Algunas de las mejores Historias comienzan mostrando imponentes y majestuosos paisajes. El bosque de piedra en Shilin, las cataratas del Iguazú, las aguas termales de sangre en Japón, o grandes ciudades como New York, el romántico París, los suburbios de Nueva Delhi. Lugares ricos en cultura, fuentes de abundantes historias con una mixtura a veces compleja y a veces simple de personas, colores, aromas, sabores; y pues, siguiendo esta línea de ideas, facilmente puedo recrear una interesante receta, para el deleíte de un paladar que quiera degustar en letras el lugar en donde vivo.
Graduando esta cocción a 32º centígrados, temperatura propiamente tropical, me encuentro en la ciudad de Cumaná, una de las ciudades costeras de Venezuela, admirada por muchos, olvidada por otros, y denigrada tristemente en su mayoria por las personas en la que en ella habitan. Sea cual sea la opinión, con razones o sin ellas, todo se concluye que es cuestión de gusto, y para mí Cumaná es de esas comidas hechas en casa, en la que gustosamente pides que te sirvan otro plato.
Cumaná no es un café latte que puedes disfrutar en algún centro comercial acompañado con conversaciones de economía u hojeando entre amigas las paginas de alguna revista de modas antes o después de algunas compras, o de algun salón estético. Es mas bien ese guayoyo en tazas de losa, que disfrutas en la comodidad de tu casa.
Hablando de la gente que vive aquí, podemos crear un delicioso guiso de muchos colores, con ingredientes tan únicos de la zona como el ají, un poco picante, un poco dulce, un poco fuerte y algo ácido. Hay personas como las cebollas, y no me refiero por las capas, sino porque dan ganas de llorar su manera de ser o de pensar. Aquí viven amigos que indistintivamente de que los conozca desde la infancia o hace una hora, son tan indispensable como la sal y la pimienta para resaltar el sabor y el gusto que tengo por la vida.
En pocas palabras y con un sazón criollo se puede decir que Cumaná es un lugar cotidiano y que para muchos es aburrido. Tomando en cuenta los avances tecnológicos, sociales, urbanos y culturales, esta ciudad da brazadas de ahogado en un mar de adelantos y desarrollos de toda índole, pero como dije en un principio; es cuestiòn de percepción. Siempre he dicho que la alquimía es la metáfora perfecta en ver de oro lo que para otros es plomo.
Quizás la mayoría de los cumaneses, y me gustaría estar errado, les sería un exòtico deleite disfrutar un cremm brule junto a un espumante bien frío en algún lugar parisino, sólo porque suena "costoso y fino". Pues dejando la modestia a un lado, les diría que los franceses tendrían un orgasmo gastronómico si probaran mi natilla de vainilla con un praliné de almendrones, sobre una cama de catalina, flambeado con licor de ponsigue, junto a una infusión bien fria de flores de cayena y limón.
Mientras viva aquí, la sal serán finas rocas de oro, mi corazón de papelón y por mis venas correrá el onoto.
Me sentí muy identificado con tu relato, la verdad es que cada palabra que dices es muy cierta.
Gracias hermano, me alegra que te sientas identificado <3
Qué bien te expresas, qué talento para escribir, sigue así. Nunca he ido a Cumaná aunque con tu post ganas no me faltan, sus playas deben ser geniales como las que hay por acá (Soy de Falcón)
Gracias por tus palabras, y a mi me gustaría visitar en algún momento Falcón.
Demasiado linda la forma en que te expresas de nuestra ciudad, yo también la veo y la siento así, cálida y abrazadora, como pasarse la tarde escuchando los cuentos de una abuelita.