Es impresionante como la vida te hace jugadas que aunque te las esperas no puedes superar, es algo impresionante como existen personas especiales que sin tener lasos sanguíneos contigo son capaces de colarse en tu corazón y perpetuarse en él como las estrellas se perpetuán en el cielo. Lo que ya dejo de ser increíble pero sigue siendo muy triste es ver como esas personas se alejan de ti y entiendes que a veces un querer no es suficiente para cambiar las cosas, al menos no de forma inmediata, entiendes que uno no tiene varita mágica que hace aparecer y desaparecer las cosas a tu capricho y antojos. Son cosas que entendí, son cosas que viví y ahora son cosas que pienso compartir.
Ya eran meses los que había tenido para prepararme para la partida de aquella familia en la cual sin siquiera darme cuenta había formado parte, quizás no compartíamos lazos sanguíneo pero compartíamos algo que considero más relevante, compartíamos una amistad la cual se había convertido en una hermandad, eran personas con las cuales había experimentado tantas vivencias, enojos y felicidades, con los que conocí un poco de amargor pero sin dudas goce del dulce néctar de la felicidad, fueron sin dudas el tipo de personas que me hicieron crear mi idea inamovible de los amigos, aquel tipo de personas que si te descuidas podrías no verlas entre el resto.
Todos mis fines de semana eran días de compartir con amigos por así decirlo puesto ya los consideraba familia, pero aquel sábado era algo diferente, ya no era el mismo gozo, ya no sentía la misma felicidad era como si me fuesen dado sentencia de muerte y estuviese asistiendo a mi última audiencia antes de sentarme en la silla eléctrica. Mis pasos eran lento, se notaba mi falta de interés de enfrentarme con aquella realidad eminente que estaba próxima. El humano es una especie masoquista, somos los únicos que celebramos hasta nuestras tragedias, fue lo primero que pensé al tocar la puerta de aquella casa que nos había brindado resguardo cada fin de semana cuando nos reuníamos religiosamente a compartir, pero que hoy seria testigo de la última reunión de aquellos que se habían vuelto familia.
Era una casa un poco descuidada en la parte de afuera, rejas blancas pero un poco opacas gracias a la situación económica que azota al país, estas daban a la calle y delimitaba su parte de enfrente, luego seguía la fachada de la casa la cual era de piedra y frente a él se posaba un porche de concreto solido adornado por una palmera que se extendía y parecía darte la bienvenida a aquel lugar, y desde la calle se podían observar 2 ventana panorámicas que daban poco espacio a la imaginación puesto mostraba casi todo el interior de la casa, una puesta en la sala y otra situada en la cocina.
La reunión fue amena, todos compartíamos, nos encontrábamos las mismas personas de todas las semanas más 2 de las novias de algunos de mis amigos, fue algo muy personal, podías percibir en el ambiente el sentimiento de alegría que trataba de enmascarar aquella profunda tristeza que nos inundaba a los presentes, todos bajo la sombra de aquella despedida que estábamos celebrando. Pero el sol no se puede tapar con un dedo y la madrugada nos volvió más sinceros; llegada la 1 de la madrugada se podía sentir como campanadas que anunciaban el final y las palabras empezaron a fluir como agua en el río, uno a uno dedicamos palabras a esa despedida las cuales hacían rodar por nuestras mejillas lágrimas de indignación y tristeza, todas las palabras fueron cortas hasta que llego mi turno y no pude disfrazar mis pensamientos, ni inventarme algo súper genial que fuese digno de admiración, simplemente deje fluir todos mis recuerdo desde el día que los conocí, mientras luchaba en mi interior por ahogar mi llanto, pero mi cuerpo no podía obedecer a mi cerebro perdió el control y como si de un motín se tratara las lágrimas salieron a relucir.
Suspire mientras seguía con mi monologo de recuerdos, tratando de expresar mi gratitud y mi amor por esas personas pero aun mas, luchaba por despedirlos con una sonrisa como era correcto, pero como extinguir todo aquel dolor de ver a personas tan especiales marcharse y como suprimir todos los sentimientos que vibraban por mis ahijadas las cuales se incrustaron en mi corazón, como poder aceptar que no habría lugar donde llegar los fines de semanas y verlas con una sonrisa, que aquella casa que nos acobijaba pasaría a ser un cascaron vacío sin quienes la habitan, como explicarles que esta despedida quizás fuese demasiado larga para nuestros corazones y como poder explicarme a mí mismo que ya no las tendré cerca para acurrucarlas en mis brazos cuando las saludara, como decirle a mi corazón que estaba próximo a perder un pedazo de él y quienes se lo llevaría serían aquella familia que lo complementaban. Y seguí hablando hasta que ya no pude pronunciar ni una palabra más, y tuve que decirle a mi egoísmo que otros debían también expresarse aunque así no lo quisiera.
Terminadas las palabras nos encontrábamos todos sentado empapados en nuestros pensamientos mientras que de fondo se escuchaba una canción que como estaca nos penetraba a los presentes, pero nadie se atrevía a quitarla, nadie se atrevía a quejarse, nadie se atrevió a interrumpir aquella melodía que triste terminaba de decir lo que ya no podíamos pronunciar, la canción que expresaba que ellos siempre serían "nuestros amigos fieles"
Esta fue la última reunión que tuvimos en aquella casa, desde ese día el solo pasar por las cercanías de ese lugar y ver la sombra de lo que fue y de lo que ya no es nos sigue agobiando y golpeando nuestro corazones. Una de las vivencias que no termino acá, puesto esta solo fue la última audiencia, aun falta aquella despedida, aun falta la ejecución de nuestros corazones, el hasta el luego que ser tambalea entre la verdad y la mentira.
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