardo se pajeaba fuerte y de nuevo ya pensando en ese apretadito ano juvenil. Y Claudia ni se imaginaba lo que estaba ocurriendo, incluso pensaba que ese olorcito a recto sólo era de su hija, y quién sabe cuantas putitas adolecentes habrían pasado por ahí...
Belencita luego de su leche, había salido a pasear a su perrita. Muy pronto volvería y quizás tenga su alegría antes de la mañana siguiente...