Mi canto ha muerto y sin embargo
tiene la impertinencia
de ser canción entre los vivos.
Lo cantan sacerdotes y sodomitas
los trenes y las plazas
las catedrales y las palomas
la guitarra farandulera
y hasta las vitrinas sedientas.
Lo reproducen las cartas de los reclusos
y los patibularios en que fueron condenados.
Lo inspiraron Altazor
Jesucristo y Zaratrustra.
Lo tararean Borges y Whitman
Vallejo y Cernuda
los ángeles y las sombras.
Lo intuyó Rimbaud.
Lo podían haber compuesto
Nicanor Parra o Pablo de Rokha.
Lo anticiparon Novás y Escobar
en todos sus gestos.
Podía haberlo adelantado Paco Mir
y hasta Lezama.
Lo televisan en los hoteles
y lo lalalean en los manicomios.
Lo protagonizan la daga y el tabaco
que saben hacer de su luz
la mejor canción, la redentora.
Lo articulan el asesino y sus víctimas
el masturbador y las strippers
el vendedor de la prensa
los perros callejeros y las cloacas
que los cobijan.
Mi canto es la humana canción
que brota de los cementerios.
Lo repudia la Ley del Acento Obligatorio
cuando lo musicalizan el viento
los cipreses y sicomoros
los cuños y las oficinistas
los atracos y las auditorías
las reservaciones y las transferencias
las entregas y los desencuentros
los anónimos malintencionados
y las asambleas tan optimistas
a las que me dieron cita y falté
por mi condición fantasmal.
Lo interiorizan el limpiabotas y el rockero.
Lo quisieran componer los jardines
y los abismos.
Desearían haberlo inspirado
la soledad y las alboradas
los ocasos y la prostituta
que no tuvo más opción
que renegar de su hijo.
Desearía haberlo escrito con toda su ternura
hasta la mismísima muerte
que ayer, precisamente ayer,
estuvo negándome todo el día su beso.
Se lo agenciaron las estatuas
y sus restauradores de turno
el turista y la moneda
los transatlánticos y los rascacielos.
Lo reproducen emails
y los puentes corroídos.
Lo susurra el hígado que se ocupa
de andar desacreditando mi afecto.
Reclama su pentagrama el corazón
que se desabotana la fe
para deambular por el mundo
con su canción desapercibida.
La misma que ha estado entonando
todo el tiempo
y de manera miserable el horizonte,
cuando deja que gotee a la vista de todos
la lágrima universal que siempre he soñado
cante mi canción de invierno
con su voz inaudible, única,
como la estrella que agoniza
al emigrar entre nuestros cuerpos.
La misma que mañana cantarás tú
que no aprendiste a amarme,
que jamás pudiste corresponder
a la intensidad con que yo viví,
esgrimiendo para ti, todas mis canciones.
Post libre de IA.
Con fotografías del amigo trovador de Contramaestre Livan Leyva, tomadas durante el Evento Literario Patria Chica en Baire, en la Edición de 2023.
📷 De mi esposa, la escritora Lisy García Valdés ✨🫂❤️🔥
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