Del árbol de la ciencia- Verosimilitud, pero no verdad, apariencia de libertad, pero no libertad: gracias a estos dos frutos, el árbol de la ciencia no sufre el peligro de ser confundido con el árbol de la vida.

Friedrich Nietzsche

Disciplinas, teorías, hipótesis, razonamientos, y reflexiones… en fin, elaboraciones del pensamiento humano, cada una de ellas trata de darnos seguridad. Seguridad de lo que hacemos, queremos y tenemos. Bien sea desde el hecho de salir a la calle a caminar hasta idear la cura de alguna enfermedad, pensamos y conceptualizamos para acercarnos a esa verdad.

Así como en muchos casos, logramos coincidir con ella, muchas otras solo logramos rozarla o ni siquiera verla. La religión y la ciencia han proporcionado herramientas para asegurar nuestro camino. De ello que, las palabras y las metodologías jueguen en el tránsito a la deseada certidumbre un papel determinante. A ello que, los dialécticos de la antigua Grecia -por hablar de unos de los más conocidos en occidente-, fuesen rigurosos en el hecho de definir lo que es, de lo que no es y en ese sentido, lo cierto de lo falso, y lo seguro de lo inseguro.

Un largo debate ha sido trazado en este importante tema que del conocimiento nos hace libres o certeros…. Para ello ¿qué papel juega la palabra y el método? Siguiendo por la tradición logocéntrica, para ambas diría que determinante, ya que, verdad es un concepto, y solo es, en cuanto corresponde con él mismo a partir de un procedimiento.

Pero, separándonos de esta escuela, en el hecho material, ¿podemos pensar que somos libres solo a partir de la conceptualización de la misma? Pienso que no, los conceptos así como las palabras son herramientas que tenemos para describir la realidad, el mundo y la vida, sin embargo, la vida y las palabras y metodologías más que demostrar coincidencias muestran sin cesar diferencias. A ello que el árbol de la ciencia así como el árbol de la vida no puedan jamás confundirse.

La vida pareciera no poseer la ‘objetividad’ científica que la lógica, y la racionalidad manejan. Los sentidos, la cercanía y la subjetividad que la ciencia convencional ve con malos ojos, pueblos originarios de casi todo el mundo veían como mejor forma para vivir en él, el ir de la mano de la vida.

No obstante, dar el salto a la vida de los sentidos pareciera no ser un ejercicio sencillo, a ello que reconocer al mundo como un ser vivo se convierta en una urgencia cuando vemos que en nombre de nuestra ‘seguridad’ vamos acabando progresivamente con el hogar que nos da todo lo que necesitamos.

Aunque este pequeñísimo escrito solo roza a Nietzsche, siento que el haber exaltado éste los sentidos sobre las intrincadas marañas de nuestro pensamiento moderno se hace pertinente el hecho de colocar ante el crédito de la razón nuestro sentir.