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Aprendí a tomar café en el año 1998, como se aprende las cosas que acompañan los momentos relajantes y despreocupados de la vida, entre amigas, unas primas que me llevan más de 25 años de edad.
Antes no lo tomaba con regularidad puesto que, por alguna razón, mamá - gran artífice de un buen porcentaje de creencias en mi vida, no lo consideraba saludable.
Entonces estaba desempleada, y en mi tiempo libre, acompañaba a mis primas Alexis Marina y Nelly Morales a distribuir productos comerciales, visitar clientes e inventariar mercancías. Por tales motivos siempre me compensaron con su cálida amistad - una que me animaba y me hacía sentir acompañada, algunas cervezas, comida rápida, y el gratificante aroma del café en cada una de nuestras conversaciones.
Un café negro, colado en manga, con algo de azúcar, servido en unas pequeñas tazas plásticas o pocillos. En Maracaibo normalmente usamos el vocablo pocillos para referirnos a esas tacitas
Nos tomábamos uno o dos pocillos de café todas las tardes que compartimos, en el porche del frente de la casa de mi tía abuela Leonor, allí se recibían vecinos y amigos, y siempre que alguien llegaba, salía la bandejita con el pocillito para cada uno. Entonces alrededor del sabor dulce amargo y el rico y del fuerte aroma, se cultivó la amistad y la familia.
En el año 2000, al formar parte de la sala de prensa del Consejo Legislativo del Estado Zulia en Venezuela, catalogué el café como una bebida fundamental para impulsar y hacer eficiente los procesos de trabajo.
Andry, coqueta tomando café
Sólo imaginen: Personas acudiendo a actividades legislativas y políticas y narrando los hechos acontecidos para enviarlos a los periódicos todas las mañanas y parte de las tardes, sin hacer un alto. Sin recordar que la casa de la vida tiene sus ventanas. O piensen en personas con distintas opiniones conviviendo en un ambiente laboral que lidia con lo político, sin conversar o compartir.
Ya no se preocupen con la idea, siempre logramos ver a través de las ventanas y compartir quiénes éramos en torno al café. A partir de allí, tomarlo es parte de mis actividades rutinarias en todos los trabajos que he tenido.
Cuando viví con la Sra. Isabel, una ex suegra, me demostró su cariño y su tierno cuidado para con migo. Ella todas las mañanas, mientras me vestía para ir al trabajo, entraba a mi cuarto con una hermosa taza con plato, servida con un delicioso café con leche, muy sencillo, todo en su punto, muy sabroso, muy cariñoso que no venía con palabras, sólo traía la sonrisa de la Señora Isabel, quien la colocaba en la mesita junto a la puerta.
El café ha sido parte de mis mejores conversaciones, en casa y en viajes, en las mañanas con mis compañeras de trabajo y en las tardes con mis familiares y amigos. Saboreándolo, Lesbia me ayudaba a ponerme linda en la peluquería, tomándolo sorbo a sorbo compartí en la puerta de la cocina de la casa de Andry los amores ganados y perdidos, y no sé si por el café, o por el cariño de mi amiga, siempre salí reconfortada. Degustando su fuerte y atractivo sabor paso los primero minutos de la mañana con Lisbel, Yaribel, Elsa y Soly en la oficina. Asombrándome con sus hermosas presentaciones en los café de Maracaibo, paso ratos de relax, risas y esparcimiento con María Alejandra. Aprovechando su dulzura vi varias veces los ojos negros cerreros y profundos de Tony. Tratando de no servirlo muy caliente y con más leche y un toque de azúcar, se lo pongo a mi sobrina María Beatriz, para ganarme el brillo de su mirada y su tono suave de, gracias tía mientras dice: Cafeee - además así también logramos que tome leche, la cual no toma de ninguna otra manera a sus 4 años de edad. Con panela, que lo hace más terrestres y sabroso se lo pongo a mi familia en las tardes y al finalizar las reuniones de navidad. Todos sonríen, todos quieren seguir la conversación y todos se relajan de la faena diaria. Saltan los ojos de Mayerling, se apresura mamá (quien hoy en día lo aprecia mucho), lo piden Randy y Raúl, lo agradecen Andrés y Yaritza, en tanto María Beatriz y Ana Sofía agarran con sus manitas los pocillitos para imitarnos.
María Alejandra acompañándome de paseo por París, parada en un café
Si hay alguna bebida mágica en el planeta tierra, que hayan cosechado los humanos, definitivamente debe ser el café. Si hay una poción para vivir largos años, tiene que ser el café. Y si existe un elixir para potenciar la vida créenme, y piénselo, se darán cuenta que es el café
Una de mis mejores compañías tomando café con leche, Mayerling, por su puesto contenta.
El café me calentó en París y Múnich, me acompañó en las tertulias con Mayerling en Atlanta, me despertó al recorrer Orlando y me hace recordar a mis abuelas en Mérida Venezuela, entre las verdes montañas, cuando tío Alexis Moncada me lo sirve negro, suave, con algo de azúcar, en pocillos de barro, colado de manga.