Marta Gómez y mi sueño de tocar almas

En el 2014 tuve una aparición auditiva que se convirtió en una de las mayores inspiraciones de mi (adolescente) vida artística. Bajo una tarde lluviosa, por un enlace en el que me etiquetaron en Facebook, pude encontrar la voz que cambiaría el rumbo de mis anhelos. Era Marta Gómez, junto a otras artistas de alta talla, cantando Manos de Mujeres. A partir de ese momento, Marta ha sido mi principal musa y norte para identificar qué quiero alcanzar en la música, en las letras y en cualquier camino donde el arte sea el Dios y el medio para despertar las emociones, la consciencia y la belleza.

Para quien no ha tenido la dicha de escucharla y saber de ella, Marta Gómez es una cantante, compositora y músico colombiana. Nació en Girardot, creció en Cali, se desarrolló como músico en EE.UU y actualmente reside en el viejo continente, específicamente en la ciudad de Barcelona. Ha tenido nueve discos de estudios, numerosas colaboraciones en producciones discográficas y merecidos reconocimientos en el mercado de la música. Es madre, esposa, lectora apasionada y un alma sensible que esparce magia con el hálito de su voz, sus letras y su presencia Latinoamericana. No sólo le ha cantado al amor, a la paz y a las historias que merecen ser contadas, sino que se ha dedicado a ser una voz melodiosa para el alma de los niños. No tiene el reconocimiento de Beyoncé, pero cuenta con un público leal que la aplaude, lagrimea sus canciones y solicita su presencia en uno que otro rincón del planeta para llenar cualquier corazón de fe.

En lo personal, siempre me costó asumirme como cantante; apenas puedo decir que lo estoy haciendo. Sin embargo, cuando Marta surgió en mi vida como una epifanía, me regaló el horizonte de mis sueños. Ahora que la vida me regaló la oportunidad de encarnar su país, puedo entender más que nunca su necesidad de ser una voz para la paz y la dulzura tan peculiar que heredó de esta tierra tan noble. Desde entonces, uno de mis grandes anhelos es conocerla, que compartamos escenario y tomarnos un capuccino en alguna callejuela de Barcelona para hacerle la entrevista más amistosa que haya hecho.

Marta me regaló una pieza de mi rompecabezas y siempre le daré el lugar que merece en el mundo de mi inspiración.

Qué un Ángel me escuche y pueda llegar a tocar almas como ella tocó la mía.

¡Siempre gracias!