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¿Ir al psicoanalista? | Go to a psychoanalyst? [ES/EN]

in Holos&Lotus27 days ago (edited)

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Cuando vamos al psicólogo, vamos justo a eso: al psicólogo, así muy en el aire y la gran mayoría no sabe ni de qué se trata ir al psicólogo, ni qué tipo de terapia hace, ni para qué sirve cada una. Nada que ver con el caso de cuando se va al médico, porque ir al médico es ir al pediatra, al oftalmólogo, incluso al otorrinolaringólogo, pero cada uno especializado en una función o parte del cuerpo.

En ese sentido quizá se pueda hablar de que ir al psicólogo es, para la mayoría, ir a quien se encarga de los padecimientos de la mente, no así del cerebro, porque de él se encargan los neurólogos o los psiquiatras. Pero la mente ni siquiera es una parte tangible del cuerpo, aunque sí una función de este. Eso sí, las personas van al psicólogo cuando tienen problemas o dificultades para atravesar eventos vitales, tanto así que ello les causa un malestar insostenible, aunque esto es de hace algunos años para acá porque anteriormente ir al psicólogo era sinónimo de locura.

Sin embargo, algo que incluso más personas desconocen, es de una práctica asociada a la psicología pero que no tiene que ver con esta, aunque devenga. Se trata de la práctica psicoanalítica, y sí, estoy seguro de que nada más leer esa palabra te viene a la cabeza la imagen de un señor mayor, barbudo y de traje, sentado anotando en su cuaderno mientras otra persona tumbada sobre el diván habla como si fuese un monólogo. ¿Y por qué digo que no tiene que ver con la Psicología? Pues porque la Psicología se encarga básicamente de devolverle la «funcionalidad» a la persona, mientras que el Psicoanálisis lo que busca es dejar hablar al síntoma. Desarrollemos el por qué aquí no se está hablando de lo mismo.

Cuando digo que la Psicología lo que busca es devolverle la funcionalidad a la persona, me refiero a que la persona con un malestar es disfuncional o inadaptada al medio; un medio que asume como único posible para todos y todas, y pues su meta es una especie de domesticación o acondicionamiento para que la persona vuelva a «funcionar» normalmente. Sin embargo, es sabido que no existe un único medio para todas las personas, aún si se trata de dos personas criadas en las mismas condiciones; el medio nunca será el mismo porque cada uno de nosotros y nosotras dotará a cada elemento presente en él de un sentido psicológico que será único para cada cual y que depende de el carácter activo del ser humano en su propio desarrollo. Incluso, aunque el medio en apariencia sea el mismo, este cambia a medida que avanzamos en edad porque cambia la forma en que nos relacionamos con él: las demandas que nos impondrá y la forma que tengamos de responder a ellas serán diferentes a lo largo de la edad. Ojo, que esto es algo que también lo dice la Psicología desde en Enfoque Histórico Cultural; escuela soviética de Psicología, pero que obviamente hoy no es la corriente más popular por razones que no vienen al caso.

La Psicología parte de que el profesional sabe qué le sucede a la persona que atiende y tiene las herramientas para «curarlo» y devolverle la funcionalidad, atendiendo a estudios que dicen poder definir a las personas basándose en evidencias estadísticas y correlacionales. ¿Pero cómo asumir tal postura ante el malestar ajeno cuando se trata de un malestar que pasa por lo subjetivo y experiencial de quien sufre, basándose en números? ¿Cómo definir a las personas, quienes lo único que tienen en común entre sí es lo únicas y diferentes que son personológicamente, mediante números en un paper?

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El Psicoanálisis, por otro lado, parte del compromiso ético con el sujeto, lo cual implica que el psicoanalista asuma no el lugar de quien sabe todo sobre lo que le ocurre al sujeto, sino que asuma un lugar vacío, el lugar de la ignorancia, porque solo así será posible dar lugar al malestar y escuchar al síntoma de quien tenemos en frente. Como bien se dice, el psicoanalista no asume una posición de saber, porque el único saber existente en el dispositivo analítico es el que esconde el sujeto; se trata de ese saber no sabido, o mejor dicho, del cual no se quiere saber nada por lo insoportable que es. Es así que se habla de inconsciente: aquello que nos habla, porque el sujeto en análisis es predicado de su propio discurso.

Esto puede sonar muy rimbombante, pero si nos ponemos a pensar, las personas que van a consulta se preguntan «¿por qué me pasa esto?», y se trata de algo que rompe con sus realidades, algo que se repite precisamente porque tenemos un inconsciente que se manifiesta en los equívocos, en los malentendidos, en las repeticiones. Y no se trata de despojar la sujeto de su responsabilidad con su síntoma, por el contrario, se trata de implicarlo en aquello que lo mortifica, de que asuma su cuota de responsabilidad, pero, al contrario de lo que predica esa Psicología pop, no se trata de hacerlo único responsable tanto de su sufrimiento como de su felicidad.

Es entonces que asociando libremente, el sujeto en análisis puede llegar a bordear aquello que habla en él no para arreglarlo, sino para permitir un cambio de posición respecto a ello; un nuevo modo de hacer con... que le permita un modo de vida más sostenible. La noción de cura en Psicoanálisis no se trata de arreglar, corregir o sanar, sino de permitir un cambio respecto a aquello que mortifica, pero siempre en el caso por caso, no a partir de protocolos ni métodos que hablan de generalidades y no de sujetos.

Claro, no es que la Psicología no funcione, muy por el contrario, sino que su fin último es una promesa de bienestar que pone al método por encima de la persona. Y sí, la Psicología logra el alivio, el efecto terapéutico, pero al atacar al síntoma en vez de escucharlo hablar lo que logra es un efecto curita que hace que el malestar desaparezca pero que resurja en otras formas y en otros momentos, algo así como una olla de presión a la que le tapan una válvula: al final la presión sale por otro orificio. Es que el síntoma no es un problema, más bien es la solución que el sujeto encontró a un problema.


English version

Copia de ¿Ir al .png

When we go to a psychologist, that’s exactly what we do: we go to “the psychologist.” It’s a vague concept, and the vast majority of people don’t even know what going to a psychologist really entails—what type of therapy they offer, or what each kind of therapy is for. This is nothing like going to the doctor. When we visit a doctor, we go to the pediatrician, the ophthalmologist, or even the otolaryngologist—each one specialized in a specific function or part of the body.

In this sense, going to the psychologist is, for most people, about seeing the person who deals with mental issues—not the brain, because neurologists or psychiatrists take care of that. The mind, however, isn’t even a tangible part of the body, although it is a function of it. Still, people go to psychologists when they have problems or difficulties navigating life events—so much so that these cause them unsustainable distress. And this has only been the case in recent years, because not so long ago, going to the psychologist was synonymous with being “crazy.”

However, there is something even fewer people are aware of—a practice associated with psychology but not actually part of it, though it stems from it. This is psychoanalysis. Yes, I’m sure that as soon as you read that word, an image pops into your head: an older man, bearded and in a suit, sitting and taking notes while someone lies on a couch, talking as if delivering a monologue. Why do I say it’s not the same as psychology? Because psychology is essentially about restoring “functionality” to the individual, whereas psychoanalysis seeks to let the symptom speak. Let’s unpack why these are fundamentally different approaches.

When I say that psychology aims to restore functionality, I mean that someone experiencing distress is seen as dysfunctional or maladapted to their environment—a singular environment assumed to be the same for everyone. The goal is a kind of domestication or conditioning so the person can return to “normal” functioning. However, it’s well-known that there is no single environment for all people. Even two individuals raised under identical conditions will not share the same environment because each of us assigns unique psychological meaning to the elements around us, shaped by our active role in our development. The environment also evolves as we age; the demands it imposes and the ways we respond to them change over time. This idea, by the way, is also addressed by the Soviet school of psychology, specifically the Historical-Cultural Approach. But this school of thought isn’t particularly popular today for reasons that are outside the scope of this discussion.

Psychology assumes that the professional knows what is happening to the patient and has the tools to “cure” them and restore their functionality, based on studies that aim to define individuals through statistical and correlational evidence. But how can this stance be maintained in the face of someone else’s suffering, which is rooted in the subjective and experiential? How can we define people—whose only commonality is their unique and distinct individuality—through numbers in a research paper?

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Psychoanalysis, on the other hand, is grounded in an ethical commitment to the subject. This means that the psychoanalyst does not position themselves as someone who knows everything about the subject’s suffering but instead occupies a place of ignorance—a blank slate. Only from this stance can the distress and symptom of the person in front of them be given space to emerge. As it is often said, the psychoanalyst does not claim a position of knowledge, because the only knowledge in the analytic setting is the one concealed within the subject—a knowledge not consciously known, or rather, actively avoided due to its unbearable nature. This is why we speak of the unconscious: that which speaks through us, as the subject in analysis is the predicate of their own discourse.

This might sound grandiose, but if we think about it, people who seek therapy often ask themselves, “Why is this happening to me?” They are confronted with something that disrupts their reality, something that repeats itself precisely because we have an unconscious that manifests in slips, misunderstandings, and repetitions. The goal isn’t to absolve the subject of responsibility for their symptom; quite the opposite. It’s about involving them in what torments them, about having them take responsibility for their share. However, unlike that popular psychology that often dominates the discourse, this isn’t about making someone solely responsible for both their suffering and their happiness.

Through free association, the subject in analysis can circle around what speaks through them—not to fix it, but to arrive at a new stance toward it, a different way of living with it that makes life more sustainable. The notion of cure in psychoanalysis isn’t about fixing, correcting, or healing, but about enabling a shift in relation to what torments them, always on a case-by-case basis—not through protocols or methods that address generalities rather than individuals.

Of course, this isn’t to say that psychology doesn’t work. On the contrary, its ultimate goal is a promise of well-being that places the method above the person. And yes, psychology achieves relief, a therapeutic effect. But by attacking the symptom rather than listening to it, it produces a band-aid effect. The distress disappears, only to resurface later in different forms or at different times—like a pressure cooker with a sealed valve that eventually releases pressure elsewhere. The symptom isn’t the problem; it’s the solution the subject has found to a problem.

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Créditos | Credits

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Todas las imágenes utilizadas son de mi propiedad y fueron generadas utilizando Designer de Copilot y editadas en Canva | All images used are my own property and were generated using Designer from Copilot and were edited using Canva.

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Creo que en cuanto a la Psicología para el público general es difícil encontrar información precisa que distinga entre las diferencias que son necesarias conocer, puesto que existen tantas fuentes de información (algunas confiables, otras no) que se torna muy confuso todo.

Por eso son necesarios post como este, que permitan el aprendizaje de esas distinciones que necesitamos comprender para poder acudir a la ayuda que verdaderamente necesitamos, porque no para todos funciona el mismo procedimiento.

Excelente post, @genrigp .

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Gracias @mandysmoon por tu lectura y por tus consideraciones. Dime, ¿futuras publicaciones como estas son compatibles con la comunidad de Humanitas? Realmente publico en Holos&Lotus por costumbre, pero me preguntaba si en Humanitas pudiese encontrar mi nicho con este tipo de publicaciones.

Saludos.

 27 days ago (edited) 

¡Por supuesto! Temas como la psicología y las humanidades en general son justamente los que puedes postear en la comunidad. Siéntete a gusto hablando sobre ello directamente en Humanistas, serás bien recibido 😊.

Saludos.