Buen día, amigos. Hoy quiero hablarles del servicio al estilo de Jesús de Nazaret. Partiendo del Evangelio de San Lucas, capítulo 17, versículos 7 al 10, encontramos una de las parábolas de Cristo donde nos habla de un servidor que no espera que los demás le sirvan, sino que él es el primero en ponerse con esta actitud. Además, lo hace desde la humildad y entrega desinteresada. Por eso, la parábola termina alentándonos a tener la siguiente actitud: somos pobres siervos y no hemos hecho sino lo que teníamos que hacer.
En primer lugar, para hablar de servicio, hay que recordar que este es el centro del mensaje de Jesús: vino a servir y no a ser servido. Por lo tanto, podemos ir más allá. No es simplemente el mensaje de Jesús, sino que Jesús mismo nos lo presenta como su estilo de vida.
En efecto, antes de morir, como sabía que iba a dejar este mundo, dice el evangelista San Juan, nos amó hasta el extremo (Cfr. Jn 13). Por ello, le lavó los pies a los discípulos antes de irse para que nos quedara como símbolo de su servicio, un servicio hecho en entrega a Dios Padre por la salvación de la humanidad. Hay otro evangelio, que nos habla de la viuda que entregó todo ante los demás oferentes que entregaban también mucho, pero como Dios conoce el corazón, sabe que no fue una entrega como la de la viuda (Cfr. 12, 38-44).
De esta viuda, dice el teólogo Von Balthasar, que es el mismo Cristo, pues El se vació, es lo expresa la carta a los Filipenses de San Pablo (Cfr. Flp 2, 6-11), se vació de su divinidad para tomar nuestra humanidad y ponerse al servicio. Él es ese pobre siervo que también nos invita a imitarle. Pobre pero rico, porque se despoja para llenarse de todo el amor de Dios y a la humanidad. Es también lo que nos enseña el Papa Francisco con su última encíclica, "Delixit nos". Por ello, es necesario volver al corazón, el corazón de Cristo donde experimentamos o descubrimos y nos sentimos amados por Dios.
Esta es también la senda del camino que necesita la Iglesia: ponerse al servicio de manera desinteresada, devolverle a la humanidad su hermosura y belleza. Allí están los medios que no son los nuestros, sino que son los que el mismo Cristo puso a nuestra disposición. La humanidad descubre su hermosura cuando vuelve a descubrir la imagen y semejanza de Dios que hay en ella. La humanidad descubre su belleza cuando toma conciencia que es una criatura salida de la mano bondadosa del Señor. La humanidad descubre su dignidad cuando se sabe salvada por la sangre de alguien que es divino, que es Jesús de Nazaret, que es alguien que dio su vida por cada uno de nosotros.
Es allí donde precisamente quiero terminar contando una anécdota que nos aconteció en la parroquia recientemente y tiene que ver con un abuelo que estaba en situación de calle, abandonado por su familia. Le dimos la mano y luego de tanto luchar, le conseguimos incluso un hogar donde reposar sus últimos días. El domingo pasado partió de este mundo, luego de 21 días de haberle dado amor y cariño.
Además de la satisfacción de haber contribuido a que esta persona tuviera una muerte digna, también nos llenamos el corazón de alegría por habernos puesto al servicio de una persona que necesitaba y no tenía a nadie, pero que Dios en su misericordia permitió que se encontrara con nosotros y en su misericordia tocó nuestros corazones para que no fuéramos indiferentes sino que tendiéramos la mano. De esta manera, restauramos también su humanidad, su alegría, una de las cosas que el abuelo me dijo en sus últimos días es que estaba feliz, estaba contento porque en realidad su principal mal, que era la soledad, había sido sanado.
Pero es que esta historia no termina aquí. Una persona me escribió que nos ganábamos un punto ante Dios, y a esta persona le respondí que no, que no se trata de ganar puntos, se trata de amarnos, de hacer el bien sin esperar nada a cambio. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, y Dios nos ama de manera desinteresada, nos ama con un amor puro, sincero y auténtico. Y para que el amor sea verdadero, debe ser así: desinteresado, sincero y auténtico, como ese siervo de la parábola donde Jesús nos dice: 'Soy un pobre siervo y solo he hecho lo que tenía que hacer'. Esto no quiere decir que no reconozcamos lo que hayamos podido realizar de bien para los demás, todo lo contrario. Es por ello que también quisiera dejar grabada en la Blockchain la siguiente acción de gracias por la obra que se nos ha permitido realizar.
Hemos terminado una misión de la mano de Dios y de muchas otra manos que fueron las caricias de la misericordia de Dios para el abuelo.
En medio de la tristeza que nuestro consuelo sea la certeza del amor infinito de Dios y los corazones que estuvieron siempre dispuestos a compartir de su tiempo con una persona que nos ha recordado que sólo cuando nos ponemos con humildad y ternura al servicio de los que más necesitan podemos hacer notar lo hermoso que es la vida y que somos imagen y semejanza de un Dios compasivo y misericordioso.
Gracias a la parroquia Santa Faustina Kowalska, que le ha dado sentido a su nombre, puesto que con esta acción hemos hecho vida el mensaje de la misericordia.
Gracias a las hermanas de la Congregación Marta y María y a todos sus colaboradores, ya que nos han enseñado el valor de un carisma que acompaña la oración con la acción, sin ustedes no hubiese sido posible este milagro, que a todos nos ha dejado una lección particular y nos ha permitido seguir creyendo en la fuerza transformadora del amor.
Gracias a todas aquellas personas que tuvieron prestas a darnos su apoyo, colaboradores y personal de salud, que atendieron el llamado cuando más lo necesitábamos, Dios les bendice grandemente, Él no se deja ganar en generosidad.
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