Esperar

A lo largo de mi vida he aprendido muchas lecciones que me han ayudado a ver el mundo de otra manera. Una de esas lecciones de vida es sobre las decisiones, prácticamente nuestro futuro depende de las decisiones que tomemos, siempre y cuando la voluntad de Dios nos lo permita. En nuestra corta vida nos toparemos con muchas decisiones, algunas más importantes que otras; todos los días tenemos algo que decidir “¿Qué ropa voy a usar? ¿Qué comeré hoy?” esas son decisiones rutinarias, de las cuales tal vez ya estamos acostumbrados, pero en ciertas ocasiones nos toparemos con decisiones que pueden cambiar por completo el rumbo de nuestras vidas, una de ellas es decidir “¿con quién me casaré?” para mi opinión, yo, César Rengifo, esta es la segunda decisión más importante, la primera es la de aceptar a Cristo como señor y salvador.

¿Por qué es tan importante esta decisión? – porque el hecho de casarte con la persona equivocada puede traer muchas complicaciones a tu vida, siendo víctima de infidelidades, problemas muy seguido, creando en nuestra vida amargura, de tal manera que la llama del amor se apaga, en muchas ocasiones esto puede hasta interferir con nuestra relación con Dios, esto lo he aprendido de las experiencias de otras personas. El prudente ve el mal y se esconde, más los simples siguen adelante y son castigados. (proverbios 22:3). No es necesario pasar por ese tipo de problemas para aprender. 

Nada mejor que saber esperar en Dios, orar y esperar que él nos ayude a tomar esa decisión. “Para los que consultan a Dios sus decisiones y esperan su respuesta les espera el mejor futuro”. Ahora bien, escoger a la persona indicada puede llenar nuestras vidas de muchas bendiciones (esto no quiere decir que no habrá problemas), he tenido la oportunidad de escuchar las experiencias de parejas que llevan muchos años casados, y se les ve la alegría, el gozo y la felicidad que sienten de haber escogido correctamente, a pesar de los años se puede sentir en amor entre ellos, como si fuesen niños, una llama fuerte y sólida, que ningún aguacero podrá apagar nunca.

Sólo digo algo para terminar: “las cosas difíciles son las que en realidad valen la pena”. La voluntad de Dios no será la más rápida, las más fácil, o la que tenga mejor cuerpo; si no la que te ame, y ame Dios, y, sobre todo, la cual tu amarás con pasión, porque sencillamente esperaste en Dios, oraste por ella, y Dios mismo te da de su amor para que lo compartas con ella. ¿vale la pena esperar? yo creo que si…