Muchos se preguntaran la razón por la cual inicio mi introducción cuestionando una de las frases emblemáticas del escritor José Saramango y la verdad está reflejada en las siguientes líneas. Lo cierto es que mi nombre es Yessica Baeta y si, vivo rodeada de ese caos desenfrenado que muchos deben imaginar con solo decirles que mi país es Venezuela, el caos que vive mi tierra, la que he amado desde el pimer rayo de luz que pude percibir. Nací a la penumbrosa llegada del rojo rojito, con un primer llanto al mundo de inocencia, inconsciente de todo el camino que tendría por delante, pues a mis cortos 21 años me encuentro en la incansable búsqueda de darle sentido a ese caos, conseguir la salida, poniendo todo de cabeza y volviendo a enderezar, estoy persiguiendo al huracán de la vida, reconstruyendo su desastre y creando mi propio orden.

Comenzare hablando un poco de mis fantasías de castillos y princesas, seguido de cortes de costura y vestidos, bailes, puntas de pie y la creatividad máxima de un diseñador gráfico, todas estas fueron metas, profesiones e ilusiones dejadas en mi infancia y parte de mi adolescencia que si, me dejo algo importante y fue mi interés por las artes. Con 7 años de edad llegue a mi primer salón de espejos gigantes donde la pulga gordita que era en aquel entonces comenzó a dar sus primeros giros torpes y bruscos, a pesar de mis intentos infinitos nunca logre ser del todo flexible, odiaba las volteretas y piruetas, pero, amaba y amo hasta el día de hoy, con la fuerza de mi ser, el baile, encender la radio era como sumergirme en un mundo paralelo que me atrapó del todo a los 14 años cuando entre a la orquesta de mi parroquia y comencé a aprender de la viola, uno de los instrumentos clásicos de cuerdas. Sin embargo, debo confesar que mi gran amor apareció a los 15 años cuando por casualidad y las ocurrencias de mi profesor de castellano del bachillerato conocí las maravillas del teatro, un arte integral donde todo lo que amaba actuaba en sinergia. De esta manera, pude cantar, bailar y actuar en distintos escenarios de mi país, entre ellos, el del Centro Cultural Tulio Febres Cordero ubicado en el Estado Mérida, el teatro me hizo conocer lo que hoy en día es mi segunda familia, mi academia Era del Fénix.

Pecaría de mentirosa si les digo con exactitud en qué momento apareció otra actividad que se volvió una de mis favoritas, se trata de fotografiar momentos, objetos y mayormente, paisajes. Es aquí donde creció mi curiosidad por esos lugares que no conocía y que deseaba pactar en lo profundo de mi memoria y de mi cámara, nace mi fantasía con recorrer el mundo y mi interés hacía el turismo y todas sus áreas. ¿Qué puedo decirles? Ese interés me llevo a abrazar como profesión el sorprendente mundo hotelero, puesto que, actualmente soy estudiante de la Licenciatura en Gestión de la Hospitalidad en la Universidad Simón Bolívar y después de 21 años me he vuelto más terca y crece en mi un inmenso deseo de poner un granito de arena en el turismo que hoy día decae en mi país. El mundo universitario me hizo interesarme por muchas áreas que estaban contenidas detrás de una puerta de la sección de Desarrollo Estudiantil, con un cartel que daba a relucir dos palabras Agrupaciones Estudiantiles y hoy, no imagino mi vida de estudiante si no me la pasara día tras día trabajando detrás de esa puerta que me hizo realzar mis pasiones de baile, fotografía, música y el servicio, sí, comencé a sentir ese pequeño placer al entrar a la agrupación CIADE (Centro Integral de Apoyo al Desarrollo Estudiantil) formando al poco tiempo, parte de su Junta Directiva.

Sin duda alguna, la universidad me ha marcado como a toda persona que pasa por sus pasillos, por sus salones, donde un día una profesora de lenguaje corrigiendo mi ensayo final de la materia me preguntó "¿Has pensado en escribir poemas?" Mi silencio en ese momento fue el reflejo perfecto de la respuesta que ella esperaba y la verdad es que me desconcertó un poco la pregunta porque hasta ese día nunca lo había pensado. Siempre me había atraído la lectura y el grandioso poder que tienen los libros de atraparte en su mundo de detalles, de envolverte y guiarte como si fueras un personaje más, pero nunca pensé que podría escribir algo que estuviera fuera del marco institucional. Así comenzaron mis lecturas objetivas y mis practicas de escritura a modo de desahogo, para revelarme o simplemente demandar y alzar mi voz ante lo que me rodea, sacar a flote mis demonios para que bailen alrededor de mi computador mientras mi sentir lidera el compás de las yemas de mis dedos, en ese momento, simplemente me convierto en otra persona.

Ahora hablemos un poco de ironías y de huidas, sí, porque mi llegada a Venezuela se remonta a mis antepasados de descendencia portuguesa, ellos llegaron a una tierra de oportunidades, de infinitos tesoros, precisamente huyendo de la guerra, de la pobreza y las hambrunas que invadían a Europa en el siglo XX. Llegaron para quedarse, abrazando el “Gloria al bravo pueblo” como si fuera su canción, queriendo a esta tierra como suya, y así crecí, entre el Alma Llanera y el típico Balinho da Madeira, entre costumbres transculturizadas pero con ese sentir de las cálidas mañanas, el olor del pabellón recién servido de mi mamá que se ganó la categoría de “mi plato favorito” y el olor a mar coloreado de atardeceres insuperables de mi Estado Vargas que dejan a cualquiera sin aliento. Pues, luego de decir esto, comprenderán que me siento más venezolana que nada, que veo el tricolor y sé que allí está mi hogar y es acá cuando me pregunto ¿Todo termina como comienza? ¿El fin será huir de esta tierra que me dio la vida? Pues, soy de esas pocas personas que aún se aferran a la idea de que no y que nuevamente trato de buscar alternativas de rescate, de levantar del abismo en el que cayó mi país y acá aparece de nuevo mi frase, pues sigo aquí, con la fe puesta en que todo va a mejorar, retratando y escribiendo mis días, siendo fiel creyente del hecho de que los que quedamos en Venezuela si podemos unir nuestras fuerzas, tomarnos de la mano y encontrar el orden a todo este caos, caminar juntos a un nuevo día en esta tierra de gracia.