Onoto

Desde siempre he conocido esta planta, sé que en otros países también saben de ella y sobre todo de su fruto, esa semilla de color rojo que está envuelta en una especie de cáscara bastante áspera hasta espinosa. Si, en mi pueblo se conoce como onoto, en casi todos los patios de las casas hay una y en la mía no podía faltar; es un árbol no muy grande, frondoso y bonito, cuando está cargado una vez que seca toda su carga está lista para la cosecha. Y en esa etapa mi mamá se dedicaba a poner todo su fruto sobre un saco y había que abrirla para sacar el onoto, esa semilla que sirve para darle un color natural a todas las comidas que quieras pintar.

Así recuerdo cuando era niña, escuchar a mi mamá decir: póngale onoto a esa comida que está muy pálida. Una vez que se tenía las semillas las colocaba en un frasco y cuando la necesitaba preparaba en un caldero un poco con aceite y una vez que se calentaba en la cocina se ponía de color rojo, luego se colaba en un colador de metal; ese aceite se utilizaba para sofreír aliños para guisar comidas o para pintar la masa cuando se preparaban bollos o las ya famosas hallacas en diciembre.

Han pasado los años y cada vez que voy a casa me gusta traerme mi onoto para cuando yo cocino y cuando se me acaba me hace falta, aquí en la ciudad venden en los mercados; aunque de preferencia me gustan
los del patio de casa de mi mamá.

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