La ciudad, el estrés, el trabajo, todo eso y más me llevó al punto de querer tomarme unas largas vacaciones, no soportaba ya el tráfico, al idiota de mi jefe, regresar a mi silencioso apartamento y seguir la rutina día a día sin observar mayores cambios.

Cuando compré el pasaje de avión me sentí muy emocionado y al llegar a la playa me sentí libre, invencible, afortunado.

Me encanta, el clima es perfecto, el hotel es espectacular, las personas amables, la comida una exquisitez. Paso mis días entre salones de masajes, la playa, el restaurant y la cama, no puedo creer que pueda ser tan relajante y satisfactorio estar en este resort.

Ayer conocí a la chica de mis sueños, se llama Amanda, ambos coincidimos en todo, terminamos las oraciones del otro, nos reímos a más no poder, me cuenta su historia, sus sueños y yo hago lo mismo. Realmente esto es la felicidad, algo que creía inalcanzable, incluso una fantasía, un imposible, una utopía.

Lo único que realmente me molesta son las noches, hay algo en mi habitación que no he logrado definir, es como una presencia que me inquieta y da las peores pesadillas. Últimamente me levanto a mitad de la noche en una cueva, desnudo, sucio, cubierto en sangre seca y herido, como puedo logro salir y sólo veo cadáveres, partes de cuerpos a medio comer y a mi amada Amanda recostada contra una palmera, pero es sólo la parte superior de su cuerpo.

Me despierto y regreso a mi paraíso…

Concurso de Microrrelatos de Terror #MicroTerror256

Por: Luis Colmenares