Fuente
Ángel Rodolfo Valdivia Martínez era su nombre inscrito en el Registro Civil, cuya vida estuvo llena de fe, trabajo y de bondad. Siempre lo veíamos en medio de la multitud que se aglomeraba alrededor del Santo Sepulcro, en la línea de los fieles que esperaban a los peregrinos que bajaban de todas direcciones para hacer ofrendas a la Virgen de Lourdes; preparando a los devotos en la procesión del Señor de los Milagros; pulcro, bien vestido con el uniforme de cada Cofradía. Con un atuendo violeta simbolizando al Nazareno de San Pablo cada Semana Santa. Lo veíamos cuando llegaba con rapidez al Templo Parroquial San Luis Rey de Villa de Cura, buscando colocación para la celebración de la Eucaristía, saludando con el puño de la mano derecha a los fieles como el mejor de los humanos.
Allí ocupando su lugar nos tropezábamos siempre con la sencillez de don Rodolfo Valdivia. De tal manera que no había que hacer ningún esfuerzo para conocerlo y entablar una conversa. Todos los domingos en la tarde charlábamos con él en el altozano de la iglesia, sin falta. La verdad es que era un hombre de simpatía carismática. Muchas veces eufórico. Sin saber más de la cuenta era un hombre sabio.
Tenía por cierto un aire en su rostro de haber nacido bajo cielo aragüeño. En efecto, su madre era venezolana y su padre nacido en Lima, República del Perú. A Rodolfo Valdivia le nacieron tres hijos: dos varones y una hembra. Se entendía que formaba parte del equipo de aseo y limpieza de la Alcaldía de Villa de Cura municipio Zamora, estado Aragua. Su trabajo lo realizaba desde hace varios años en diferentes etapas que ha vivido el municipio. Tal vez no ganaba mucho pero ayudaba a sacar adelante a una familia. Fungía como recolector de basura, su rutina era de lunes a viernes.
Por donde quiera aparecía pateando la Av. Bolívar y arterias adyacentes, la plaza Miranda y su alrededor esa era su ruta; empujando una carretilla con un tobo grande, un palo de escoba, y un cepillo de barrer, buscando apasionadamente que las calles de La Villa se vieran bonitas. Uno a uno acopiaba los papeles y bagazos que la insensibilidad de alguna gente se encarga de tirar a la calle. Se sabía que era él, por el golpe seco de la carretilla sobre el pavimento.
La gente siempre estaba a la expectativa en la puerta o en la ventana, principalmente los comerciantes que esperaban cotidianamente por sus servicios Los menos tacaños no tardaban en ofrecerle un café, fruta, dulce o un jugo. En lo que se ocultaba el sol terminaba su labor, aligeraba los pasos y se iba derechito a la Iglesia
Comenzaba a languidecer la tarde del viernes 06 de agosto, la tierra estaba mojada por la lluvia, el agua resbalando a borbotones por el ático del frente, cuando de pronto las redes comenzaron a anunciar repitiendo su deceso.
¡Qué broma don Rodolfo! Aún estamos sorprendidos por la inesperada noticia de su partida. Parecía que todo era mentira. Lo venimos a evocar en estas pequeñas pinceladas que es lo único que conocemos de su humilde vida. Don Rodolfo Valdivia, un personaje popular de preeminencia, su nombre siempre será recordado como un buen caballero y amigo incondicional. Paz a su alma
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Allí ocupando su lugar nos tropezábamos siempre con la sencillez de don Rodolfo Valdivia. De tal manera que no había que hacer ningún esfuerzo para conocerlo y entablar una conversa. Todos los domingos en la tarde charlábamos con él en el altozano de la iglesia, sin falta. La verdad es que era un hombre de simpatía carismática. Muchas veces eufórico. Sin saber más de la cuenta era un hombre sabio.
Tenía por cierto un aire en su rostro de haber nacido bajo cielo aragüeño. En efecto, su madre era venezolana y su padre nacido en Lima, República del Perú. A Rodolfo Valdivia le nacieron tres hijos: dos varones y una hembra. Se entendía que formaba parte del equipo de aseo y limpieza de la Alcaldía de Villa de Cura municipio Zamora, estado Aragua. Su trabajo lo realizaba desde hace varios años en diferentes etapas que ha vivido el municipio. Tal vez no ganaba mucho pero ayudaba a sacar adelante a una familia. Fungía como recolector de basura, su rutina era de lunes a viernes.
Por donde quiera aparecía pateando la Av. Bolívar y arterias adyacentes, la plaza Miranda y su alrededor esa era su ruta; empujando una carretilla con un tobo grande, un palo de escoba, y un cepillo de barrer, buscando apasionadamente que las calles de La Villa se vieran bonitas. Uno a uno acopiaba los papeles y bagazos que la insensibilidad de alguna gente se encarga de tirar a la calle. Se sabía que era él, por el golpe seco de la carretilla sobre el pavimento.
La gente siempre estaba a la expectativa en la puerta o en la ventana, principalmente los comerciantes que esperaban cotidianamente por sus servicios Los menos tacaños no tardaban en ofrecerle un café, fruta, dulce o un jugo. En lo que se ocultaba el sol terminaba su labor, aligeraba los pasos y se iba derechito a la Iglesia
Comenzaba a languidecer la tarde del viernes 06 de agosto, la tierra estaba mojada por la lluvia, el agua resbalando a borbotones por el ático del frente, cuando de pronto las redes comenzaron a anunciar repitiendo su deceso.
¡Qué broma don Rodolfo! Aún estamos sorprendidos por la inesperada noticia de su partida. Parecía que todo era mentira. Lo venimos a evocar en estas pequeñas pinceladas que es lo único que conocemos de su humilde vida. Don Rodolfo Valdivia, un personaje popular de preeminencia, su nombre siempre será recordado como un buen caballero y amigo incondicional. Paz a su alma
Oscar Carrasquel. La Villa de San Luis, 07 de agosto 2021
Nota: Este post lo publiqué en mi blog personal con este link:https://letrasdeoscarcarrasquel.blogspot.com/2021/08/se-marcho-don-rodolfo-valdivia-unbuen.html
Paz a su alma, que descanse en paz.