El sonido de bisagras oxidadas define la atmósfera con vahos de alcanfor, naftalina y periódicos amarillentos. En medio de un laberinto de álbumes fotográficos, bolsas de ropa vieja y revistas polvorientas, siempre que abría la puerta me impresionaban las telarañas, las paredes barnizadas de polvo, la inexistencia de espacio para transitar. Llegaba saltando o nadando hasta el cofre y lo abría con ojos desorbitados como el protagonista de “La Isla del Tesoro”. Metí la mano y saqué un cuarteto de discos 45 rpm: Sandro, Raphael, Cherry Navarro y Frank Sinatra. Las cuatro voces sonaron a la vez con una mezcla de imágenes indelebles que taladraron el tiempo hasta otra escena. Luego de remover varias mantas casi rasgadas por la humedad encontré el viejo tocadiscos portátil que me llevaba hasta el pasillo posterior de la casa de Cumanacoa para intentar cantar a dúo con aquellos intérpretes mientras subía por las ramas del limonero hasta el techo de la casa.
El 45 de Sandro oscilaba en mi mano, intenté pasarle mi pañuelo, cada vez que frotaba la superficie parecía rayarlo más y cuando intenté enchufar el tocadiscos solo aprecié un chispazo y el brazo corcoveó y se desprendió del vetusto artilugio. Me quedé solo con la incertidumbre de mi memoria, sin embargo siempre es apasionante y punzante ese viaje en máquina del tiempo. Las tardes dominicales siempre han sido nostálgicas, fantasmales, cargadas de esa sustancia abrasiva de las emociones intensas. A veces cuando llegábamos de la playa de El Peñón, a eso delas tres de la tarde, veía a mis tíos vestirse y comentar que iban para una fiesta. Los seguía a una distancia de media cuadra. Cuando llegaban al cine Paramount, entraban un momento a un restaurant chino y los veía pedir una ración de aquella gelatina de lámina que servían, nunca dejaban que el chino le pusiera el jarabe de ciruelas pasas, después me enteré que esa era su fórmula para evitar emborracharse. A partir de ahí persecución era más cautelosa.
A media cuadra del restaurant chino, al inicio de la calle Comercio, se escuchaba el sonido de una balada de Sandro que impregnaba de despecho la esquina de lo que más tarde fue una renombrada panadería, en aquella época allí había una casa de familia donde mis tíos entraron con saludos efusivos. “Nadie me daría, dos días de vida, por la forma en que me encuentro hoy…” El atardecer resistía los embates de la noche con resistencia de penumbras que delineaban las expresiones más elocuentes de los rostros juveniles cargados de poesía, saturados de curiosidad, temerosos del desengaño. Mis tíos regresaron a casa con rasguños en los antebrazos, moretones en las mejillas y unos cuentos con muchos trazos de Edgar Allan Poe ligados con tonalidades de Ernest Hemingway. Habían conversado y bailado con unas muchachas y hasta las invitaron para la playa el sábado siguiente, a mitad de la fiesta llegaron unos tipos que besaron y abrazaron a las muchachas con mucha propiedad. Ellos tuvieron que abandonar, el dolor en el costado izquierdo del pecho era inmenso. Llegaron cantando casi roncos: “Penas y penas y peeeenas…hay dentro de mí…”
Hola @naturaltusabes30,
Veo que este es un poema y si bien tiene visos musicales no encaja en el material publicado en la comunidad, por tanto, te recomendaría publicar tu contenido en una comunidad de poesía, sería excelente si mejorar el markdown para darle un mejor formato a tu publicación. Recuerda utilizar imágenes libres de derecho de autor e indicar que lo son.
Estuve visitando tu blog y tu presentación ha sido muy sencilla, luce excelente tu background profesional y académico, sin embargo, sería estupendo que validaras esta información con fotos de tu persona o documentos que indiquen su veracidad. Lamentablemente, hemos presenciado que algunas personas usan el material de talentos para beneficiarse.
También es usual que en tu presentación coloques cómo supiste de Hive, si tienes alguna duda sobre la plataforma puedes preguntar.
Saludos.