En el imaginario colectivo, los trabajadores de hospitales sin importar su puesto, son pedantes, omisos y groseros, excepto una inmediblemente hermosa enfermera de un hospital en Juárez, ésta dulce trabajadora le recuerda a los enfermos las medicinas que debe tomar, hace perfectas sanaciones y tranquiliza a los familiares cuando éstos van. Cuando se dan de alta, los curados la buscan para darle las gracias pero… Elementos del personal, les aclaran que esa mujer… No existe.
Recién nacido el siglo 20, Eulalia trabajaba en el Hospital de San Pablo atendiendo posibles víctimas de La Revolución con esmero. Usualmente los médicos visten pulcros inspirando así confianza en sus pacientes, pero ésta chica llegaba más lejos presentándose impoluta, razón por la que sus amigas le bautizaron: “La plancha” no obstante, cuidó aún más su imagen cuando llegó Joaquín, la fantasía perfecta de muchas en el hospital incluida nuestra protagonista.
Los dos entablaron una relación en medio del caos, e ignorando los consejos de nuestra amiga Megara, creyó todas las palabras que el varón le decía, incluso las promesas de una boda de etiqueta. Tristemente, fue bajada de su nube cuando un amigo suyo le dijo que Joaquín vestiría aquel traje costoso. Sí, pero con su esposa… Tan impactante fue la noticia para la enfermera que pronto se dibujaron lágrimas en rustro que, no serían borradas.
Cayó víctima de depresión, iba a trabajar desarreglada, olvidaba sus horas de comida, no tenía ganas de hablar y, seguramente alguno de sus pacientes falleció víctima de la omisión. Un día visitó el hospital como paciente, tristemente no logró salir adelante. Quizás Eulalia siente que su misión en la tierra no ha terminado, porque recién fallecida, algunos enfermos querían agradecer el buen trato que les dio una señorita de uniforme planchado. Algunos creen que la culpa por su terrible desempeño en sus últimos días, la obligó a servir eternamente.
Pero ésta última teoría se desmantela velozmente porque los testigos, aseguran que la mujer platica cálida con ellos o sus familiares, además de la situación del convaleciente, se encuentra su pena. Ella les pide consejos para sobrellevar la situación o viceversa, pues ella es solidaria con sus congéneres y no permitirá que otra chica sufra lo mismo que ella vivió. Al final, la mayoría le aconseja que se olvide de aquél patán, que siento tan bonita, podrá casarse con otro, en cualquier momento…
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