LA VIDA CRISTIANA NORMAL

El cristianismo es una vida para ser vivida y no una mera filosofía o un punto de vista; por eso al considerar los problemas del cristiano en la vida matrimonial, en la vida familiar y en la vida de trabajo, recordamos que la vida cristiana es una “vida en el Espíritu”. El cristiano es una persona que desea hacer algo, desea hacer una contribución, desea extender los confines del reino de Dios, quiere que otros también tengan parte en él. Es algo que afecta a la totalidad del hombre, su intelecto, sus emociones y voluntad. Los cris¬tianos se regocijan aun en medio de las tribulaciones. ¿Cómo es que lo hace¬mos? Bien, dice el apóstol Pablo, es que tenemos una esperanza y porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Cristo derramo su preciosa sangre para limpiarnos del pecado, el murió para darnos perdón; aunque nuestro problema es el pecado que mora en nosotros y nos lleva a cometer actos que no queremos, el controla nuestra vida porque él mora en nosotros, como dice el Apóstol Pablo: “ya no vivo, más vive Cristo en mí. Lo que vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios.
Al rebelarse contra el precepto divino, nuestros prime¬ros padres quedaron separados de Dios. En efecto, nos damos cuenta de que, tan pronto como Adán y Eva comieron del árbol prohibido, huyeron de la pre¬sencia de Dios y se escondieron. Habían perdido la co¬munión con Dios, quien, como se insinúa en el texto sa¬grado, descendía para caminar con ellos por el Edén «al aire del día». Si la comunión con Dios implica la vida eterna, la separación de Dios comporta la muerte del espíritu, que es el pecado, el cual conduce a la muerte segunda, o muerte eterna. Al perder la semejanza con Dios, el hombre sufre una depravación total. Por el pecado original, y ya en el mis¬mo acto del primer pecado, el hombre se comporta de modo egocéntrico y autosuficiente, buscándose a sí mismo en vez de a Dios, y desplazando así al Ser Absoluto del trono de su corazón; por lo cual el ser humano ha perdido por el pecado la integridad con la que salió de las manos de Dios, y ahora se encuentra dividido, fragmentado en una serie de afanes, anhelos y aspiraciones que le pervierten, por lo tanto Cuando se habla de «pecado original», es preciso dis¬tinguir en él, dos aspectos puesto que puede tomarse: a) como acto personal de Adán (pecado original originan¬te), al que Rom. 5:14,15,17,18,19 llama prevaricación («pa-rábasis»), trasgresión («paráptoma») y desobediencia («pa-rakoé»); b) como pecado de toda la descendencia de Adán, en él y con él, e incluso como efecto de dicho pecado en Adán mismo y en Eva (pecado original originado), al que Rom. 5:12,13,16, 20b, 21 llama simplemente pecado («ha-martía») en el sentido de errar el blanco y fallar el propio destino. Ahora bien, el Apóstol Pablo quiere hacer una declaración enfática e inequívoca de que no confía en nada más sino en Jesucristo crucificado para el perdón de sus pecados y alma; por su parte, el apóstol decidió descansar y fundar su esperanza y gloriarse en nada que no fuera la «Cruz de Jesucristo». La cruz es una expresión que es usada en más de un sentido en la Biblia. ¿Qué quiere decir San Pablo cuando escribe: «Me glorío en la cruz de Cristo», en la Epístola a los Gálatas? La cruz, algunas veces, significa la cruz de madera en que clavaron al Señor Jesús y le dieron muerte, en el Monte Calvario, y esto es lo que piensa Pablo cuando dice a los Filipenses que Cristo, «se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8). La cruz, a veces, significa las aflicciones y pruebas que los creyentes en Cristo tienen que pasar si siguen fielmente a Cristo, por causa de su religión, por tanto este es el sentido en que nuestro Señor usa la palabra cuando dice: «El que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.» (Mateo 10: 38.) . Los pecados fueron tratados de una vez por todas en la cruz. Es en la cruz que fueron provistos los medios para que todos los pecados bajo la antigua dispensación, los pecados que Él había perdonado a Abraham, Isaac, Jacob y todos los creyentes del Antiguo Testamento, pudieran ser de este modo ‘pasados por alto’. Sus pecados estaban incluidos en el monte calvario. Sí, dice Pablo, y los pecados que están siendo perdonados ahora, también fueron tratados allí. Y todos los pecados que serán cometidos también fueron tratados allí. Este es el asombroso asunto acerca del Cristo del calvario, El murió ‘de una vez por todas’ este es el gran argumento de la Epístola a los Hebreos. Los otros sacrificios tenían que ser ofrecidos día tras día. Había una sucesión de sacerdotes y ellos tenían que ofrecer sus sacrificios frescos cada vez. Pero este hombre (Jesucristo) ha ofrecido por los pecados “un solo sacrificio para siempre” (Heb.10:12). Él ha tratado con todos los pecados de su pueblo allí. No se necesita ninguno más. No se necesita otro nuevo sacrificio, este ha sido hecho una sola vez y para siempre (vea Heb.7:27). Dios los puso todos sobre El allí en la cruz; los pecados que usted aún no ha cometido ya han sido tratados allí. La cruz declara que Dios es “el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:26). La cruz del calvario no manifiesta meramente que Dios nos perdona. Romanos 3,25; establece que Dios puso a Cristo "como propiciación por medio de la fe en su sangre". Desde esta referencia puede observarse que, si Cristo es una propiciación "por medio de la fe", Él no puede ser una propiciación para aquellos que no creen, y la Biblia dice que, "no es de todos la fe" (II Tesalonicenses 3,2). I Juan 4,10; nos revela la causa que motivó la propiciación, "en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados".
La Biblia revela a un Dios que toma la iniciativa, se levanta, deja su gloria, se rebaja, se humilla para buscar al hombre mucho antes de que a éste, que se encuentra envuelto en la oscuridad y hundido en el pecado, se le ocurra intentar volverse a Él. Esta actividad soberana de Dios se revela en varias maneras. Dios tomó la iniciativa en la Creación: "En el principio Dios creó los cielos y la tierra". Dios tomó la iniciativa de darse a conocer, de revelarse al hombre: "En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de diversas maneras, por medio de los profetas; y ahora, en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo" (Hebreos 1:1-2). Dios también tomó la iniciativa para salvar al hombre, porque "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo". "Dios ha venido a nosotros y nos ha salvado" (Lucas 1:68) de manera que el vida cristiana no es una religión, porque simplemente no es el producto del pensamiento humano. Y esta es la revelación que Dios nos ha dado de sí mismo. La revelación que Dios hizo de sí mismo tuvo su máxima expresión en la persona, vida, obra y enseñanza de Jesucristo; Porque el cristianismo es Jesucristo: su persona y su obra son la roca fundamental sobre la cual se construye la fe cristiana; Cristo es el único centro de la fe cristiana. Lo que Cristo requiere de sus hijos es que ellos le magnifiquen y le glorifiquen en este mundo; y esto, viviendo una vida santa para él y sufriendo pacientemente por él. Nada honra más a Cristo que el que aquellos que llevan su nombre hagan manifiesto, mediante su santa obediencia, el poder de su amor en sus corazones y vidas, es por eso que el creyente es llamado a salir de un estilo de vida egoísta y a llevar un estilo de vida dedicada a Dios, además los cristianos deben darse cuenta de que no importa los problemas que se puedan presentar en esta vida; Dios puede y desea dar soluciones y su amor por sus hijos nunca falla, el permite que todo obre para bien,; de manera que los cristianos necesitan tener fe la cual es esencial aunque no puedan ver el cumplimiento de las promesas de Dios durante sus vidas, lo importante es que se desarrollen en su fe, carácter y en su relación con Dios. Toda la vida del cristiano es un proceso de crecimiento que sirve para desarrollar su carácter para que sea más como el de Cristo. La vida cristiana no da garantía de existencia libre de problemas, pero establece una relación con Dios que dará soluciones cuando vengan las dificultades.