Una Odisea Venezolana — Capítulo I: Cruzar la frontera con Colombia 101 [esp/eng]

in Cross Culture3 years ago

DISCLAIMER:
Esta serie de artículos no deben asumirse en tiempo real; ellos fueron mi manera de documentar mi travesía desde Colombia a Venezuela. En este momento, y desde el 18 de enero, estoy en suelo venezolano.
DISCLAIMER:
This series of articles should not be assumed in real time; they were my way of documenting my journey from Colombia to Venezuela. At this moment, since January 18, I am in Venezuela, my motherland.




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El día había llegado. Cruzaríamos la frontera colombo-venezolana.

Eran ya las 5:00 am del 18 de enero. No nos despertó la alarma del teléfono sino una llamada al celular de Rafael, el papá de mi nene. Era el carretillero — a quien, por comodidad, llamaremos Don Señor.

"Deberían salir ya", nos dijo. "Mi esposa les está haciendo la fila para sellar el pasaporte y faltan solo 10 personas."

Yo estaba un poco confundida (y malagradecidamente molesta) ya que él nos había citado a las 6:30 am, dentro de una hora y media. El taxi vendría dentro de una hora. Nos cepillamos los dientes y nos vestimos, arreglamos lo que habíamos desordenado de los bolsos la noche anterior, guardamos a las gatitas en sus guacales, despertamos a Sayri, nuestro hijo, y salimos.

¿Por qué un carretillero?
Se preguntaría un no-venezolano

Más allá de para llevar el equipaje de los viajeros (o exiliados, en el caso de Venezuela), los carretilleros son, básicamente, el traductor del lenguaje de la frontera.

El cruce internacional colombo-venezolano está en manos de la guerrilla y de grupos armados, así que tiene sus propias leyes. Incluso si cruzas por lo legal que, podría intuir, es un caso minoritario. ¿A quién y cuánto se paga para evitar la fila de más de par de horas para sellar el pasaporte? ¿Con quién y en cuánto me sale cruzar por trocha? (Para indocumentados — consecuencia del pésimo sistema de identificación, migración y extranjería que hace que conseguir el pasaporte (y hasta la cédula) sea una odisea, imposible o una millonada), entre otros asuntos y seguros imprevistos.

Verán, es difícil entender cómo se mueve la frontera. Tenemos un amigo (más de Rafa que mío) que fue secuestrados por dos o tres días por la guerrilla, para pedir dinero a sus familiares, así que preferiríamos ir precavidos — en especial, por la falta de pasaporte de Rafael (léase párrafo anterior) ya que no existe un único modus operandi.

Imprevisto #1: El Check-Mig

Eran las 6:25 y nos encontrábamos ya en la frontera. Don Señor nos informa que, para sellar el pasaporte, es necesario presentar un nuevo pre-registro migratorio llamado Check-Mig. Así que, en una fila de cientos de personas (en la cual nosotros estábamos al frente — gracias a la esposa de Don Señor a quien llamaremos, convenientemente, Doña Señora), todos estábamos sentados con nuestros teléfonos celulares formulando el pre-registro en la página web de Migración Colombia. El que terminara podía pasar automáticamente sin importar su número en la fila.

Fue un poco incómodo para mí; Sayri en brazos, llorando y pidiendo teta, las dos gatas colgando de mis brazos, y Rafa en el teléfono llenando los formularios de Sayri y mío. El equipaje, gracias a Dios, lo tenía Don Señor.

Imprevisto #2: Problemas migratorios sin detalles

De este, no hablaré acá. "¿Y para qué lo mencionas?", se preguntarán. Pues, porque mi relato no estaría completo sin este percance. Aunque ustedes no sepan de qué se trata, fue la mayor cantidad de estrés con la que me enfrenté durante todo el viaje y me hace reflexionar sobre lo increíblemente complejos que pueden resultar todos los trámites legales y migratorios. Ya saben, las entrelíneas a considerar del tratado 2.5 del apéndice 3 del caso C.

La razón principal de porqué he documentado mi regreso a Venezuela en estos escritos es porque es importante, para mí, preservar mis recuerdos, mi vida. Gran parte de mi vida la he ocupado sonriendo y llorando releyendo mis memorias — en mis múltiples diarios a lo largo de los años y también acá en Hive. Así que mencionar este percance es más algo de mí para mí; un detalle que no quería dejar fuera. Sé que la Ney del futuro me lo agradecerá.

Torbellino emocional pre-regreso a la Tierra Natal

Ya con pasaporte sellado, nos dispusimos a cruzar.

Fue raro, fue mucho. Desde el inicio, incluso desde la fila para el sellado del pasaporte, podía vislumbrar a todos los que cruzaban el puente de lado y lado y mis ojos lloraban. La garganta se hacía nudo y el cuerpo se tensionaba al verme a mí en todos ellos. Me pregunté cuántos de ellos emigraban y cómo imaginaban que sería su vida luego de algo que parece tan insignificante. Imaginaba cuántos eran como yo en el 2018, con 21 años, cinco meses de embarazo y una idea muy irreal de lo que sería mi vida en el extranjero. Me pregunté cuántos estaban regresando también.

Hace tres años, cruzó una niña y, hoy, cruzaría una mujer.

Mi transformación no fue gracial y delicada. Fue sinuosa, tormentosa y, de ella, conservo aún unos cuántos hematomas por todo el cuerpo. Un matrimonio, una maternidad y un divorcio. Una piel más fuerte y un corazón más blando. Los gritos y el llanto del parto. El útero, hormonas y emociones de un postparto difuso y, por poco, infinito. Y, sobretodo, un rompecabezas de mi alma — y del amor, con muchas más piezas en su lugar. Muchas más perdidas.

Paréntesis, disociación o breve curiosidad

Recuerdo que, hace tres años, empezamos a cruzar la frontera con muchísimo calor cuando, justo a mitad del puente, una brisa, repentina nos saludó desde el lado colombiano. Levantó el agua del río que corre por debajo del puente y nos salpicó la cara con ella. Las palmeras se mecieron y danzaron. Fue, para nosotros, sentir a quien sería nuestra nueva Madre Patria Adoptiva decir "Bienvenidos". Fue, también, sentir lo diferente que son las energías de dos naciones vecinas que, aún así, comparten el mismo suelo, el mismo cielo y la misma selva.

Ahora, al cruzar de regreso, el río estaba en calma.

Finalmente, el cruce de frontera

Acá se pone un poco extraña la situación.

Justo al comenzar a cruzar, Doña Señora me agarra del brazo para decirme que camine junto a ella y sus dos hijas. Cuando volteo a ver a Rafael, noto que Don Señor le está diciendo lo mismo. Yo me sentí intranquila. Separarnos, para mí, indicaba un resultado nefasto ante la vulnerabilidad que me hacía sentir la frontera. Me sentí como un chihuahua nervioso, tembloroso y abandonado. Sin embargo, a pesar de caminar separados, se mantuvieron relativamente cercanos, cerca de mi perímetro visual.

Al cruzar el puente, te recibe el puesto del SeniatServicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (la Aduana, pues, ustedes entienden). Fue en ese momento cuando me di cuenta de que Rafael y Don Señor ya no venían con nosotras. En el Seniat no nos pidieron papeles ya que no repararon en nosotras, ni en ninguno de los muchos que cruzaban al mismo tiempo.

Unos metros más adelante, se encontraba la Guardia Nacional revisando el equipaje a quienes se les antojaba. A nosotras, por no tener maletas encima, no nos miraron. Pero a Rafael y a Don Señor con la carretilla del equipaje, a quienes justo acababa de ver de nuevo, para mi gran alivio, les silbaron pero ellos pasaron de largo.

Más tarde me cuenta Rafael que pagaron 4mil pesos colombianos (1 USD) en Aduana por pasar sin pasaporte y 10 mil (2.5 USD) en la Guardia Nacional para que no nos revisaran el equipaje; nosotros llevábamos un bolso de 80 litros, otro de 90 litros, una guitarra, un ukelele, tres bolsos de mano bien pesados, los bloques del nené y los dos guacales de las gatas — que sí, sí los revisan. Así que hubiese tardado una eternidad. Además de la medicina de Rafa que, si bien no es ilegal, suele conllevar a dos escenarios: o muchas preguntas o miradas de miedo que hacía que nos dejaran ir inmediatamente.


Algo que me pareció en extremo curioso es que, del lado venezolano, no están sellando el pasaporte ya sea de entrada o de salida. Por lo menos, no actualmente, ya que en el 2019 sí sellé mi salida.

En fin, estar de nuevo con Rafa, sin los cientos de escenarios mentales negativo que podían ocurrir por su falta de pasaporte, me devolvió el alma al cuerpo y me sentí segura nuevamente.


Oficialmente, y por primera vez en tres años, pisaba suelo venezolano. Estaba de vuelta en mi país natal.

Por cierto, ¿recuerdan que en mi artículo pasado les pedí que recordaran MUY bien la hora en la que Don Señor nos citó en el puente (6:30 am)? Bueno:

El paso que le seguía a cruzar la frontera era agarrar un bus hasta el Aeropuerto de La Fría y, con suerte, llegar al vuelo de las 9 a.m. hasta Caracas y, de allí, hasta Anzoátegui. Con no tanta suerte, comprar los pasajes para el día siguiente.

El bus desde San Antonio del Táchira, donde se encuentra la frontera, hasta La Fría costaba 10$ por persona pero no había, en ese momento, así que Don Señor nos consiguió un taxi que, originalmente, nos quiso cobrar 70$ pero terminamos pagando 50$.

Cuando le comentamos al taxista nuestros planes, él nos responde:

¿A las 9:00 a.m. sale el vuelo? Pero ya no llegan, son casi las 9 ya y serán 2 horas más, aproximadamente, hasta llegar a La Fría.

¿Las 8 a.m.? Veo la hora en mi teléfono, son las 7 todavía, casi las 8. Y, entonces, lo entendí.

Cuando Don Señor nos llamó a las 5:00 am, para nosotros en Cúcuta, Colombia, eran más 6:00 am para él en Venezuela.

Así es, señores. Olvidamos el cambio de huso horario entre ambos países. Perdonen a este par de impuntuales.

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The day had come. We would, finally, cross the Colombian-Venezuelan border.

It was already 5:00 am on January 18. We were not woken up by the phone alarm but by a call to the cell phone of Rafael, my son's daddy. It was the wheelbarrow man — whom we will call Sir Mister.

"You should come here now", he told us. "My wife is making the line for you to stamp the passport and there are only 10 people left."

I was a little confused (and ungratefully annoyed) since he had scheduled us for 6:30 am, an hour and a half from now. The taxi would be here in an hour. We brushed our teeth and got dressed, tidied up what we had messed up in our bags the night before, put the kittens in their kennels, woke baby Sayri up, and headed out.

Why a wheelbarrow man?
A non-Venezuelan would ask

Beyond carrying the luggage of travelers (or exiles, in the case of Venezuela), the wheelbarrow men are, basically, the translators of the language of the border.

The Colombian-Venezuelan border is in the hands of the Colombian (and Venezuelan) guerrillas and armed groups, so it has its own laws. Even if you cross with all your paperwork in order which, you might guess, is a minority case. Who and how much do you pay to avoid the queue of more than a couple of hours to stamp your passport? With whom and how much does it cost me to cross by the illegal trail? (For undocumented immigrants — a consequence of the lousy system of identification, migration and immigration that makes getting a passport (and even an ID) an odyssey, impossible or only for millionaires), among other unforeseen and pretty probable issues.

You see, it's hard to understand how the border moves. We have a friend (more Rafa's than mine) who was kidnapped for two or three days by the guerrilla to ask his relatives for money, so we would prefer to be cautious — especially because of the lack of Rafael's passport (read previous paragraph) since there is not just ONE modus operandi to follow. To be sure, we would say.

Eventuality #1: Check-Mig

It was 6:25 a.m. and we were already at the border. Sir Mister informs us that, in order to stamp the passport, it is necessary to present a new migratory pre-registration called Check-Mig. So, in a line of hundreds of people (in which we were at the front — thanks to Sir Mister's wife, whom we'll call, conveniently, Lady Missus), we were all sitting with our cell phones making the pre-registration in the Colombian Migration website. The one who finished could automatically pass regardless of his number in line.

It was a bit uncomfortable for me; Sayri in my arms, crying and asking to breastfeed, our two cats hanging from my arms, and Rafa on the phone filling out the forms for Sayri and me. The luggage, thank God, was in Sir Mister's hands.

Unforeseen #2: Migratory unspoken issues

I will not talk about this here. "And why do you mention it?" You may ask. Well, because my story would not be complete without this mishap. Although you may not know what it is, it was the greatest amount of stress that I faced during the entire trip and it makes me reflect on how incredibly complex all the legal and immigration procedures can be. You know, the in-between lines to be considered in treatise 2.5 of appendix 3 of case C.

The main reason why I have documented my return to Venezuela in these writings is because it is important to me to preserve my memories, my life. Much of my life has been spent smiling and crying rereading my memoirs — in my many journals over the years and also here on Hive. So bringing up this mishap is more from me to me; a detail that I did not want to leave out. I know that the Ney of the future will thank me.

Emotional whirlwind pre-return to the motherland

Already with stamped passports, we were ready to cross.

It was weird, it was a lot. From the start, even from the passport stamp line, I could glimpse at everyone crossing the bridge from side to side and my eyes watered. My throat was knotted and my body tense to see myself in all of them. I wondered how many of them emigrated and what they imagined their life would be like after something that seems so insignificant. I imagined how many were like me in 2018, 21 years old, five months pregnant and with a very unrealistic idea of ​​what my life would be like abroad. I wondered how many were coming back as well.

Three years ago, a girl left and, today, a woman returns.

My transformation was not graceful and delicate. It was windy, stormy and, from it, I still have a few bruises all over my body. A marriage, a motherhood and a divorce. A stronger skin and a softer heart. The screaming and crying of childbirth. The uterus, hormones and emotions of a diffuse and, almost, infinite postpartum. And, above all, a puzzle of my soul — and of love, with many more pieces in place. Many more lost.

Parenthesis, dissociation or brief curiosity

I remember that, three years ago, we started to cross the border with a lot of heat when, right in the middle of the bridge, a sudden breeze greeted us from the Colombian side. It splashed on our faces the water from the river that runs under the bridge. The palm trees swayed and danced. It was, for us, to feel our new Adoptive Motherland say "Welcome". It was also to feel how different the energies of these two neighboring nations are and, even so, they share the same soil, the same sky and the same jungle.

Now, crossing back, the river was calm.

Finally, the border crossing

Here the situation gets a bit strange.

Just as I begin to cross, Lady Missus grabs me by the arm to tell me to walk with her and her two daughters. When I turn my face to see Rafael, I notice that Sir Mister is telling him the same thing. I felt uneasy. To separate, for me, indicated a disastrous result given the vulnerability that the border made me feel. I felt like a nervous, shaky, abandoned chihuahua. However, despite walking apart, they remained relatively close, close to my line of sight.

When you cross the bridge, you are greeted by the Seniatthe Integrated National Service of Customs and Tax Administration (well, Customs, you understand). It was at that moment that I realized that Rafael and Sir Mister were no longer with us. In the Seniat they did not ask us for paperwork since they did not notice us, nor any of the many who crossed at the same time.

A few meters further on, the National Guard was checking the luggage of whomever they wanted. Because we didn't have suitcases on us, they didn't look at us. But Rafael and Sir Mister with the wheelbarrow, whom I had just seen again, to my great relief, were whistled at but they passed by.

Rafael tells me later that they paid 4,000 Colombian pesos (1 USD) to Customs for going through without a passport and 10,000 (2.5 USD) to the National Guard so they wouldn't check our luggage; w carried an 80-liter bag, another 90-liter bag, a guitar, a ukulele, three very heavy handbags, the baby's blocks bag and the two cat's kennels — yes, they do check them. So it would have taken forever. In addition to Rafa's indigenous medicine, which, although it is not illegal, usually leads to two scenarios: either many questions or scared looks that made them let us go immediately.


Something that seemed extremely curious to me is that, on the Venezuelan side, they are not stamping the passport either at the entrance or exit. At least not currently, since in 2019 I did stamp my exit.

In short, being with Rafa again, without the hundreds of negative mental scenarios that could occur due to his lack of a passport, returned my soul to my body and I felt safe again.


Officially, and for the first time in three years, I was on Venezuelan soil. I was back in my native country.

By the way, do you remember that in my last article I asked you to remember VERY well the time at which Sir Mister summoned us to the bridge (6:30 a.m.)? Well:

The next step after crossing the border was to catch a bus to La Fría Airport and hopefully catch the 9 a.m. flight. to Caracas and, from there, to Anzoátegui. With not so much luck, buy the tickets for the next day.

The bus from San Antonio del Táchira, where the border is, to La Fría cost $10 per person but there was none at that time, so Sir Mister got us a taxi that originally wanted to charge us $70 but we ended up paying $50.

When we tell the taxi driver about our plans, he replies:

Oh, the flight is at 9:00 a.m.? Then you won't make it, it's almost 9 o'clock now and it will be 2 more hours, approximately, until we reach La Fría.

8 a.m.? I look at the time on my phone, it's still 7, almost 8.

Oh.
And then I understood.

When Sir Mister called us at 5:00 a.m., for us in Cúcuta, Colombia, it was already 6:00 a.m. for him in Venezuela.

That's right, gentlemen. We forgot the time zone change between the two countries. Forgive this pair of latecomers.

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Originalmente, planeé abarcar el cruce de frontera y el primer día de viaje (fueron tres días, en total, hasta llegar a casa en Puerto la Cruz) pero siento que hay mucho que quiero decir, mucho que sentí y quisiera explicar de lo que fue ese remolino de emociones de volver a mi país (dudas, miedo, nostalgia, alegría y el sentimiento de ser una turista en mi casa), y ya se hace largo este artículo — así que lo dejaré hasta acá y continuaré, con esta odisea venezolana, la próxima semana. Porque apenas se pone bueno.


Oh, y disculpen la falta de fotografía en este y en el próximo artículo también. El cruce de frontera, y el primer día en un país que podría describir como distópico, fue mucha locura como para sacar el teléfono en algún momento y siquiera recordar documentar lo sucedido.


Si alguien está siguiendo esta travesía conmigo, aprecio sus comentarios, que me cuenten sus experiencias o pensamientos y que me dejen sus inquietudes. <3
¡Nos leemos!

Originally, I planned to cover the border crossing and the first day of the trip (it was three days total until I got home) but I feel like there is a lot I want to say, a lot I felt and would like to explain what that whirlpool of emotions of returning to my country (doubts, fear, nostalgia, joy and the feeling of being a tourist in my house), and this article is getting long — so I will leave it here and continue, with this Venezuelan odyssey, the next week.


Oh, and sorry for the lack of photography in this and the next article as well. The border crossing, and the first day in a country I could describe as dystopian, was too crazy to pull out the phone and even remember to document what happened.


If anyone is following this journey with me, I very much appreciate your feedback. Let me know your experiences or thoughts, and your concerns as well. <3

Hope to read each other again soon!



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About Author

Ney is a 25 year old Venezuelan writer figuring out her voice and place in this world through her words. She speaks spiritually oriented while discovering how to balance adulthood and motherhood without letting her wanderlusty, more artistic self behind of the ride.

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No need to apologize for a lack of photograps, you write in a very visual style - it's easy to imagine things. This diary is amazing. Thank you for sharing this important personal story with us.

Abraço!

Thank you so much for your words, Vincent!

And it's true, I'm very descriptive and I wasn't really aware other people noticed. Have you ever read Julio Cortázar? He describes everything, even the texture of the napkins, and I adore his writings and poems. Might be HUGELY influenced by him.

I'm always happy to read a feedback from you. Big hug! <3

Yay! 🤗
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Hey, gracias por documentar estor recuerdos (El citado Rafael por acá) estos cruces son usualmente una locura y altamente tensos. Agradezco que estemos por casa de vuelta con esa experiencia de vivir en Colombia, tan bonita, tan dura y tan enseñadora.