A la tercera va la vencida: tal vez la tercera opción es siempre la primera

in #novela6 years ago

No sé cómo se me ocurrió la brillante idea de hacerle caso sobre esto a Alexa, mi mejor amiga.
Ok. Tal vez, no sea del todo cierto. Le hice caso porque estoy cansada de estar soltera, y no estoy soltera porque quiera. No. Estoy soltera porque mi suerte en el amor es nula, cero, nada de nada.
Para hacer un resumen, mi primer “gran ilusión”, porque lo que tuvimos nunca se podría llamar amor, fue un asco. Estuvimos saliendo como por un año, todo bien en ese momento, hasta que tuvo que regresar definitivamente a su ciudad natal y me terminó, un catorce de febrero, ¡¿QUIEN DEMONIOS LE TERMINA A ALGUIEN EN EL DIA DE LOS ENAMORADOS?! Oh si, Frederick lo hizo, pero eso no fue lo peor. Lo peor es que al día siguiente subió varias fotos a sus redes sociales, con una chica, y una de ellas los mostraba besándose en una espectacular cena por el día de San Valentín, y por si fuera poco me entero por un comentario de que tenían más de cuatro años de relación. ¡Ni siquiera tuvo la decencia de bloquearme para ahorrarme tanto dolor!
En fin. A partir de allí ha sido desilusión tras desilusión, fracaso tras fracaso.
Ahora son las cinco de la tarde cuando estoy dentro de mi coche al frente de la cafetería donde se supone debo encontrarme con mi cita. Aunque claro es una cita a ciegas concertada a través de una aplicación telefónica, aplicación que me sugirió Alexa.
Hablando de ella, debería llamarla.
Por obra y gracia del destino hoy recuerda que tiene teléfono y me contesta al tercer repique.
—Hola, amiga, ¿qué me cuentas? Y por favor dime que no estás utilizando el teléfono en plena cita.
—Hola, mala amiga. No, no estoy hablando por teléfono en plena cita. Pero sí estoy encerrada en mi auto justo frente a la cafetería.
—Espera, espera, espera. ¿Mala amiga, porque?
—Porque fuiste tú quien me propuso hacer esto.
—Si mal no recuerdo, eres tú quien quiere salir de la soltería lo más pronto posible.
—Sí, pero no veo porqué tuve que hacerte caso con respecto a esta cita a ciegas.
—Oh, eso. Bueno eso es fácil de responder. Tú sólo sabes escoger a los patanes, imbéciles, buenos para nada que existen, y posteriormente te hacen sufrir.
—Entonces, ¿por qué no me escoges tú a un chico?
—Nah, yo soy muy quisquillosa y a todos les encontraría algún defecto. Mira, estás perdiendo mucho tiempo encerrada en el coche y hablando conmigo. Así que hazte un favor y ármate de valor, entra allí y ten esa cita. Quién quita y esa aplicación logra que encuentres a tu hombre ideal. Bye, boba, te amo.
—Bye, también te amo.
Antes de salir procuro mirarme en el retrovisor y asegurarme que luzco bien. Sip, cabello liso tan oscuro como el ébano, ojos grises como una tormenta, y piel lechosa. Nada fuera de lo normal en mí.
«Ok. Eres Jessica Phipps, una chica independiente de veintitrés años que solo quiere, por una vez en la vida, tener una relación que valga la pena. Si hay alguien que puede entrar allí y conseguir un hombre eres tú.»
Así que sin pensarlo mucho me bajo de mi auto, lo cierro, y con paso decidido me dirijo hacia la entrada de la cafetería.
Y hasta aquí llegaron mis agallas. Porque el solo hecho de abrir la puerta y escuchar la campana me sobresalta. Y es que todos en el local se giran a mirarme, y pues nunca me he sentido cómoda con una multitud mirándome, por lo general me vuelvo “doña torpeza” y cometo alguna estupidez que termina avergonzándome.
«Sólo piensa que están en ropa interior, están en ropa interior»
Aunque claro, repetir ese mantra en mi cabeza no es de mucha ayuda, pues sólo consigue que no note al mesero que se dirige justo hacia mí, provocando que colisione contra él y, como consecuencia, el agua que llevaba en su bandeja se derrame sobre mi blusa. Genial.
—Lo siento mucho, señorita. Déjeme ayudarle.
Alzo la cabeza y termino hipnotizada por un par de ojos verdes esmeralda, hermosos. Y vaya que el dueño también es hermoso, con cabello rapado y piel morena, y por supuesto, rellena su uniforme en los lugares correctos. En vez de ser mesero debería ser modelo.
—¿Señorita? —dice, sacándome de mis pensamientos.
—Yo… ehm…—«Vamos Jessica, usa tus palabras»—Estoy bien. Sólo iré al baño a secarme, quédate tranquilo.
Puedo sentir como todas las miradas me siguen, pero la que más me pesa es la mirada de mi mesero sexy. Sin embargo, no me atrevo a voltear, es decir, “doña torpeza” ya hizo su aparición y me hizo pasar un momento de vergüenza, lo menos que quiero es que vuelva a suceder algo así.
Cuando llego al baño y me miro en el espejo veo que soy un desastre total. Mi blusa, mi hermosa blusa roja de hombros al aire, está completamente mojada en la parte frontal, aunque tiene solución, gracias a Dios era agua y no otra cosa, así que sólo saco un pañuelo de mi cartera y procedo a secarme lo mejor puedo. Mis jeans también tienen salpicaduras, pero no es la gran cosa. Supongo que lo único que quedó a salvo fueron mis tacones negros, aunque claro, son patentes y las posibilidades de que se dañen son casi nulas.
Al salir, y poder observar la cafetería con mayor claridad, noto que el lugar está abarrotado. Los baños quedan al fondo, a la izquierda, así que tengo una buena panorámica desde aquí. He de decir que la cafetería tiene un diseño clásico, sobrio. Si miro a mi izquierda puedo observar la barra de madera pura, al frente se distribuyen por todo el lugar mesas cuadradas, con manteles blancos y sillas de hierro forjado muy hermosas, sobre las mesas hay una decoración muy simple, sólo una rosa roja en un jarrón de cristal. En cambio, pegada a las paredes están las cabinas, estas con manteles rojos, y en vez de una rosa roja hay una rosa blanca. Si miro a mi derecha, al fondo, está la puerta y los ventanales que te permiten apreciar el interior del local. Reconozco que el lugar tiene su toque lindo y romántico, para ser una simple cafetería.
Ahora, se supone que mi cita me estaría esperando en la cabina número siete. Junto al baño de mujeres está la cabina cinco, así que sólo debo caminar unos cuantos pasos y…
Wowww, pero, ¡¿Qué rayos es esto?! Hay dos chicos, idénticos, sentados en ella. Se supone que saldría con una sola persona, no con gemelos.
«Alexa, juro que te mataré.»
—¿Jessica?—gemelo número 1, el de la izquierda, es quien habla.
—Sí, esa soy yo—le regalo una sonrisa, pero aun no salgo de mi asombro—tú eres…¿Liam?
—Sí—tiene una sonrisa encantadora. Le doy un punto por eso—, por favor toma asiento.
Y eso hago, aunque me siento un poco rígida. Su hermano no deja de mirarme, y tiene una sonrisa lobuna que no me gusta para nada.
—Y bien, él es…—insinúo señalado con la cabeza a su hermano.
—Oh, este es mi hermano gemelo—«¿En serio? Casi no me doy cuenta.» Hago un esfuerzo enorme por no rodar los ojos—, Luke. Él pensó que sería una buena idea venir y darte dos opciones. Ya sabes un dos por uno.
—Encantada de conocerte. Luke—le doy un sonrisa forzada.
Por supuesto que la idea de venir los dos fue de él, sus ojos me escanean como si tuviera rayos X en ellos. No puedo negar que son guapos, son rubios con ojos azules, pero no son mi tipo en cuanto al físico. Además, aunque ambos son idénticos, Luke es el único espeluznante.
—El placer es mío. Y más aún al saber que al final de esta cita saldrás de aquí conmigo—vaya que tiene el ego por las nubes. Idiota.
—¿Disculpa?
—Oh, vamos nena. Mi hermano es un tonto, siempre lo ha sido. Yo siempre fui el divertido.
—Lo siento, pero mi cita es con Liam no contigo. Así que… cuéntame de ti, Liam—ahora procuro concentrarme y mirarle únicamente a él. Ignoraré a Luke a partir de ahora.
—Bueno, soy arquitecto. Actualmente estoy trabajando en…
—Vamos, hermano, rara vez sales ¿y lo primero que vas hacer es hablar de trabajo?—lo interrumpe Luke.
—Descuida, Liam, no me molesta. Por favor, continúa.
—Como seguía diciendo…
—¿Quieren algo de beber?—vuelve a interrumpir Luke.
—¡No!—le chillo como respuesta. —¿Podrías callarte por un momento? Intento tener una conversación con tu hermano.
—Ok—contesta Luke, alzando las manos al nivel de su cabeza, en señal de rendición.
Me gustaría decir que Luke se calló la boca y la cita fluyó con éxito, pero estaría mintiendo si lo hiciera. La cita duró dos horas, las dos horas más largas de mi vida, y en todo ese tiempo Luke no hizo más que interrumpir a Liam cada vez que podía.
Al final supongo que Liam se rindió, pues inventó una tonta excusa sobre el trabajo y se fue. Claro, no sin antes abrazarme y decirme al oído un «lo siento», para posteriormente regalarme una triste sonrisa de desilusión antes de marcharse. Por otro lado, Luke me dio un papel con su número de teléfono. Papel que obviamente hice pedazos y ahora se encuentra en el lugar más alejado de mí en la mesa.
Así que aquí estoy, un sábado por la noche, a las siete y media de la noche para ser más específicos, sola, saliendo de una cita que terminó en fracaso en la cual ni siquiera se molestaron en comprarme un vaso de agua.
Esta sin duda ha sido la peor cita que he tenido en mi vida. Ni la opción número uno, Liam, y menos la opción número dos, Luke, fueron lo que esperaba. Creo que comenzaré a creer en la mala suerte, digo, porque sólo eso puede ser la respuesta al porqué no soy buena en el ámbito amoroso.
—Disculpe, señorita, ¿desea algo de tomar o beber?—Esa voz.
No hace falta, pero aun así levanto mi rostro para confirmar que se trata de mi mesero sexy. Definitivamente tiene una mirada hipnotizadora, pues debo pestañar varias veces para salir de mi trance.
—Un café, por favor—consigo decir.
—Ya mismo se lo traigo. Y descuide, no derramaré nada esta vez—dice sonriéndome. Y vaya que tiene una hermosa sonrisa, es deslumbrante.
Lástima que no pueda seguir disfrutando de ella, pues se dirige a preparar mi orden. Mi mesero ya se ganó mis respetos pues, desde que estoy aquí, es el único que ha conseguido sacarme una sonrisa real hasta ahora.
En tan solo diez minutos ya tengo de regreso a mi sexy mesero con mi café.
—Aquí tiene señorita…
—Jessica Phipps—digo rápidamente—. ¿Y tú eres?
—Michael Boyce. Pero puedes llamarme Mike—y allí está su sonrisa otra vez.
—Bien. Gusto en conocerte, Mike—le tiendo la mano.
—El gusto es mío, Jess—al sentir el contacto de su mano con la mía me veo envuelta por una corriente eléctrica muy placentera, como un magnetismo que me atrae a este chico. Y por lo visto él siente lo mismo, pues no podemos apartar la mirada el uno del otro. ¿Es raro sentir eso con un simple roce?
—¡Mike!—la voz estridente de una señora nos interrumpe. Así que nos soltamos y apartamos la mirada rápidamente.
—Esto… esa es mi jefa—explica Mike—. Supongo que hay más mesas que atender. Volveré cuando quieras pagar la cuenta—todo eso lo dice sin mirarme y se va.
Bueno, era muy lindo para que durara.
Tomo mi taza de café y comienzo a darle pequeños sorbos. Aunque lo que más deseo en estos momentos es estar tirada en mi cama, viendo alguna serie de Netflix.
Mi teléfono comienza a repicar, avisándome que tengo una llamada entrante, aunque no tengo necesidad de mirar para saber que es Alexa. Hace semanas que configuré mi teléfono para que cada vez que Alexa llame, suene Bad liar de Selena Gómez, últimamente la escucha mucho y me la contagió.
—Hola, hola—dice una muy cantarina Alexa.
—Te odio—le respondo cortante.
—¡Hey! ¿Acaso hoy es el día de tratar mal a Alexa y no me he enterado?
—No sé, pero bien que te lo mereces.
—Sabes que no soy adivina, así que, por favor, dime qué pasó para que tengas tu actitud de perra.
—Pues simplemente tuve la peor cita de mi vida. En lugar de verme con Liam solamente, estaban él y su hermano gemelo. Fue una tortura.
—¡¿Gemelos?! Aún no veo cual es el problema. Suena bien e interesante para mí.
—Pervertida. El problema es que ninguno llenó mis expectativas, con ninguno tuve química. Liam era un corderito que no sabía qué hacer o decir, y Luke era el típico lobo esperando saltar por su presa—explico, tomando los últimos sorbos de mi café.
—Ok… quiero todos los detalles. Estoy en tu apartamento en veinte minutos. Nos vemos allí.
—Ok, ya voy para allá—cuelgo la llamada.
Coloco un momento mi celular en la mesa para rastrear mi billetera en la cartera. Cuando me volteo para llamar a mi mesero sexy veo que él ya viene hacia mí.
—¿Ya te vas?—es lo primero que pregunta al llegar a mi cabina.
—Sí, me encontraré con una amiga. ¿Cuánto te debo?—vaya, que bueno saber que no soy la única que se queda hipnotizada, porque de la manera en que me mira Mike, me da a entender que no me escuchó sólo por estar viéndome embobado. Rayos. ¿Por qué no pudo ser él mi cita? —Uhmmm—carraspeo—Mike, ¿cuánto te debo?
—Ehm… Nada. Va por la casa.
—Oh, no, no, no, déjame pagar.
—Oye, está bien. Creo que te lo mereces como recompensa por la pésima cita que tuviste.
—Ay, Dios—me cubro la cara con las manos—. ¿Notaste lo mal que me fue?
—Si. Y probablemente la mayoría de la clientela también.
—Ok, supongo que mejor me voy—tomo mi monedero y lo meto de regreso en mi cartera, para luego levantarme y tenderle la mano a Mike—. Hasta luego, Mike. Gracias por… Todo.
—De nada, Jess—Y allí está de nuevo la corriente eléctrica que me recorre la piel con tan sólo el toque de su mano.
«Si eso me hace un simple apretón, ¿qué podrá hacerme…? No, no, no, fuera esos pensamientos, Jessica. Probablemente no vuelvas a ver a este chico. Solo di adiós y vete».
—Chao, Mike.
—Hasta pronto, Jess.

Camino a la salida tan rápido como me permiten mis pies. Porque conociéndome soy capaz de cometer una tontería, dar media vuelta y preguntarle si quiere salir conmigo, pero no, ya basta de citas por hoy. Suficiente tuve con mi dos por uno.
Gracias al cielo llegar a mi edificio no toma mucho tiempo, sólo unos veinte minutos.
Para cuanto estaciono el auto me percato de que Alexa ya está aquí, pues su auto ya está adentro.
Alexa tiene llaves de mi apartamento, como yo del suyo, así que entrar no es un inconveniente para ella. Por eso no me sorprendo al entrar y encontrármela instalada en el sofá de mi sala de estar, con la televisión encendida.
—Ya era hora de que llegaras—Alexa apaga la televisión y palmea el lado disponible en el sofá junto a ella—. Cuéntame todo.
Y eso hago. Cierro la puerta de un sopetón, tiro mi cartera en el piso, y hago volar mis tacones por Dios sabe dónde, para luego tirarme al lado de mi amiga en el sofá y relatarle toda mi pésima cita, o mejor dicho, toda mi pésima tarde.
—Wowww, eso se llama tener mala suerte—dice mi amiga, sorprendida de todo lo que me pasó en unas cuantas horas.
—Gracias, si no lo comentas no lo noto—ruedo los ojos.
—Vamos, no todo fue malo. Conociste a Mike—dice, alzando las cejas repetidamente de forma insinuante.
—Sí—sonrío—. Supongo que fue lo único bueno que me pasó.
De la nada el teléfono de Alexa comienza a sonar con una llamada entrante. Como siempre, ha dejado el teléfono en mesa del comedor, así que se levanta para ir a buscarlo.
—¡Oye, Jess!—grita Alexa desde donde está—¿Por qué me estas llamando?—esto último lo dice ya volviendo al sofá y sentándose en él.
—¿Yo? Yo no te estoy llamando.
—Claro que sí, mira—y efectivamente en su pantalla sale mi nombre como llamada entrante—Voy a contestar.
—No, me vas a gastar el saldo, idiota. Capaz y sólo se activó la llamad…
—Aló… si soy yo…¿en serio?—ahora me mira de manera acusadora—Descuida ella es así de olvidadiza… Claro, ¿tienes donde anotar?... —¡¿Pero con quién demonios está hablando?! —Ok, la dirección es calle Madrid, residencias Río Azul. Está justo al frente de la escuela Humboldt….Está bien, no vemos aquí… Sí, sólo pulsa en intercomunicador y te abriré… Adiós.
—¡¿Con quién rayos hablabas y por qué le das mi dirección a un desconocido?—le espeto.
—Primero, ¿de verdad fuiste tan descuida como para dejar tu celular en la cafetería?
—No dejé mi celular en la cafetería—me levanto en busca de mi cartera para demostrar que mi teléfono está allí. Pero no, por más que busco no encuentro ningún rastro de él—. Ok… tal vez, olvidé mi teléfono en la mesa de la cafetería, pero en mi defensa lo hice porque estaba apurada por llegar aquí.
—Bueno ya no importa, el chico que me llamó lo traerá.
—¿Qué chico? ¿Y cómo se te ocurre dar mi dirección a un desconocido? Podría ser un asesino, o algo peor.
—Jess, no seas exagerada. Además, el chico no es ningún desconocido para ti, créeme—dice, sonriendo lobunamente. ¿Debería preocuparme?
Estoy nerviosa, es imposible que pueda sentarme ahora, ¿quién habrá encontrado mi teléfono?
Gracias a Dios no debo esperar mucho, pues en menos de quince minutos me sobresalto cuando suena el timbre del intercomunicador, indicando que alguien llegó. Por supuesto, Alexa se levanta de un salto del sofá y presiona el botón para abrir la puerta al desconocido.
El timbre del apartamento tampoco se hace esperar.
—¡Ya llegó! —grita Alexa.
Y definitivamente, cuando mi amiga abre la puerta, no me esperaba quien está al otro lado.
—¿Mike?
—Hola, Jess—me sonríe radiante.
Ya no tiene su uniforme. Ahora lleva unos vaqueros, unas botas negras, una franela blanca que se amolda a su cuerpo y una chaqueta negra en sus manos. Gracias al cielo se le ocurrió quitarse la chaqueta para que yo pueda apreciar su cuerpo.
Alexa, quien aún está aguantando la puerta, tarda un rato en salir de su trance por Mike. «Guapísimo» es lo que me vocaliza en cuanto pasa junto a mí para dirigirse a la cocina. Sé que va hacia allá para darme un tiempo a solas con Mike, y en parte porque es un lugar perfecto para escuchar nuestra conversación.
En cuanto veo que Alexa cierra la puerta comienzo a hablar.
—Entonces… tú conseguiste mi teléfono.
—¿Puedo pasar?—es lo que dice.
—Ups. Sí, lo siento. Adelante—le indico que se siente en mi sofá mientras yo cierro la puerta. Luego me siento a su lado.
—Dejaste tu teléfono sobre la mesa, me di cuenta en cuanto arrancaste en tu coche. Ten—dice tendiéndome mi celular.
—Pero… lo que no entiendo es como hiciste para llamar a Alexa. Mi teléfono tiene contraseña.
—Tu nombre no exactamente una contraseña difícil de adivinar—Eso nos saca una carcajada a ambos.
Pero tiene razón, nunca he sido original con mis contraseñas. La razón principal es porque soy muy olvidadiza.
—Así que… sólo viniste a traer mi celular—intento no sonar desilusionada, pero algo en su mirada me dice que fracasé.
—En realidad no—escuchar eso hace que levante rápidamente mi cara para mirarlo—. Verás, el que dejarás tu celular en la cafetería sólo hizo que me motivara a venir y preguntarte lo que no me animé a preguntar antes.
—¿Y eso es?—inquiero un poco más animada.
—¿Te gustaría salir hoy en una cita conmigo?—Wow, eso no me lo esperaba— Ya sé que tuviste dos citas en una hoy, pero ya conoces el dicho, a la tercera va la vencida.
—Me encantaría—digo, sonriendo de oreja a oreja—. Pero, por favor, más vale que como mínimo me compres un vaso de agua.
—Te lo prometo—ahora el que sonríe es él.
—Déjame arreglarme primero.
—Tranquila, así estás perfecta. Pero probablemente quieras colocarte tus tacones de nuevo—dice señalando mis pies descalzos. Mierda.
—Ehm… tienes razón—me rio, nerviosa, buscando mis tacones. Afortunadamente los consigo rápido y me los coloco en tiempo record—¡Alexa! —grito.
—¿Si?—dice, saliendo de la cocina, como si no supiera ya de mi cita con Mike.
—Saldré con Mike. Supongo que te quedas a dormir—digo abriendo la puerta, esperando que Mike salga.
—Claro que me quedaré—afirma ella. Estoy segura que lo hace para escuchar todos los detalles cuando llegue.
Cuando Mike se da la vuelta para dirigirse hacia los ascensores, y ya Alexa no está a su vista, esta me da dos pulgares arriba en señal de aprobación. Hasta yo lo haría, Mike es muy sexy.
No hace falta decir que mi cita con él fue todo un éxito.
Mike es divertido, caballeroso, gentil, sociable, un poco sarcástico, es simplemente… perfecto para mí. Fuimos a la feria que hay en la costa, jugamos en un sinfín de juegos, comimos hasta que nos cansamos. En conclusión, mi cita con él fue todo un éxito.
La mejor tercera opción.
Lástima que la cita terminó y Mike me está dejando en la puerta de mi apartamento, aunque en cierta forma comprendo el porqué. Son las dos de la madrugada, pero en mi defensa, el tiempo con él se me pasó volando.
—Aquí estás, sana y salva. Me gustó mucho salir contigo, Jess—juro que esa sonrisa va a acabar conmigo.
—También me gustó—digo, abriendo la puerta y girándome de nuevo hacia él—. Mejor dicho, me encantó.
—Jessica, ¿sería muy pronto para pedirte otra cita?
—Para nada—trato de ocultar mi sonrisa, pero fracaso—. Me gustaría volver a salir contigo el día que quieras.
—Genial—dice, pero algo en su mirada cambia. Poco a poco se comienza a acerca a mí—¿Y… Habría algún problema si te beso? Porque de verdad, desde que tropecé contigo, lo único que quiero es besarte.
Jadeo ante su confesión. Más que todo porque es exactamente lo que quiero desde que lo vi.
—También quiero que me beses.
Y esas son las palabras mágicas, pues apenas decirlas Mike me acorrala en el marco de la puerta y devora mi boca. Me besa como si para él el hecho de respirar dependiera de ello, como si fuera la última gota de agua en un desierto. Una de sus manos va a parar a mi cintura, mientras la otra la enreda en mi cabello. Yo no me quedo atrás, tomo su cuello para acercarlo más a mí. Nuestras lenguas bailan una danza, nuestras manos vagan por nuestros cuerpos, y nuestra respiración es una locura total.
Cuando toqué su mano en la cafetería dije haber sentido una electricidad recorrerme entera, pero este beso es más, mucho más. Con este beso siento cómo intercambiamos esa energía, cómo la compartimos. Siento cómo una energía placentera va creciendo dentro de mí y poco a poco comienza a alzarse con ganas de salir.
Lástima que Mike rompe el beso. Aunque por lo que veo está afectado, pues su respiración aun es irregular.
—Es mejor dejarlo aquí, Jess—comienza, tomando un poco de aire para regular su respiración—. Quiero salir contigo y hacerlo bien. Si es posible tener una relación seria, porque la energía magnética que me atrae hacia ti no la he sentido con nadie antes, y eso quiero decir algo. Pero seguro como el infierno que si seguía besándote era capaz de cargarte y llevarte a la superficie más cercana para hacerte mía.
—Oh—es lo único que soy capaz de decir. Su confesión me ha dejado muda, pero muy excitada y ansiosa porque suceda.
—Hasta pronto, Jess—se acerca a mí y besa mi frente. Debe agacharse un poco, pues con mi metro sesenta y cinco contra su metro ochenta y cuatro, debe hacerlo. Y así, sin más, da medida vuelta y se va a llamar el ascensor.

—Hasta luego, Mike—lo saludo con la mano antes de que las puertas se cierren.
Es increíble cómo lo que pensaba era el peor sábado de mi vida, terminó convirtiéndose en el mejor.
Lo que fueron sábados, se convirtieron en meses, y los meses se convirtieron en años. Años de momentos maravillosos, felices e inolvidables, momentos que hicieron que nuestra relación se fuera fortaleciendo cada vez más.
Actualmente llevamos dos años y medio de relación, y debo decir que soy la mujer más afortunada. ¿Quién diría que Alexa tenía razón y al final aquella aplicación de citas logró que encontrara a mi hombre ideal?
Estoy sentada en el sofá, con mi laptop, cuando Mike se sienta a mi lado y pasa su brazo sobre mis hombros.
—¿Qué haces, muñeca? —pregunta, curioseando el documento que tengo abierto y en el cual estaba muy inspirada escribiendo.
—Nada importante. Sólo escribo un relato de cómo conocí al amor de mi vida—volteo mi cara para verlo y le planto un pequeño beso en los labios.
—Pues más te vale y ese sea yo—sonríe burlón—. ¿Colocaste lo sexi que soy?
—Claro que lo hice—digo rodando los ojos.
—¿También escribiste lo bueno que soy en la cama, haciéndote el amor? —eso lo me lo dice al oído, con un tono seductor.
—No… yo no…—tartamudeo un poco nerviosa. Ya sé lo que vendrá cuando él utiliza ese tono conmigo—No veo porque deba colocar eso.
—Quizá…—me quita la laptop de las piernas y la coloca en la mesa de café frente al sofá—debería hacerte cambiar de parecer—Oh Dios, allí esta su sonrisa lobuna. Tan sólo verla hace que una corriente de placer recorra mi cuerpo.
—¿Y…cómo planeas hacer eso?—digo, haciéndome la valiente.
—Primero, debemos ir a nuestra habitación—no ha terminado de decirlo cuando ya se ha levantado, llevándome con él sobre su hombro.

“Nuestra habitación” que bien suena. Hace un año que Mike se mudó a mi apartamento. Por supuesto que al principio se negó porque quería ser él quien comprara un apartamento o una casa para ambos, pero al final se rindió, pues yo insistí y le dije que ese dinero podíamos usarlo para remodelar o para algo más. En conclusión, tuvo que aceptar.
—Y segundo—continúa cuando llegamos a la habitación, lanzándome a la cama—, ropa afuera. Quítate todo—esto último lo dice quitándose el pantalón deportivo, no lleva camisa así que deja poco a la imaginación. Además, está de comando, es decir, cero ropa interior. Aunque su ventaja no evita que me quite la ropa en tiempo record y rápidamente quede tan desnuda como él.
Mike es un hombre digno de admirar. Tiene un cuerpo bien definido, musculoso pero no al extremo, está firme en los lugares correctos. Eso sin mencionar que está muy bien dotado.
—¿Hay algo que te guste?—pregunta al ver que no despego mi mirada de su paquete. Y no hablo de su paquete de abdominales.
—Veo algo que amo y me vuelve loca—digo lamiéndome los labios, y mi respiración volviéndose irregular cada vez más.
—¿Ah, sí?—comienza a gatear sigilosamente hacia mí en la cama. Como un depredador—Permíteme demostrarte cuan loca te puedo volver.
Y tal cual un depredador lanzándose hacia su presa, Mike se lanza hacia mí y comienza a dejar un rastro de besos y pequeñas mordidas por mi cuello, me recorre el cuerpo con las manos, y con sus piernas se hace lugar entre las mías para comenzar a torturarme con la parte de su anatomía que me vuelve loca. Pero yo no me quedo atrás, comienzo a besarlo por el cuello y lo persuado hasta llegar a su boca y devorarlo, con mis manos recorro y aruño su espalda, hasta parar en su trasero y apretarlo.
Eso es como un detonante para él, pues de una sola estocada se introduce dentro de mí, y comienza con su bombeo tortuoso que hace a mi cabeza dar vueltas y vueltas. No se necesita de mucho tiempo para que algo en mi interior se vaya formando, algo con lo que estoy muy familiarizada desde que estoy con Mike. Y sé que a él le pasa lo mismo, pues nuestros movimientos se convierten en algo más salvaje, más frenético, y eso me encanta.
En poco tiempo me veo explotando en placer, toda esa energía que se estaba acumulando dentro de mí sale a la superficie. Yo gritando el nombre de mi amado, y él gritando el mío.
Al finalizar él se tumba a mi lado y me atrae hacia él en un abrazo. Coloca un brazo alrededor de mi cintura, y yo sitúo un brazo y una pierna a su alrededor.
—¿Sabes?—comienzo una vez que he recuperado la respiración—, tal vez tengas razón y coloque lo grandioso que eres en la cama en mi documento de Word. Todos deberían saber el gran hombre que me gasto.
Eso ocasiona que una gran carcajada salga de él.
—No sabes cuánto te amo, Jess—dice besando mi frente.
—Claro que lo sé, me amas tanto como yo a ti—le respondo depositando un dulce beso en sus labios.
Aquel día en que conocí a Mike, él terminó siendo mi tercera cita, mi tercera opción. Pero, tal vez la tercera opción siempre es la primera, porque en eso se convirtió Mike, en mi primera opción. Y es no va a cambiar.

FIN.

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