Al llegar a la cancha, mi hijo y yo comenzamos a jugar con su pelota. Nos divertimos mucho corriendo y pateando la pelota de un lado a otro. Ver la sonrisa en su rostro mientras jugábamos fue realmente gratificante. Poco después, llegaron varios niños acompañados de su entrenador, quienes tenían una práctica de fútbol programada. La cancha se llenó de energía y risas, creando un ambiente muy animado.

Mientras tanto, mi bebé disfrutaba de su merienda. Se veía muy contento y curioso, observando todo lo que sucedía a su alrededor. Verlo disfrutar de esos momentos simples pero significativos me llenó de alegría. Pasamos un buen rato en la cancha, compartiendo en familia y disfrutando del aire libre.

Finalmente, regresamos a casa con una sensación de satisfacción y felicidad. Fue una tarde muy especial, llena de momentos que atesoraré. Estos pequeños instantes de conexión y diversión en familia son los que realmente hacen que la vida sea maravillosa.