El sentido de la filosofía en mi vida

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Buen día, amigos. Hoy quiero cambiar un poco el rumbo de nuestra reflexión y adentrarnos en un terreno más filosófico. La filosofía es, para mí, esa fuente que nos conecta con la realidad, la cultura y el pensamiento universal. De hecho, considero que la filosofía es incluso más importante que la teología para lograr una comunicación más cercana con toda lo que nos rodea, incluyendo las personas en nuestro entorno.

A través del tiempo, los diversos pensadores que han aportado a la filosofía coinciden en que es una necesidad innata preguntarse por el porqué de las cosas. Al plantearnos estas preguntas, surgen múltiples respuestas, y es ahí donde la filosofía interviene para precisarlas, adaptándolas a cada época, persona y lugar.

Ahora bien, no entiendo la filosofía simplemente como una ciencia sistemática, aunque también lo sea. Podemos estudiarla como tal y aprender mucho de ella si tenemos una mente abierta. Sin embargo, la filosofía va más allá de ese estudio sistemático. Nos conecta con toda una cultura y con el pensamiento y las inquietudes de la humanidad, permitiéndonos también realizar nuestra propia elaboración filosófica sobre la vida.

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Es decir, la filosofía nos ayuda a no quedarnos en una visión superficial de las cosas, de la realidad, del ser humano y de la historia. Nos invita a profundizar en las razones últimas que subyacen en todo. Por eso, esa definición básica de la filosofía que busca la causa última de las cosas es esencial. Como seres humanos, especialmente en esta época, podemos conformarnos con respuestas superficiales y no profundizar más. La filosofía nos ayuda a entrenar nuestro pensamiento para no conformarnos con las respuestas que encontramos, sino a tener un espíritu abierto y una capacidad de indagación más profunda. No se trata solo de curiosidad, sino de satisfacer ese deseo de encontrar las respuestas fundamentales que explican lo que sucede a nuestro alrededor.

Un gran valor de la filosofía es, entonces, ayudarnos a reconocer nuestra capacidad de reflexionar y analizar las cosas. No conformarnos con respuestas básicas, sino indagar para comprender mejor este mundo y desenvolvernos de la mejor manera. De hecho, cuando estudiamos los orígenes de la filosofía, se nos dice que el asombro fue su punto de partida. Este asombro no es simplemente histórico, sino una constante en todo ser humano. Si perdemos el asombro por las cosas, perdemos la oportunidad de hacernos preguntas filosóficas sobre lo que nos rodea.

Al hablar de preguntas filosóficas, podemos pensar en preguntas muy rebuscadas, pero no es así. Las preguntas filosóficas van desde las más básicas hasta las más profundas. Por ejemplo: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Qué quiero para mi vida? ¿Qué destino quiero forjar? Son preguntas básicas, pero detrás de ellas hay muchos elementos a considerar. Por eso debemos entender la filosofía no solo como una ciencia que busca responder a todas nuestras preguntas, sino como una herramienta para mejorar nuestra vida, saciar nuestra sed de verdad y orientarnos hacia el bien, en una palabra, sabiduría. Sobre todo, la filosofía nos permite percibir y descubrir cómo el ser humano, junto con las cosas creadas, los animales y la naturaleza, es algo maravilloso que solo nuestra especie puede comprender, explicar y disfrutar.

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