Escribir historias cortas es tan fácil como tener una idea, madurarla y ponerla en negro sobre blanco. O tan difícil. Y ni siquiera necesitas tener la idea en tu cabeza. Sólo siéntate frente a una hoja de papel o un procesador de textos y oblígate a contar una historia. Por cierto, si piensas que es chino te enviarían lo que te estoy diciendo, en este artículo te doy argumentos en contra de la inspiración y a favor del trabajo, trabajo y más trabajo.

Te voy a contar en diez pasos cómo escribir un cuento corto que arrasará en los concursos literarios, con el que le cierras la boca a tu cuñado y te sientes tan orgulloso como tu propio hijo o ese día que te llevaron a hablar en clase y supiste la lección al dedillo. No es fácil, pero si prestas atención a estas indicaciones, tendrás más herramientas para tener éxito. Las ganas de trabajar y la pasión por la escritura harán el resto.

Elejir un tema

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Una anécdota familiar, una conversación capturada en el metro, una noticia del periódico, un chisme del vecino molesto, un sueño que escribiste en mitad de la noche, una obsesión... Cualquier idea es buena para escribir historias cortas. Contar algo que le sucede a alguien. Tan simple como eso y tan complejo como eso. En este artículo escribí algunas ideas más.

Confieso que no escojo los temas. Más bien me eligen a mí. Me siento a escribir con una frase en mi cabeza y de ahí viene la historia. Y el tema sale del fondo de mi mente. Una vez que lo sé, me toca revisar el texto para cambiar algunos matices.

Establecer la estructura: principio, medio y final.

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Las historias siempre empiezan mejor con un principio que debe comenzar con una frase, con suficiente fuerza para llamar la atención de los lectores y así crear el hilo. Si es posible, comience en el medio de la acción. Esto puede aumentar aún más el interés del lector. Esta primera fase debe ser escrita de acuerdo con la última fase. Si no has tenido una idea para un final, probablemente deberías reescribirla una vez que la tengas.

En el nudo, comprime la acción de la historia. Incluye todos aquellos incidentes que enriquecen y dirigen la historia hacia el desenlace. Esta es la parte de la chicha, el plato principal del menú. La intensidad debe ser su bandera. Pero recreate lo suficiente. No puede quedar nada en una historia. Y todavía tienes el postre.

El resultado es esencial. Entre otras cosas, porque si al lector le ha gustado, buscará más de tus historias para leer. De ahí la importancia del catálogo, como dice Gabriella Campbell en uno de sus artículos. Si no encuentras nada más, corres el riesgo de ser olvidado.

El final debería dejarte con la boca abierta (idea: ofrecer copias de mis libros de cuentos al dentista). Puede ser un final lógico e impredecible, un giro en el argumento; o una última frase que deje la historia en el aire, con la necesidad de una puntada que sea cosida por el lector. Bajo ninguna circunstancia se debe crear un suspenso al estilo de una serie de televisión. Eso está bien para cerrar un capítulo de una novela. Y mucho menos un deus ex machina.

Táchate esto cuando escribas historias cortas: la trama es la acción.

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Esa anécdota, sueño, despotricar, reflexión o chisme con el que empezaste la historia, debes disfrazarla con más incidentes. Con acción, en resumen. La forma en que coloques esa tela, en la que dispongas los elementos que fluyen en el mar, sería la trama. Mi consejo es que aumentes la tensión de la historia, que gane en intensidad hasta la explosión final. Cuando dejo volar mi imaginación sin censurarla, es mi parte favorita. Habrá algún tiempo en esa fase de la corrección para subir todo lo que he escrito.

No expliques, muestra.

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Esto puede aplicarse a un cuento corto o a una novela larga. Pero en este caso, en los cuentos cortos, se hace más necesario, porque mantener las palabras es una buena base para el éxito, como se verá en el punto número 8.

Recuerdo que mi profesor de escritura creativa, Jesús Ferrero, me habló de la novela de la autopsia. Consistía en mostrar los elementos, no en pasarlos por el tamiz del narrador. Que el lector debía sacar sus propias conclusiones. Un buen ejemplo de esto son las historias de Raymond Carver.

No reproducir el monólogo interior del protagonista para explicar que está cansado de la actitud de su hijo (a menos que la historia sea narrada en forma de monólogo interior). Mostrar con un par de acciones cómo el padre se aparta cuando su hijo viene a abrazarlo o cómo aprieta los dientes y los puños cuando el heredero elude sus responsabilidades.

Déjeme darle algunos trucos para escribir historias cortas.

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La elipsis es una figura en la que podemos confiar para acortar la historia corta. No incluya escenas que se expliquen con una frase final o con la actitud del personaje principal. No se trata de robar información al lector, sino de jugar con su ausencia. No abusar de las descripciones. En una historia deben estar al servicio de la acción. Ser breve a nivel microscópico. Los diálogos también deben apoyar la trama, no sólo mostrar los personajes.

Trate de limitar el tiempo a un período corto. No se puede hablar de la historia de una familia de pescadores a lo largo del siglo XX. Guárdese eso para una novela. Sólo cuenta la historia de la época en que el hijo mayor salvó al padre de ahogarse con una espina de lubina vengativa.

Cuente las palabras de la historia.

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Cualquier historia que tenga menos de mil palabras es una micro historia. Que son igual de grandiosas, pero no estamos aquí para eso ahora, hemos llegado a otro tipo de historia. Las historias cortas tienen entre mil y siete mil palabras.

Si vas más lejos, hasta 17.000, es una novela, que ya coquetea con la historia corta. Pero aún le falta un movimiento más sensual de la cadera para alcanzarlo. Entre 17.000 y 40.000, estamos hablando de una novela o historia.

Escríbela en un tiempo razonable.

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Si escribes la historia durante un período muy largo, incluso varios meses, tu situación de vida probablemente cambiará, y eso afectará a la historia. Lo ideal sería que estuviera terminada en una semana. Dos semanas como máximo. Y luego, déjala descansar durante el tiempo que creas necesario para entrar en la fase más importante: la fase de corrección.

Corregir con tijeras de podar.

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Debes hacerte una pregunta, ¿pasé el tiempo suficiente para ver la historia con otros ojos, es así, léela en voz alta. Las repeticiones se detectan aún mejor con esta práctica. No exageres con una sola coma.

• Una frase que no se justifica le quita el poder a la historia.

• Una palabra de más es una historia de éxito.

• Encuentra el verbo correcto.

• No lo adornes con adverbios.

• Los adjetivos son el enemigo a vencer.

• Describe tu personaje con un par de rasgos que lo identifiquen realmente.

• Limítate a la acción de la historia.

• Deje las digresiones para las reuniones en la escuela de su hijo.

• O para las charlas de fútbol.

Revise los diálogos e intente reducirlos a la mínima expresión. ¿Es realmente necesaria esa descripción de sus ojos? ¿Y esa otra sobre cómo las lágrimas estaban matando sus mejillas?

Envíe la historia a un concurso literario.

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Si puedes, compártelo en un grupo de Facebook para escritores y recibirás una atenta respuesta (por cierto, antes de hacerlo, publica en HIVE y monetiza tus trabajos). O envíalo a un lector profesional desde cero. O haz que lo lea ese amigo devorador de libros.

Con todos los consejos que te den, dale un par de vueltas más a la historia y tendrás un buen comienzo. O no. Luego te concentras en una nueva idea y esbozas la mejor historia que puedes escribir.

Lee todos los grandes narradores de historias.

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Aquí podemos aplicar la misma teoría que se usa para escribir una novela. La lectura es esencial para una mejor escritura y ayuda a desarrollar mejor la imaginación y la creatividad. Recomiendo a los grandes autores como: Chejov, Carver, Monzó, Poe, Borges, Vian, Capote, Kafka. Algunos de estos maestros se te pegarán, créeme.