«La democracia tiene por lo menos un mérito, y es que un miembro del Parlamento no puede ser más incompetente que aquellos que le han votado.»
«Democracy has at least one merit, and that is that a member of Parliament cannot be more incompetent than those who voted for him.»
— Elbert Hubbard
E S P A Ñ O L
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El aire de los nórdicos se deslizaba entre las montañas y los ríos, y descansaban sobre las copas de árboles iluminados por un día matinal. Las sombras de los días debajo de estos árboles, escondían los hogares de pequeñas criaturas encumbradas por el bosque; y también a seres, que pasaban desapercibidos por la discordia humana, esa que ha entrado en rebeldía contra la naturaleza, separándose de la pasividad fantástica y conocimientos que les proveen las arboledas.
Alika, era una cazadora en busca del Gran Caribú, un mito para los daneses y cristianos hijos de los primeros misioneros. Alika lo volvió a ver en un sueño la noche anterior, y se retorcía del miedo pues los parajes en que deambulaba eran turbios y cubiertos por neblinas. Pero un par de astas que divisó en la distancia la hizo avanzar, y estaban iluminadas por un sol con colores que jamás había visto.
La cazadora dio pasos inciertos entre caminos pedregosos sin saber que encontrar, intentando llegar hasta los cuernos iluminados de aquella mística y magnífica criatura, pero el celaje se contraía hacia el fondo de luz y se apartaba, dejando gradualmente a Alika en la oscuridad. Ella gritaba pidiendo que aguardaran, hasta que una voz sobrenatural; susurrante y espectral, profirió palabras en su oído dándole a la cazadora un propósito:
—Encuéntrame en aquel claro amado por la luna, esta misma noche—. Dijo, y luego Alika cayó al vacío y despertó. Ya era de mañana y la luz matinal entraba perturbando su cansancio. Recobró la cordura, se vistió y preparó para salir fuera de su hogar, mientras sentía el frío de las montañas arribando su piel.
La cazadora vivía sola en las cumbres de una montaña escandinava. Tenía como esposo a un hombre osado, fuerte y peligroso para el resto de los daneses. Ambos huyeron a un lugar recóndito fuera de su aldea nativa, que ahora estaba acechada por el yugo cristiano causando una guerra entre sus creencias. Pero su amado un día salió una mañana, tomó su hacha y se vistió con ropa de guerra, le dio un beso a Alika y le juró que volvería, pero pasaron los días y ni su aroma volvió a pisar siquiera los límites de su hogar.
La cazadora cayó en una profunda depresión, su única compañía fueron las estrellas en las noches, las aves que cantaban en las mañanas hasta el mediodía y el aplaudir de las hojas de los árboles que anuncian la llegada de la ventisca fría. Tomó un trozo de melancolía y lo miró fijamente. Fue demasiado perturbador. Sus ojos se derramaron en lágrimas durante aquella reflexión. Decayó, su cuerpo casi se consumía, pero como una luz que emerge de entre las sombras, el ímpetu de Alika emergió de entre tanta desdicha.
Juró sobrevivir hasta que volviera su esposo, pues la esperanza no la había abandonado. Tomó el arco y flechas de su esposo y comenzó a cazar, usando los pocos conocimientos que tenía, hasta que; después de tanto practicar, se convirtió en una cazadora experta. Luego, vino el Gran Caribú, como un choque a sus sentidos y su mente. Lo vio por primera vez, sobre un río al lado de un prado, mientras buscaba algo que cazar. Apuntó con su arma al majestuoso animal, estaba a unos segundos de soltar una flecha, cuando, de repente, la criatura alzó su cabeza y miró fijamente a Alika, sus ojos estaban iluminados como dos esferas radiantes. Alika se quedó paralizada. Bajó lentamente su arma con la boca abierta de la impresión y, después, todo se perdió en un chispazo.
Una oleada de fuegos fatuos emergió de la nada llevándose a la criatura; no quedó rastro de ella. Alika se percató de lo ocurrido y recordó la leyenda, que contaba el mito del Gran Caribú. Se dice que esta criatura fantástica concede deseos a los corazones más fervientes y osados. Las esperanzas de Alika se aferraron a la idea de que aquello la salvaría de su tristeza, y en ese sueño, había recibido la invitación de aquella entidad.
Esperó a la noche cual niño espera a una madre volver. Se cubrió con gruesas pieles, pues el frío era más intenso cada vez. Su aliento se volvía bruma que solo se podía identificar con la luz plateada. Descendió por los caminos; cada uno más pedregoso que el otro. Entró por las bocas de pequeños bosques, guiada por los murmullos de sonidos fantásticos, que parecían un espeto de palabras de hadas curiosas. Atravesó un cristalino arroyo y juró ver un rostro reflejado en el agua. Se conmocionó, pero su valentía la exhortó a continuar.
Llegó al dichoso claro con todas las agitaciones de su cuerpo excitadas. Miró a su alrededor; no había nada, así que esperó. De repente, una luz que emanaba de su cuerpo comenzó a cubrirla hasta la cabeza, y la transportó al mismo lugar en el que había llegado en su sueño. Alrededor se encontraba el mismo celaje, con la luz blanca de fondo y el Gran Caribú tan majestuoso con sus astas sosteniendo la lumbre de aquel paraje fantástico.
Alika no pudo decir una palabra siquiera, porque sus ojos vislumbraron a lo lejos la llegada de su esposo de entre la neblina. La cazadora rompió a llorar y lo abrazó con todas las fuerzas acumuladas que tenía para él. Él la miró sonriente y le dijo:
—Cuando llegué aquí pedí un deseo, y era que estuvieras aquí conmigo para siempre, pues la soledad no es la misma que estar contigo, y el cielo no se repite sino que cambia cuando estás conmigo.
Y de ahí se tomaron de las manos cruzando el umbral hacia el otro extremo, dejando al mundo en sus discordias, desprovisto de alegría.
FIN
E N G L I S H
ℙℝ𝕆𝕄𝕀𝕊𝕊𝕌𝕄
The Nordic air slipped between the mountains and rivers, and rested on the tops of trees illuminated by a morning day. The shadows of the days under these trees, hid the homes of small creatures raised by the forest; and also beings, who passed unnoticed by the human discord, that which has entered in rebellion against nature, separating itself from the fantastic passivity and knowledge that the groves provide them.
Alika was a hunter in search of the Great Caribou, a myth for the Danish and Christian children of the first missionaries. Alika saw him again in a dream the night before, and she writhed in fear because the places where she wandered were murky and covered by mist. But a pair of antlers she spotted in the distance drew her forward, and they were illuminated by a sun with colors she had never seen before.
The huntress took uncertain steps between stony paths without knowing what to find, trying to reach the illuminated horns of that mystical and magnificent creature, but the sky contracted towards the background of light and moved away, gradually leaving Alika in the darkness. She cried out for them to wait, until an unearthly voice; whispering and spectral, uttered words in her ear giving the huntress a purpose:
—Find me in that moon loved glade, this very night—. He said, and then Alika fell into the void and woke up. It was already morning and the morning light was coming in, disturbing her tiredness. She came to her senses, dressed and prepared to go out of her home, while she felt the cold of the mountains reaching her skin.
The huntress lived alone on the peaks of a Scandinavian mountain. Her husband was a bold, strong and dangerous man to the rest of the Danes. Both fled to a secluded place outside their native village, which was now haunted by the Christian yoke causing a war between their beliefs. But her beloved one day went out one morning, took his axe and dressed himself in war clothes, kissed Alika and swore to her that he would return, but days passed and not even his scent ever again set foot within the confines of her home.
The huntress fell into a deep depression, her only company were the stars at night, the birds singing in the mornings until noon and the clapping of the leaves on the trees announcing the arrival of the cold blizzard. He picked up a piece of melancholy and stared at it. It was too disturbing. Her eyes welled up in tears during that reflection. She declined, her body almost wasting away, but like a light emerging from the shadows, Alika's momentum emerged from amidst so much unhappiness.
She vowed to survive until her husband returned, for hope had not deserted her. She took her husband's bow and arrows and began to hunt, using what little knowledge she had, until, after so much practice, she became an expert hunter. Then, the Great Caribou came as a shock to her senses and her mind. She saw it for the first time, on a river beside a meadow, while looking for something to hunt. She aimed her gun at the majestic animal, was seconds away from releasing an arrow, when, suddenly, the creature raised its head and stared at Alika, its eyes were lit up like two radiant spheres. Alika froze. It slowly lowered its weapon with its mouth open in shock, and then all was lost in a spark.
A wave of fatuous fire erupted out of nowhere taking the creature with it; no trace of it remained. Alika realized what had happened and remembered the legend, which told the myth of the Great Caribou. This fantastic creature is said to grant wishes to the most fervent and daring hearts. Alika's hopes clung to the idea that it would save her from her sadness, and in that dream, she had received the invitation of that entity.
She waited for the night like a child waits for a mother to return. She covered herself with thick furs, for the cold became more intense each time. His breath became a mist that could only be identified with the silver light. She descended the paths; each one more stony than the other. She entered the mouths of small woods, guided by the murmurs of fantastic sounds, which seemed like a spit of words from curious fairies. She crossed a crystalline stream and swore she saw a face reflected in the water. She was shocked, but her courage urged her on.
He arrived at the blissful clearing with all the agitations of his body excited. She looked around; there was nothing, so she waited. Suddenly, a light emanating from her body began to cover her up to her head, and transported her to the same place where she had arrived in her dream. All around was the same sky, with the white light in the background and the Great Caribou so majestic with its antlers holding the fire of that fantastic place.
Alika could not even say a word, because her eyes glimpsed in the distance the arrival of her husband from the mist. The huntress burst into tears and hugged him with all the strength she had accumulated for him. He looked at her smiling and said:
—When I came here I made a wish, and it was that you would be here with me forever, for loneliness is not the same as being with you, and heaven does not repeat itself but changes when you are with me.
And from there they held hands and crossed the threshold to the other end, leaving the world in its discords, devoid of joy.
THE END
Escrito por @universoperdido. 19 de Junio del 2021
Written by @universoperdido. June 19, 2021.
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Muchas gracias por leer, que bueno que ha gustado. ¡Saludos!
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