Querido Niño Jesús
Esta noche me encuentro solo, no pude evitar que los recuerdos desfilen por mi mente. Cuántas cartas te escribí desde pequeño pidiendo tantos obsequios y casi siempre complaciste mis peticiones, pensaba entonces que los merecía, pero mucho después entendí que no era así. Sin duda, la inocencia es una cualidad extraordinaria. Gracias por aquella Navidad inolvidable.
Cuando David tenía 10 años vivía junto a sus padres en la casa de su tía Eugenia. Llegaron allí hace cuatro meses ya que su papá no podía pagar el alquiler de la vivienda donde residían. La mudanza resultó dolorosa por la cantidad de muebles que vendieron. A pesar de sufrir tantas adversidades, mantenía la esperanza de recibir su Xbox Series X, por tal razón una semana antes de Nochebuena empezó a escribir la carta. Como la mayoría, sobre el papel describía su comportamiento como ejemplar durante todo el año, por ello pensaba que merecía los mejores regalos. Su padre, al leerla, no pudo evitar conmoverse porque había quedado sin empleo y estaban alimentándose con los ahorros que le quedaban. David ni siquiera se daba cuenta de las ausencias constantes de su papá.
El día esperado llegó, la madre disimulaba sus lágrimas pintando una sonrisa. David se había quedado dormido en el sofá de la sala. Una luz resplandeciente hizo que abriera sus ojos, pudo percibir la imagen de su padre. Salieron de la casa a dar una vuelta, mientras recorrían la urbanización parecía que una estrella los guiaba. El hombre confesó que durante el día desempeñaba varios oficios. Habían caminado bastante, tanto que perdieron la noción de dónde estaban. Una luminiscencia los atrajo a una plaza y allí encontraron un pesebre. Un hado iluminaba el nacimiento, todos estaban alegres. Maravillados, David y su padre contemplaron el milagro de la vida.
De pronto apareció un carro y se detuvo junto a ellos, en el vidrio de atrás estaba escrita la frase: El Niño Dios está contigo. El conductor les invitó a subir para llevarlos hasta su destino, luego le preguntó a David qué había pedido como regalo de Navidad, pronunció con voz tímida: “Que mi familia tenga para comer esta noche y siempre”. La respuesta dejó sorprendido a su padre, el chofer lo bendijo y felicitó por tan buen deseo. Al estar de nuevo en casa, le preguntaron al desconocido si le debían algo por el transporte. Respondió: “Considéralo mi regalo”. Los tres se despidieron con una sonrisa. En la sala toda la familia se abrazó.
Desde ese día miro con nostalgia ese pasado, esa noche recibí el mejor obsequio. Comencé a crecer, advertí el sacrificio de mis padres para aquel entonces y me prometí valorarlos y respetarlos eternamente. Ahora disfruto la Navidad desde otra perspectiva. Hoy brindo, con esta copa simbólica, por la magia del Niño Jesús, por la sonrisa hermosa de las almas nobles.
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Bonita historia, hay que darle un aplausos a esos padres que con tanto esfuerzo sacan a su familia adelante, que a ningun niño le falte su regalo esta navidad. Saludos
Gracias por tu lectura, se aprecia el comentario. Saludos, amigo.
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Casi me haces llorar con esta historia, hermosa y oportuna como el primer copo de nieve. Dios te bendiga amiga.
Me alegra que te haya gustado. Gracias por tu lectura y comentario. Dios también bendiga tus pasos.
muy creativo, y las imágenes bellísimas
Gracias por tus palabras. Saludos.