Dios ve nuestra vida como una sucesión de temporadas: la temporada del desierto, de la llenura del Espíritu, de bailar, de reír, de llorar, de amar, de perder, de callar, de hablar, de guerra, de paz… donde cada temporada cumple un propósito en nuestro crecimiento espiritual. Por lo tanto, es importante identificar la temporada en que estamos viviendo, para evitar aferrarnos a una temporada vieja, a una relación que nos asfixia, a un trabajo que nos mantiene estancados, o a un lugar que nos impide crecer. Aprendamos a soltar para recibir lo nuevo, a dejar completamente atrás las cosas viejas, arriesgándolo todo con una fe inquebrantable en el Señor.
Eclesiastés 3
Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH)
Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso[a] bajo el cielo:
Tiempo de nacer[b], y tiempo de morir;
Tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
Tiempo de matar, y tiempo de curar;
Tiempo de derribar, y tiempo de edificar;
Tiempo de llorar, y tiempo de reír;
Tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar;
Tiempo de lanzar piedras, y tiempo de recoger piedras;
Tiempo de abrazar, y tiempo de rechazar el abrazo;
Tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido;
Tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
Tiempo de rasgar, y tiempo de coser;
Tiempo de callar, y tiempo de hablar;
Tiempo de amar, y tiempo de odiar;
Tiempo de guerra, y tiempo de paz.