Los vitrales que cuentan historias

in #hiveargentina2 months ago (edited)

Hola amigos de Hive tengan todos buen martes.
Cada vez que bajo en la estación de subte Tronador-Villa Ortúzar, para ir a la UTN me detengo unos instantes para admirar los vitrales que decoran sus paredes. Son mucho más que simples imágenes de colores, son ventanas al pasado, al corazón del barrio. Mientras el subte avanza por la Línea B, este lugar nos recuerda que cada esquina de Villa Ortúzar tiene una historia que merece ser contada.

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Uno de los vitrales más emblemáticos es el que retrata la Plaza Antonio Malaver, un punto de encuentro para los vecinos y un pulmón verde en medio de las calles del barrio. La plaza, que lleva el nombre de uno de los primeros terratenientes de la zona, siempre ha sido un lugar para jugar, caminar y charlar. En los tonos verdes y amarillos del vitral, puedo imaginarme, ver a los niños corriendo tras una pelota, los perros que acompañan a sus dueños y las risas que se mezclan con el viento que acaricia las hojas de los árboles.

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Otro vitral muestra con orgullo el escudo barrial de 1992, cuando Villa Ortúzar reafirmó su identidad. Es un escudo sencillo pero lleno de simbolismo. Las imágenes que lo rodean hablan de la comunidad unida, de las raíces que se hunden en este barrio que fue creciendo entre quintas y potreros. El escudo es una representación de la fuerza de la gente, del sentido de pertenencia que se siente en cada rincón.

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Pero los vitrales también nos invitan a viajar al pasado. En uno de ellos, la Quinta de Ortúzar revive en colores vibrantes, recordándonos que el barrio lleva el apellido del español Santiago de Ortúzar, quien fue dueño de grandes extensiones de tierra en la zona. Las quintas y los potreros que una vez ocuparon estas tierras ahora están representados en los detalles de la obra. Cuando el sol se refleja en el vidrio, casi puedo imaginar a los caballos pastando, las aves volando en el cielo y las risas de aquellos que trabajaban la tierra.

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Uno de mis favoritos es el vitral que celebra las aventuras de los alumnos del Colegio Nacional, que con su energía joven llenaron las calles de Villa Ortúzar. Cada figura del vitral parece estar en movimiento, corriendo entre libros y juegos, con la esperanza de un futuro brillante. Esa energía aún se siente en las calles, como si el barrio mismo se hubiera impregnado de su espíritu inquieto y curioso.

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No muy lejos, otro vitral recuerda la presencia de la fábrica textil Sudamtex, fundada en 1930. Sus chimeneas industriales, retratadas en tonos grises y marrones, nos hablan de los días en los que el barrio era un centro de trabajo y producción. Cientos de vecinos pasaban sus días en la fábrica, confeccionando telas que luego vestirían a la ciudad. Aunque la fábrica ya no está, su legado sigue vivo en la historia del barrio.

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Un detalle curioso de la estación es el vitral que muestra los lacitos de hierro, estructuras que alguna vez decoraron las quintas de la zona. Estos lacitos, utilizados como rejas o adornos, simbolizan la relación entre la arquitectura y la naturaleza, una combinación que define la estética de Villa Ortúzar.

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Y por supuesto, no podía faltar un homenaje al deporte. Un vitral cuenta la historia de la Asociación Atlética Argentinos Juniors, un club que nació entre quintas y potreros, y que se convirtió en un símbolo de pasión futbolera. El rojo vibrante del club se refleja en los vitrales, recordándonos que este barrio es también cuna de grandes sueños deportivos. Al observarlo, no puedo evitar pensar en los partidos jugados en canchas improvisadas, donde el amor por la pelota fue más fuerte que cualquier otra cosa.

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Caminando más allá, un vitral destaca la Iglesia de San Roque. Construida a principios del siglo XX, esta iglesia no solo es un lugar de culto, sino un símbolo de la comunidad de Villa Ortúzar. Sus vitrales reproducen la luz que atraviesa los ventanales de la iglesia, proyectando figuras de devotos en oración y de vecinos que durante generaciones han acudido allí en busca de paz y espiritualidad. San Roque, el santo protector de los enfermos, recordando que la fe siempre ha sido un pilar en la vida barrial.

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Finalmente, un vitral singular muestra el Observatorio Astronómico del barrio, un rincón poco conocido pero lleno de historia y ciencia. Fundado por aficionados a la astronomía, el observatorio fue un punto de referencia para quienes buscaban comprender el cielo en tiempos donde la ciudad aún permitía ver las estrellas con claridad. En los detalles de este vitral, las estrellas y los planetas giran en armonía, recordando que el conocimiento del cosmos no solo es una cuestión de ciencia, sino también de sueños y asombro.

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Los vitrales de la estación Tronador-Villa Ortúzar no son solo obras de arte; son fragmentos de la memoria del barrio, piezas de un rompecabezas que nos conecta con nuestro pasado. Cada vez que los miro, me siento parte de esa historia. Porque Villa Ortúzar no es solo un barrio más de la ciudad; es un lugar donde las historias viven en sus calles, en sus plazas, en sus iglesias, y sí, también en sus vitrales.

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