El caos que corroe a la antigua gloriosa República de Venezuela, ha logrado destruir atomizando inmisericorde el fundamento esencial de toda sociedad; la familia. He aquí la punta de iceberg, en lo que respecta al “Reino Animal” de nuestra historia.
En el "por ahora" penúltimo viaje –siempre es el penúltimo- en busca de paz y libertad, que de san Cristóbal en Venezuela, a la ciudad de Cúcuta en Colombia, hemos hecho mi Padre Jose, mi Madre Jesusa, mi hermana María Isabel con sus hijos (mis sobrinos) Juan y Jesús y quien suscribe, para pasar como penitentes, a pie y en procesión, la frontera desde el cementerio de San Antonio, último recodo en Venezuela, y hasta donde se puede llegar en carro, para continuar luego a la parada en Cúcuta... valga decir, más o menos unos dos y medio kilómetros en marcha forzada, -ajetreo que se realiza cada vez que mudamos algo, pues el paso está restringido a lo que se pueda llevar en maletas o bolsos de mano-, ¡les tocó hoy el turno a los gatos!!!
Cuatro (4) mininos conforman el plantel: llamados por orden jerárquico, "Gato" que es blanco, de corona negra y cola amapachada, (parece de mapache, quiero decir) y que es fruto del año rural como médico, de mi hija Laura María en el pueblo de La Sabana, en el litoral venezolano, donde lo encontró y adopto sin más ni más.
Le sigue "Otto", hijo del prenombrado y que es de color negro pardusco y blanco, es un alma de Dios ese minino.
Contrapuesta a Otto, encontramos a "Nena", de pelambre color café, que de nena no tiene nada pues es una gata con problemas psiquiátricos, en fin, ella es propiedad de mi hermana María Isabel.
Valga acotar que por familia, somos dados a favorecer de una u otra forma a cuanto animalito podemos; de modo que, no nos fue extraño cuando cualquier día, María Isabel se presentó en casa obsequiándonos un pequeño gatico de color amarillo que había encontrado en la calle mientras de su trabajo retornaba al hogar. ¿Qué nombre?, preguntamos, Chiquitín (en ese momento le venía bien) y así se quedó; resultó rapaz y temperamental el redimido, además de comer como un inodoro de hoyo… ¡insaciable!, perseguía en verdaderos estallidos de amor a sus congéneres… ¿?... pero como dice el dicho, cada uno es cada uno y cada uno tiene sus cadaunadas.
Ah, la gata es siamés... o fue, pues ahora parece una rabipelada; según diagnóstico clínico, por problemas de stress, y esto no es broma, los animales sufren como nosotros los humanos.
El cuento sigue así: jesusita, en una bolsa de tela impermeable, cargó a Otto, que, dicho sea de paso, pesa como 7 u 8 kilos. María Isabel en otro bolso a Nena, su gata, Juancito, mi sobrino mayor carga a Gato en su morral de estudiante y Jesusito el menor, a Chiquitin; chiquitin de nombre, en una cartera de tela.
Cada quien, sin más nada, llevan en sus bolsas gatos en estado de ebriedad; esto quiere decir, para quien no lo sepa, que es como acompañar a un borracho necio y molestoso a la casa. ¿por qué? pues cargar felinos cuesta un mundo y para lograrlo, nada mejor que doparlos, otra faena que amerita escrito aparte.
Bueno, pues resulta que... ah, y mi padre cuidando el carro, pues si se deja en estacionamiento lo desvalijan, y si lo dejamos solo, al volver, ya no está. En fin, como les decía, mi familia humana, y felina, inician la procesión entre "métale la cabeza", "cuidado que se le sale”. Empújelo, y otras palabras mágicas.
En esta cacofonía (pues resultaban ininteligibles para su entorno los comentarios) transcurría el desande, cuando de pronto, salvado ya el obstáculo de la guardia pretoriana, quiero decir, venezolana, y, a solo metros de migración colombiana jesusita grito: ¡uy se salió!... ¡no mamita! -replica María Isabel-, ¡se rompió la bolsa!… ¡no puede ser posible Dios mío... (responde Jesusita) justo acá!! … ¡hay… ¡haga algo mijita… ayúdeme a levantarlo!
Y allí, en plena vía, de canto a canto, con más pinta de pantera que de gato, se encontraba un felino enorme tirado como un tronco; jesusita ayudada por María Isabel lo recogen, y la vieja Jesusa lo acuna en sus brazos como a un bebe diciendo: ¡conchale vale arrópenlo con la bolsa!… La gente reía y comentaba: "hasta los animalitos sufren en nuestra triste Venezuela"… no joose… se trajeron hasta el gato”,
Finalizando la historia les cuento que, en ese ínterin de tiempo, ante la sorpresa y angustia generada por el suceso, quedo mi gente como la caravana "de los cuatro pasos”; en la famosa procesión de Semana Santa en Sevilla, España; valga decir: La Macarena, Jesús el pobre, El Cautivo y La Virgen de la esperanza trianera… como en parada de esquina; sin saber qué hacer, y sin rezo a la mano.
Por la mente de todos los míos pasaron la imagen de migración deteniéndolos y devolviéndolos pues es prohibido trasladar animalitos, (esto es ley…) pero como ustedes saben, Dios no desampara a ninguna de sus criaturas, y cubre el universo entero. ¡Nos dejaron pasar! (me enviaron en mensaje de texto), ¡Qué alegría; ya en casita! ¡luego hablamos!
Scripta Manent.
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